Es redundante argumentar la necesidad de una nueva cultura escolar. Pero debe advertirse que hay propuestas de cambio que ocultan el afianzamiento de la postura pedagógica más conservadora, tras las luces de la tecnología.
La Secundaria del Futuro que anunció el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene esa característica. En primer lugar, retrocede respecto de las conquistas democráticas del siglo XIX, dejando en evidencia su rechazo a la educación común. Divide a la población adolescente entre los chicos que cayeron en la escuela pública y los que concurren a colegios privados. Estos últimos seguirán recibiendo una base cultural amplia, en tanto los primeros serán sujetos del trabajo.
Debe destacarse la liviandad con la que introduce aquel programa el concepto de trabajo, reduciéndolo a una ficción mientras saca a los chicos del colegio un año antes. Se programa que los chicos permanezcan unos escasos meses en ámbitos empresariales, en un intento que suena más a disciplinamiento que a enseñanza, lo cual condice con la convicción de que los sectores populares tienen una congénita tendencia a la indisciplina.
La comunidad educativa ya ha expresado su rechazo a la improvisación de esta reforma curricular, al avance en la sustitución de los docentes por personal improvisado y a la falta de consulta a los sujetos involucrados. A la política de reducción de la planta docente se agrega la consideración de los alumnos como mentes que pueden ser manipuladas mediante programas de videojuegos y disciplina empresarial. Desde una supina ignorancia de la psicología del adolescente, se apuesta a su pasividad, suposición que ya se dio de bruces con la reacción de rechazo del conjunto de los alumnos secundarios de la ciudad, que mostraron rápidamente su vitalidad.
Frente a la nueva reforma conservadora es inminente que presentemos otras propuestas. Éstas deben tener varias condiciones, entre las cuales se destaca el avance hacia una nueva cultura escolar signada por el protagonismo de estudiantes y docentes, permeada por los intereses juveniles (medio ambiente, arte, deportes, nuevas tecnologías, derechos, construcción de ciudadanía), y la recuperación del trabajo como acción humana creadora, como conjunto de saberes socialmente productivos, como atributo de la actividad intelectual y de la producción material. Y también una consistente enseñanza-aprendizaje de las disciplinas básicas. Los chicos deberán transitar la secundaria comprendiendo la historia político-social en la que están insertos, y desentrañando la dirección pretendida por las fuerzas que pretenden delinear su futuro. La apertura de la imaginación y los proyectos serán mucho más generosos que el estrecho y engañoso concepto de emprendedurismo. «
*Contenido no editorial