Algunos lo tildaron de burrada y otros de eurocentrismo, aunque la opinión unánime es que se trató de una valoración propia de la ignorancia. El pasado 1 de marzo, Miguel Ángel Pichetto tuvo comentarios despreciables para con la cultura popular nacional. “¿Viste el charanguito? Esa música del norte, no tiene nada que ver con la Argentina”, afirmó el diputado en una entrevista en la que se abordó la migración y los cambios en la identidad argentina. Sucedió en 540°, espacio que conducen en el streaming Cenital los periodistas María O’Donnell y Ernesto Tenembaum, cuyos rostros perplejos evidenciaban la xenofobia que encerraba el rapto rastrero. Y por si no quedó claro lo que intentó decir, el referente político de Encuentro Federal remató: “El folklore no tiene nada que ver con el charanguito, no tiene nada que ver”.
El charanguista Rolando Goldman opinó días más tarde en otra nota que la insólita declaración de Pichetto se debe “tomar como parte de la ofensiva que los sectores más retrógrados vienen impulsando en el terreno de la cultura”. Mientras que las redes sociales reaccionaron con una especie de “charangazo” virtual, donde se puso el foco en la reivindicación de la obra del desaparecido Jaime Torres, uno de los mayores exponentes del instrumento. A través de esa misma vía, Gustavo Santaolalla salió a responderle con los tapones de punta al legislador. “Realmente lamentable, ignorante, discriminatorio el comentario”, arrancó el descargo del músico, compositor y productor, comunicado mediante. “No puedo entender el sentido de una afirmación tan gratuitamente ofensiva, irrespetuosa y arrogante”.
En medio de su desconcierto, el otrora integrante del grupo Arco Iris explicó: “El charango es un instrumento oriundo del norte de Argentina, Bolivia y el sur de Perú. Junto a la quena, pincuyo, sikuri, zampoña, caja y más, forma parte de una música conocida como andina, muy enraizada en la provincia de Jujuy. Aunque hoy es interpretado por gente de todo tipo de etnias”. De todas formas, Santaolalla insistió: «No se puede definir una identidad argentina que no incluya a todos los habitantes de nuestro país”. “Definitivamente, hay miles de personas, y no solamente en el noroeste argentino, sino en todo el país y en otros lugares del mundo, que identifican a la música andina y al charango como a una de las expresiones que conforman la identidad musical argentina”, señaló.

La polémica se produjo mientras el artista se encuentra celebrando los 25 años de Ronroco, disco que rinde tributo al homónimo instrumento de origen boliviano y que pertenece a la familia de los charangos. Sin embargo, a contramano de su pariente, cuya difusión se consolidó en el periodo del Virreinato del Perú, éste surgió en los años cuarenta del siglo pasado y tiene en el lutier Mauro Núñez Cáceres a su inventor. “A diferencia de otros instrumentos que son de una misma familia, como el saxo tenor, el saxo alto o el saxo soprano, el sonido es bastante similar, en lo que se refiere a duración y timbre. Lo que cambia es el registro”, describe el célebre músico. “Lo que pasa con el ronroco es que tiene un registro más grave que el del charango, pero cambia sustancialmente y dura mucho más”.
A propósito del aniversario, este trabajo volvió a ver la luz a través de una reedición cuidada, publicada por el mismo sello que lo lanzó en 1998, el neoyorquino Nonesuch Records. “Aparte de remasterizarlo en el estudio de Bernie Grundman (masterizó álbumes para Michael Jackson, Prince, Joni Mitchell y Luis Miguel), en esta ocasión el disco salió por primera vez en vinilo. Así que es apto para audiófilos”, advierte el ganador de dos Grammy y 19 Latin Grammy. “Este disco materializó un lado diferente y menos conocido de mí. El reto era mantener la sencillez sin renunciar a algunas asperezas, manteniéndome dentro de los límites de la sutileza y la delicadeza que necesita esta música. Es como la piedra fundamental de mi historia con el instrumento y con esa música”.
Cuando apareció Ronroco, Santaolalla tenía 46 años y se había transformado en el “Rey del rock latino”, a partir de su rol de productor de discos exitosos de grupos como Los Prisioneros, Café Tacvba, Molotov y Divididos. No obstante, su confección, de la que fue parte su socio y sempiterno colaborador, Aníbal Kerpel, le llevó 13 años. “Yo crecí en una familia en la que no hay músicos, pero sí mucha avidez por consumir música. En mi casa se escuchaba folklore, tango, música clásica y también lo que venía de Estados Unidos. Eso me marcó, y creo que queda en evidencia en los más de 100 álbumes que produje”, desmenuza. “El ronroco lo toco desde que soy niño, por lo que vengo coleccionando canciones y pensamientos. La idea era hacer un disco no tradicional, un paisaje sónico”.

