El derrumbe de la actividad industrial sigue. A pesar de las constantes exclamaciones del presidente Javier Milei y su ministro de Economía, el parate industrial no solo no se revierte, sino que, al revés, se acentúa.
Este jueves, el Indec informó que el nivel de utilización de máquinas y herramientas en las fábricas fue del 54,5% en junio último, nivel que estuvo por debajo del 68,6 % de junio de 2023 y del 56,8% de mayo de este año.
Los sectores productivos que presentaron niveles de utilización de la capacidad instalada superiores al nivel general fueron refinación del petróleo (80,8%), sustancias y productos químicos (66,3%), papel y cartón (60,4%) alimentos y bebidas (59,4%) e industrias metálicas básicas (56,6%).
En tanto, los bloques sectoriales cuya capacidad ociosa se ubicó por debajo del nivel general fueron: minerales no metálicos, ligados a la construcción (46,8%), textiles (43,9%), metalmecánica (42%), edición e impresión (41,3%), caucho y plástico (39,4%), industria automotriz (39%) y derivados del tabaco (35,4%).
La industria pesada, como la refinación de petróleo, las metálicas básicas, la química y la automotriz, requiere de fuertes aplicaciones de capital. Para lograr el repago de esas inversiones, las empresas impulsan el uso pleno de sus máquinas, cuya vida útil -además- es limitada. Al estar con la mitad de la capacidad ociosa, cambian las ecuaciones financieras y se reduce la viabilidad de nuevas inversiones.
El nivel tan bajo de uso de la capacidad instalada -o de capacidad instalada ociosa- es propio de las peores crisis del último tiempo. Hay que remitirse a la época de la pandemia o a la recesión de 2002, tras el estallido de la convertibilidad, para encontrar niveles similares.