Cuando en 1989 cayó el muro de Berlín y al año siguiente implosionó la URSS, muchos dieron por sentado que el socialismo y el comunismo habían sido una mera utopía sin posibilidades de realización efectiva y permanente. Se teorizó sobre el fin las ideologías, se proclamó el triunfo definitivo de las “democracias liberales”, con EE UU como modelo. Pero el tremendo aumento de la inequidad a nivel mundial y el surgimiento de amplios bolsones de pobreza aun en los países más desarrollados aguaron rápido la fiesta del triunfo del capitalismo, arrojando nubarrones sobre su capacidad de llevar a la humanidad a buen puerto.
Las dudas se fueron ahondando a medida de que las crisis del sistema se siguieron produciendo, aunque no hubiera ningún fantasma comunista al que culpar. En la crisis del 2008 se cayó en la cuenta de que el capitalismo era un sistema exhausto, y la bibliografía marxista volvió a salir de los anaqueles y a obtener “raitings” editoriales.
El capitalismo produjo, tras la desaparición de la URSS, una forma de organización política, económica y social que dio en llamarse globalización. El desarrollo de las fuerzas productivas le permitió establecer un sistema mundial hiperconectado y con masivos flujos demográficos permanentes que impulsó la economía mundial a niveles de producción e intercambios sin precedentes. Sin embargo, se cumplió la profecía marxista: las relaciones de producción y propiedad del capitalismo neoliberal no sólo traban el desarrollo de las fuerzas productivas sino que llevan al género humano al desastre, con peligro de extinción.
El capital, en su forma globalizada financiera, llevó a un tipo de producción irracional de objetos no necesarios,creó demandas de bienes fútiles y puso en funcionamiento gigantescos sistemas de servicios suntuarios totalmente prescindibles, con la contracara de miles de millones de excluidos del sistema. Millones de personas viajando por el mundo sin ninguna necesidad real contrastan con inmigraciones desesperadas huyendo de la guerra o la pobreza; inversiones multimillonarias en entretenimiento y abandono de las inversiones en educación y salud.
El Covid 19 podrá ser finalmente controlado (no sabemos a expensas de cuantas víctimas), pero el estallido de un sistema económico y político de altísima fragilidad, como el del capitalismo globalizado basado en la dinámica de grandes grupos de capital financiero sin control estatal, es irreversible.
De esta crisis económica solo se saldrá a partir del retorno a un protagonismo del Estado mucho mayor incluso que en el Siglo XX (Estado-Benefactor) y del armado de un sistema económico mundial con planificación de la producción y del consumo a partir de acuerdos intergubernamentales, en principio, y supra-gubernamentales después. Es decir, con la constitución de una gobernanza política global que articule a los estados nacionales en un gran sistema mundial, con la reestatización de los sistemas vitales para el funcionamiento social como el financiero, el de las comunicaciones y transportes y el educativo y sobre todo el sanitario para empezar. Resuena a Marx ¿no?