Las autoridades de ciencia definieron un nuevo enemigo a combatir: las ONGs ambientalistas que abogan los fundamentalismos y que estarían poniendo trabas al desarrollo de sectores productivos, concretamente al agro y a la minería. Así lo afirmaron en la última reunión del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología, realizada en Tucumán a mitad de semana. Fue comandada por el ministro Lino Barañao, quién no dudó en defender a los agrotóxicos: Estoy seguro de que ha muerto mucha más gente en accidentes de tránsito o electrocutada que por el uso de agroquímicos en los cultivos.
Según el artículo del periódico tucumano La Gaceta, que narra lo sucedido durante la jornada en la Legislatura local, los representantes científicos de distintas provincias coincidieron en reclamar por el rechazo de organizaciones ambientalistas a proyectos extractivistas, que en muchos casos finalizan en la Justicia. Tenemos que librar una batalla contra los fundamentalismos, fue una de las frases más escuchadas en el recinto.
Para la ciencia gubernamental, esos fundamentalismos están encarnados por agrupaciones ambientalistas que en reiteradas ocasiones ponen trabas a sectores productivos, principalmente la minería y la agricultura, y más específicamente por la resistencia al uso de agroquímicos, con la consecuencia de un atraso social y económico.
Los reproches se centraron en que estas ONG tienen poder de fuego comunicacional más fuerte que las propias carteras científicas, que sus postulados llegan más a la gente y en último término a los juzgados. En ese marco Barañao opinó ante sus colegas: Estoy seguro de que ha muerto mucha más gente en accidentes de tránsito o electrocutada que por el uso de agroquímicos en los cultivos. Sin embargo, ninguna de estas organizaciones ha salido a manifestarse en contra del automóvil o de la energía eléctrica. Pienso que se debe principalmente a que el beneficio de andar en auto o de encender la luz de la casa es mucho más cercano y palpable que el beneficio que trae, por ejemplo, un emprendimiento minero. Luego, acotó: Pero también hay que ser realistas: sucede que muchas veces los beneficios de un emprendimiento minero, que promete construir escuelas y hospitales y emplear mano de obra local, no se concretan. Entonces la sociedad no ve que haya beneficios.
El llamado terminó siendo a concretar una minería inteligente que tenga el menor impacto ambiental posible y la mayor cantidad de beneficios para las comunidades, que sea sustentable y sostenible en el tiempo. Y remarcaron, como clave de ese proceso: convencer a la sociedad de todas las mejoras que sería capaz de acarrear.
Barañao, que también aprovechó la oportunidad para sostener que la política de reducción del déficit fiscal es temporal, hasta que la economía del país se recupere y la ciencia se convierta en el motor de desarrollo económico y social, graficó su pensamiento sobre los ambientalistas: La diferencia entre un ecólogo y un ecologista es la misma diferencia que hay entre un enólogo y un borracho.
Esa ciencia que se cree neutral, que cree que puede justificar cualquier acción u omisión en el altar del supuesto monopolio del conocimiento, esa ciencia que cierra filas ciega y corporativamente, que subestima los saberes de las comunidades como si éstos fueran producto de la superstición o la ignorancia, que cree que las sociedades afectadas no tienen derecho, ni talla para opinar. Esa ciencia no la queremos, enfatizó Enrique Viale, presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas. Y acotó: Queremos una ciencia digna, al servicio de los pueblos y el interés general. No podemos prescindir de la ciencia. Pero de aquella que apueste a la construcción colectiva de un saber experto independiente, de carácter no sólo interdisciplinario, sino también dialógico, en vinculación con las comunidades afectadas.