En simultáneo con la realización del disco, surgió la propuesta de producir un compilado en el que participaba su admirado Jaime Torres. Cuando le mostró esas canciones en las que el ronroco dialoga con músicas de otras partes del mundo, nunca le contó que eran de su autoría. Pero el Maestro se dio cuenta, y le dio su bendición: “No hay regla de cómo se toca el instrumento y vos le encontraste el espíritu”, le dijo. La importancia de Ronroco en la obra de Santaolalla radica en que le abrió las puertas del cine. De sus 12 temas, Iguazú fue usado en la película The Insider, protagonizada por Al Pacino y Russell Crowe. Lo que derivó en que luego fuera convocado para hacer la banda de sonido de Amores perros, Brokeback Mountain y Babel. Por estos dos últimos films, obtuvo el Oscar a la “Mejor banda sonora”.
Tanto el ronroco como el charango también fueron parte de la banda de sonido de The Last of Us, el videjuego de acción, aventura y terror ambientado en un Estados Unidos post apocalíptico que se transformó en una serie de gran éxito. “The Last of Us, el tema central de la banda de sonido, está compuesto en 6×8 y es un ritmo muy latinoamericano, bastante cercano a la chacarera o el joropo, y lo hice con un ronroco”, confirma el músico nacido en localidad bonaerense de El Palomar, en 1951. “Por ahí nadie asocia a esa canción con un ronroco. No sólo me interesa el tema de hacer canciones, sino también la grabación en sí. O sea, el arte de hacer discos, como artista y como productor. Al principio, fui resistido porque no se le presta mucha atención a la música en el cine o en los videojuegos, pero siempre fui un outsider en lo que hago”.
Tras el éxito que tuvo la banda de sonido de la primera temporada, publicada en 2013, a Santaolalla le encargaron la de la secuela, lanzada al año siguiente. “Soy muy mal gamer, pero mi hijo cuando era pequeño era muy bueno. Ahora ya está grande”, manifiesta. “Cuando hicimos la parte 1, me gustaba mucho mirarlo jugar. Y en ese momento pesaba que si alguien, algún día, se conectaba de una manera más emotiva con el jugador cambiaría todo. Después de los Oscar, varias compañías de video juegos me presentaron propuestas, y eran más de lo mismo. Y cuando conocí a Neil Druckmann (director creativo de The Last of Us) me di cuenta que eso era lo que buscaba. Creo que produjo un cambio muy fuerte, y tiene que ver con todo. Es más, me dijeron que la gente lloraba con el videojuego”.

Al mismo tiempo que gira con Bajofondo y su proyecto solista, el artista presenta Ronroco por todo el mundo. “En el tour me acompañan algunos de los músicos de la banda de mi show como solista”, introduce. “Hay ronrocos, charangos, guitarrón, violín y viola. Es muy acústico el concepto, así como íntimo y espiritual. Además de Ronroco, estamos tocando los temas de Camino, que es la continuación”.
La efeméride del álbum la completan un perfume, a cargo de Fueguia 1833 (laboratorio creado en Milán por el argentino Julián Bedel) y que tendrá el aroma del ronroco. También se están preparando un par de instrumentos que tendrán su firma y aval. “Los estoy haciendo con Julio Malarino, gran lutier argentino”, ahonda. “Venimos trabajando en esto desde hace más de un año, haciendo diferentes prototipos”.
Ronroco – Gustavo Santaolalla
- “Way Up”.
- “Gaucho”.
- “Atacama”.
- “Coyita”.
- “Jardín”.
- “De Ushuaia a la Quiaca”.
- “Zenda”.
- “Lela”.
- “Iguazú”.
- “Pampa”.
- “Del pago”.
- “La vuelta”.
- Versión remasterizada.
Un puente sólido hacia la música urbana criolla
Incluso el ronroco estuvo presente en la colaboración que consumaron el año pasado Wos y Gustavo Santaolalla en la canción «Melancolía», partícipe del más reciente disco del rapero, Descartable.
La relación entre ambos artistas se remonta a la edición de 2022 del festival musical mexicano Vive Latino, tras sus respectivos shows se dio un auspicioso encuentro que daría pie a resultados concretos. «Melancolía» es una cumbia, con aires de carnavalito, en la que el álter ego de Valentín Oliva versa sobre la realidad de cualquier país latinoamericano, aunque nunca fije el dedo en un punto exacto del mapamundi.
Junto con Francisco Azorai y Evaly, Santaolalla estuvo a cargo de la producción del tema. “Fue un momento muy especial. Desde hace tiempo que soy fan de su trabajo, y lo considero uno de los artistas más importantes de la nueva generación”, justificó el exlíder de Arco Iris.
“Sus letras y música reflejan a un creador inteligente, comprometido con su arte y su público -señala con admiración Santaolalla-. Su lírica punzante va de un crítico comentario social a una genuina búsqueda existencial, siempre con una gran carga emotiva”.
Pero no fue la primera vez que el artista instalado en Los Angeles (Estados Unidos) reunió fuerzas con un referente de la música urbana criolla.
En 2022, esta vez mediante su laboratorio de música rioplatense bautizado Bajofondo, convocó Ysy A para interpretar la canción «Sonido nativo del río».
En realidad, fue el rapero el que había contactado previamente al autor del disco solista GAS, que este año celebra su 30 aniversario, a raíz de sus experimentos con el tango.
“Fue un sueño poder hacer algo juntos, y cómo lo fuimos laburando”, reconoció Santaolalla luego de la enriquecedora experiencia.