Embarcado en la misión de reducir el déficit fiscal, el gobierno ponderó con entusiasmo los datos de ejecución presupuestaria del sector público correspondientes a noviembre. No tanto por el resultado final, que volvió a ser negativo como a lo largo de todo el año, sino porque el ritmo del gasto público se desaceleró fuertemente y evolucionó apenas por encima de la inflación.
De acuerdo al informe brindado por la Secretaría de Hacienda, el déficit primario fue negativo en $ 58.693 millones, cifra que se amplía a $ 127.029 millones si se incluye el pago de intereses de la deuda pública. Los ingresos totales fueron de $ 468.452 millones: en ese capítulo se observó un mayor ritmo de crecimiento en la recaudación tributaria, que ayudó a compensar la desaceleración en los ingresos por seguridad social (luego de las excepciones y rebajas a empresas a causa de la pandemia) y derechos de exportación.
Lo que valoran las autoridades, sin embargo, es la contención del gasto, que en noviembre totalizó $ 527.145 millones, un 40,5% más que el mismo mes del año pasado. Si se le descuenta la inflación interanual medida por el Indec, la cifra es apenas 3,5% mayor que un año atrás. “Se registró el menor guarismo interanual del año, incluso comparado con aquellos observados pre pandemia”, destacaron en el Ministerio de Economía mientras enarbolaban un gráfico mostrando que en abril y en mayo, los tiempos más duros de la crisis, el gasto nominal casi duplicaba el del mismo período de 2019.
El déficit primario acumulado desde enero equivale a 5,1% del PBI. Aunque diciembre suele acarrear resultados bastante desfavorables por motivos estacionales (pago del aguinaldo y cierre de ejercicio, entre otros motivos), el rojo va a quedar por debajo de los siete puntos que hasta poco tiempo atrás se daba como seguro. Ese ítem es uno de los que más preocupación causa en el Fondo Monetario Internacional, cuyo staff técnico negocia con el equipo económico un nuevo programa de ayuda financiera. En el Presupuesto 2021, el Ejecutivo se había comprometido a bajar ese saldo a 4,5% del PBI para el año que viene, aunque el ministro Martín Guzmán ya dio a entender que la reducción será todavía mayor.
A pesar de la satisfacción oficial, los datos dejan al gobierno expuesto a las críticas de un extremo y del otro del arco político. El ala liberal ortodoxa le recrimina la disparada del déficit, la suba de subsidios (que el mes pasado insumieron $ 52.813 millones) y que la principal fuente de financiamiento sea la asistencia del Banco Central, con el consecuente desborde monetario: las planillas revelan que el mes pasado la entidad transfirió utilidades por $ 150 mil millones. Desde el progresismo y la izquierda le reprochan que las señales de austeridad se emitieron a costa de los sectores más afectados por la pandemia, a los que se les cancelaron programas de ayuda, como el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), por más que las prestaciones sociales subieron 46,8% interanual, por encima del promedio de gastos.