Vladimir Lenin, el padre de la Revolución Rusa, admiraba la Sonata Nro. 23 de Beethoven. La consideraba “sobrehumana” y aseguraba que podía escucharla cada día. Por ese mismo poder de seducción, la rechazaba: la urgencia revolucionaria no admitía el ejercicio distractivo del goce. El pianista argentino Horacio Lavandera la interpretó anoche en el Auditorio San Rafael del barrio porteño de Saavedra en un concierto dedicado al lenguaje del romanticismo musical -en una visión expansiva- al que la obra de Beethoven estrictamente no pertenece, aunque lo anticipa.
Lavandera presentó la sala porteña una lectura posible -y a su modo argentina- del movimiento estético que dominó el siglo XIX. Desde sus expresiones más “puras” hasta su conversación con la música evocativa del bandoneonista salteño Dino Saluzzi, arropada de una indisimulable atmósfera territorial, en apariencia distante de la tradición europea pero que, en la visión de Lavadera -y probablemente en la del salteño también- puede alcanzar la conciliación, aun desde el contraste.
Con sentido didáctico, el pianista introdujo al público con referencias históricas sobre cada obra de la noche. En el comienzo tocó las doce variaciones de la canción francesa “Ah Vous dirai-je, maman”, de Wolfgang Mozart, una ventana accesible para las asperezas que luego deparó el programa. Entonces, sí, el centro de gravedad se traspasó a la sonata. Fiel al continuo romántico entre la música y la poesía, Lavandera citó al público la motivación literaria, en clave shakespereana, que alentó a Beethoven en la composición.
La Sonata Nro. 23 exige todo del intérprete. Un compromiso corporal único y un sentido de planificación absoluto en el abordaje de cada frase musical (sobre ello hay disponible en las redes una master-class del argentino Daniel Baremboim al pianista chino Lang Lang que sintetiza el valor de las decisiones que debe tomar el ejecutante de la sonata). Exhausto tras ese desafío, la pieza de Beethoven provocó aplausos y demandó un receso para poder encarar la segunda sección del programa.Lavandera pareció dar entonces un giro radical y eligió una selección de tres obras que escribió Saluzzi, con aires que van desde el jazz hasta el folklore del norte argentino («La casa 13», «Claveles», «Donde nací»), y que se editaron en 2015 en el álbum “Imágenes”, publicado por el prestigioso sello alemán ECM. “Saluzzi es un admirador del movimiento romántico, especialmente del alemán”, explicó el pianista en ocasión del aquel disco. La referencia sirve para explicar el cauce musical de la noche.
Luego, con la interpretación de Moment Musicaux Nro. 3 en fa menor y dos movimientos del Impromptus D. 899, Op. 90, de Franz Schubert, la tradición oral sobre el modo de incorporar los acentos y recursos musicales cobró preminencia sobre el registro escrito de la música.
“En las piezas que grabó Horacio Lavandera en ´Imágenes´ yo le mostraba una idea y, al escuchar su ejecución, mi cabeza comenzaba a trabajar” (…) Lo afrontamos desde un punto de vista romántico, es decir menos agresivo, con menos cantidad de notas y trabajando con espacios libres. Una nota que queda hasta que se diluye en el espacio libre que necesita el sonido para equilibrar el silencio”. Esa reflexión del bandoneonista es parte del libro “Saluzzi. Una vida en diez jornadas”, que reúne diálogo del músico salteño con el poeta Javier Magistris y que en un par de semanas estará en todas las librerías del país.
Las conexiones de la noche se multiplicaron. Si de Schubert se ha dicho que es el músico clásico del romanticismo; de Beethoveen se ha afirmado que era el romántico del clasismo. Si bien el juego de palabras puede ser aceptado en este caso a través de la evidente cita a Beethoven de uno de los movimientos del Impromptus, también invita al malentendido. Ya no hay en Schubert -y así lo toca Lavandera- recuperación posible del orden clásico.
Prosiguió el programa con la serie de variaciones sobre un tema en re menor, Op. 54, de Félix Mendelssohn para luego un desenlace -también admisible de ser observado como un brote postrero del movimiento romántico- en la música estadounidense de principio de siglo XX a través de seis canciones de George Gershwin.
El reconocimiento del público justificó los bises -en la misma clave- con obras de Art Tatum y Vladimir Horowitz a modo de evocación de un tiempo musical en el que, cuando parecía todo dicho en la forma de abordaje del piano, empujaron su transformación.
Horacio Lavandera en vivo
Se presentará el 12 de abril en La Pampa, el 14 en Bahía Blanca, el 16 en el Café Berlín de la Capital Federal y luego clausurará su gira en los Estados Unidos.