Desde muy joven Horacio Lavandera, pianista de nivel internacional nacido en Buenos Aires, en 1984, supo que la música era su camino. Es que al ser hijo del fallecido percusionista José María Lavandera, miembro de la Orquesta de Tango de Buenos Aires, no pudo evitar enamorarse del sonido y de los instrumentos.
En el 2001 fue becado para estudiar en la prestigiosa Academia Chigiana, en Siena, Italia, por una recomendación de Martha Argerich. Continuó perfeccionándose con Josep Colom en Madrid, donde empezó una carrera musical tocando en importantes escenarios de ciudades como Barcelona, Boston, Lucerna (Suiza), Múnich, París, Roma y Tokio, entre muchas otras.
Con solo 17 años llegó a La Scala de Milán y algunos años después actuó en el Teatro Colón. El 16 de noviembre cerrará su actual gira internacional en el Teatro Coliseo, con un concierto que incluirá música interpretará un repertorio ecléctico que incluirá obras de Mozart, Beethoven y Mendelssohn, así como de George Gershwin y del célebre compositor y maestro del bandoneón, Dino Saluzzi.
-¿Cuál es tu primer recuerdo con el piano?
-Desde que nací estoy rodeado de instrumentos, pero creo recordar que fue en lo de mi tía abuela Marta Freigido, donde descubrí el piano: ella era egresada del Conservatorio del reconocido Vicente Scaramuzza. Fue mi primera maestra. Tenía siete años. Ahí empezó todo.
-¿Pudiste haber elegido otro instrumento?
-Recuerdo por videos que miraba mi papá que me impresionó como John Patitucci tocaba el contrabajo, pero el piano era mi destino.
-¿A que te gustaba jugar de chico?
-Me gustaba mucho el deporte. Jugaba mucho al fútbol, hice natación y taekwondo. Pero también era muy divertido estar en casa, con papá y mamá, y era cercano a mis dos abuelos. Disfrutaba de ir al cine con ellos o jugar con mi hermana. No mirábamos mucha tele, solo me dejaban ver Súper campeones porque me gustaba el fútbol y alguna otra cosa. Thundercats y Robotech, pero no mucho más.
-¿De qué cuadro sos?
-De Boca. Como mi padre. No soy muy fanático, pero lo sigo. Agarré una buena época, la de Bianchi y eso me trae muy gratos recuerdos. Ahora la Selección también emociona, es lindo que gane y que la alegría sea de todos.
-¿Quién es tu jugador favorito?
-Riquelme, sin dudas. Agarraba la pelota y parecía un director de orquesta. O el mejor compositor: tenía ritmo y melodía, manejaba el tiempo, eso es como hacer una sinfonía. Yo cuando jugaba, al principio era más corredor y marcaba, pero después me volví más pasador. Pero hace años que ya no juego más.
-¿Te cuidás las manos?
-Estoy atento a las manos, siempre. Uso guantes para casi todo y trato de no lastimarme. Pero la verdad que no hago demasiado fuera del piano.
-¿A qué te hubieras dedicado si no hubiese sido músico?
-Un primo estudiaba física y a mí me gustaba también la ciencia. Me interesaba la astronomía, y alguna que otra ciencia relacionada. Pero la música se impuso.
-¿Nunca te agobió?
-No, la dedicación es parte de mi forma de ser, aprendí a vivir así. Nunca tuve problemas para practicar. De hecho lo disfruto. La música es lo que soy. Me resulta inimiginable que hubiese podido recorrer otro camino.
-La figura de tu padre te marcó. ¿Cómo la definirías?
-Siempre digo que el amor y la pasión por la música me la transmitió él por la buena energía con la que encaraba la vida. Era pura pasión.
-¿Te ponés de mal humor si escuchás a alguien que desafina?
-No, respeto todo. No me molesta. Puedo tener una postura crítica sobre un material sonoro, pero bueno, también me permito disfrutar de cualquier tipo de manifestación musical, de cualquier estilo. Esto no es una ciencia dura, hay emociones que pueden venir de cualquier lado, no solo de un lugar de excelencia.
-¿Qué escuchás por fuera de lo que haces?
-De todo. Soy versátil. Rock, folklore, clásico, funk, jazz o algo más tropical. Lo que se te ocurra. Todo te deja algo. No hay bueno ni malo, sólo lo qué te llega o no te llega. Yo tengo mi camino, pero no soy cerrado ni creo en los eruditos.
-¿Cuándo fue el máximo de horas seguidas que estuviste practicando?
-Para mí es una rutina, pero no es algo mecánico: tiene que ver como creativo y lo intuitivo. Siento que el tiempo no pasa, las horas vuelan. Nunca me aburro, ni me canso. Habré estado 14 horas frente al piano, sin darme cuenta.
-Ni mirás el reloj.
-Lo miro porque desde chico me encantan los relojes. Como objeto, cómo funcionan, sus mecanismos… La relojería siempre me atrajo. Siempre viví con un reloj al lado. Los cronómetros me encantan también, la percepción del tiempo y cómo eso afecta lo que percibimos. El tiempo es un fenómeno de estudio y parte esencial de la música, claro.
-¿Qué hacés para relajarte?
-Natación. Pero si leo algo o veo una película, siempre lo relaciono con lo que hago, le busco la musicalidad a todo. Me relajo con música (risas) o en los aviones.
-¿De tanto viajar no odiás los aeropuertos?
-No, es hermoso viajar. Me permitió conocer dónde vivieron los grandes compositores clásicos, en Alemania y Austria, pero también muchas culturas y tradiciones distintas. Nunca fui a lugares exóticos, pero conocí lugares a los que quizás de otra manera nunca hubiese ido: pequeños pueblos, alejados, donde la amabilidad de la gente y su amor por la cultura musical me emocionó. «