El compositor Guillo Espel acaba de publicar un nuevo trabajo, Ámbar púrpura (Música sinfónica, de cámara y para solistas Vol. III). Se trata de un panorama de sus últimas composiciones creadas para distintas formaciones instrumentales, como “Los bordes tuercen” (2017)  para piano, “Una confiable irreverencia” (2015-2016) para orquesta sinfónica”, “Habrá algo de aquel que permanecía perfectamente inmóvil” (2018) para arpa, bandoneón y flauta, “El círculo imaginado” (2021)  para ensamble de 10 instrumentos (doble quinteto), “Lo azul a través de un hueco” (2023) para marimba y cello, “Concierto para trompeta y orquesta (2020) y “Ámbar púrpura” (2019) para vibráfono.

Estas obras permiten dimensionar el rico universo musical de Espel que en sus diferentes formaciones genera texturas y profundidades sonoras, apelando tanto a un instrumento solista como un vibráfono o un piano, o a la amplia coloratura tímbrica que ofrece una orquesta sinfónica.

Por medio de un meticuloso trabajo en la partitura, Espel explora las múltiples posibilidades que le brinda cada formación instrumental. En conjunto, el álbum lleva al oyente a una sorpresa constante, la misma que Espel experimenta en el momento de encarar cada nueva composición, tal como lo expresa en este diálogo con Tiempo.

Guillo Espel

-¿Con qué criterio seleccionaste el material  de Ámbar púrpura?

-Este álbum es una combinación de obras que compuse en los últimos siete años. Este tercer volumen es una continuidad de otros dos discos que publiqué en su momento y que forman parte de una colección subtitulada “Música sinfónica de cámara y para solistas”.

Esos dos trabajos anteriores fueron De raíz folklórica, que publiqué en 2000 y Hojas de hierba, que salió en 2011. En ambos no participo como intérprete sino que me muestro como compositor dentro de lo que suele encuadrarse dentro de la música académica.

“Música académica” es  un concepto que, sinceramente, me parece que está bastante fuera de mis intereses. Pero en cierto modo detalla un poco el tipo de composición y la contextura técnica de obras que son concebidas para otros intérpretes o formaciones instrumentales.

Siempre pensé la música como un cuerpo especial y único. En la música no me planteo ni dicotomías ni diferencias respecto de lo que escribo para mí en mi rol de intérprete, o lo que escribo para otros intérpretes o formaciones.

Cuando toco con alguna de mis formaciones, como el Cuarteto con el que nos vamos a presentar el domingo 23 en el CCK (Palacio Libertad), lo hago de una manera pero entiendo que cuando mis obras son encaradas por  otros músicos el tratamiento puede, y muchas veces debe, ser diferente.

-¿Qué te planteas en el momento de componer una nueva obra?

-Hay diversos tipos de preocupaciones en cuanto al planteo estético de una obra. Tomo los materiales sonoros como una fuente que me inspira distintos caminos. Me interesa trabajar sobre la esencia de un sonido en sí mismo y, simplemente, ver hacia dónde transita esa música que surge. A veces  ese recorrido tiene que ver con aspectos tonales y otras veces, no. Pero siempre estoy dispuesto a dejarme sorprender por lo que va surgiendo en la partitura.

Por ejemplo, alguien me decía que la composición para vibráfono que está en el último trabajo podría también estar enmarcada en cualquier disco de jazz. A mí nunca se me ocurre en qué tipo de disco o contexto podría estar enmarcada una composición mía.

Cuando compongo estoy pensando en materiales, en registros o en transmitir emociones. En este nuevo disco hay dos obras sinfónicas bastante importantes en cuanto a su formación orquestal, que son el “Concierto para trompeta y orquesta” (2020) y “Una confiable irreverencia” (2015-2016)  que tienen un desarrollo instrumental y una densidad sonora muy complejos .En el otro extremo del arco sonoro está “Ámbar púrpura” (2019) para vibráfono solista o “Lo azul a través de un hueco” (2023) para marimba y cello.

En ambos casos las intenciones estéticas parecen contrastar con las obras orquestales o con “El círculo Imaginado” (2021)  para ensamble de 10 instrumentos. Las variantes sonoras que se presentan en el disco parecen incompatibles y entiendo, además, que incluir este tipo de variantes en un álbum no es la mejor manera de difundirlas. Pero, como en el caso de los dos anteriores volúmenes, es una forma de crear un panorama de lo que me interesa expresar como compositor.

-Hablamos de “disco”, pero hoy casi toda la música se difunde por medio de las plataformas digitales. ¿Qué ventajas o desventajas tiene este nuevo modo de difusión?

-Creo que con las redes y la tecnología uno tiene más posibilidades de difundir su obra. Afortunadamente la gente me sigue por aspectos de mi música, aunque no necesariamente por todo lo que produzco. A algunos les interesa mi labor como compositor de música académica, a otros, mis trabajos como intérprete al frente de mi cuarteto. Yo soy un agradecido de que a la gente llegue a lo que hago en la forma en que decida exponerlo, ya sea con mis composiciones, con mi labor como arreglador de artistas de música popular o como líder de una agrupación.

Eso es lo que yo busco en el momento de tomar el lápiz y empezar a jugar en una partitura. Es un momento íntimo. Me siento a escribir algo y pienso que tal vez el viaje me va a remitir casi con exclusividad cosas que hice anteriormente. Pero el objetivo que me planteo siempre es encontrarme en un otro lugar.

El juego para el compositor es dejarse sorprender. Y me parece que mientras uno pueda hacer eso, vale la pena seguir componiendo. Y todavía es más satisfactorio, si lo podés transmitir.