El gobierno de Javier Milei tiene el objetivo de arrasar con todos los derechos que la sociedad argentina construyó en estos 40 años de democracia. Esto incluye, por supuesto, las políticas que intentan corregir discriminaciones y desigualdades que durante siglos han sufrido las mujeres y las diversidades sexuales. Es una agenda impulsada por el gobierno más allá de lo que pasa en la sociedad. Ahondar la discriminación y la desigualdad no es una demanda de millones de argentinos. Lo demostró claramente la masiva marcha antifascista de este sábado primero de febrero, que se desplegó en más de 100 ciudades de la Argentina y unas 30 en el resto del mundo. Fue una movilización diversa, en la que el gobernador Axel Kicillof recibió el reconocimiento de quienes ven en él una referencia central de la defensa de los derechos.
Milei y sus funcionarios impulsan este retroceso porque se trata de instalar un modelo social de exclusión y de supremacía de una pequeña minoría por sobre el resto.
La extrema derecha en todo el mundo sabe que los feminismos y los colectivos LGBT+ son sus principales adversarios para el modelo de sociedad que quieren imponer. Saben perfectamente que se trata de una disputa por la redistribución más justa de las riquezas y el poder. La derecha no rechaza las agendas feministas por casualidad. Ataca nuestros derechos porque nos necesita fuera del camino para consolidar su modelo de privilegios, saqueo y desigualdad extrema.
Por eso, el presidente se dedica a estigmatizar, mentir, violentar, en definitiva, instalar el odio y el antagonismo con quien vive y piensa diferente a él. Como lo hace también con los derechos ambientales, con las personas con discapacidad o con quienes se atreven a soñar con una sociedad más justa y solidaria.
Algunos ejemplos de los últimos días: el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, dijo que el femicidio como agravante de un asesinato es un «privilegio». Pretende volver a la figura del crimen pasional, que atenúa el castigo por el asesinato de una mujer en un contexto de violencia de género. El crimen pasional abordaba el femicidio en el marco de la «emoción violenta».
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, dijo que «los homosexuales pueden vivir su sexualidad en las cuatro paredes de su casa y no hay problema». Es una visión medieval, en la que algunos argentinos no deberían tener la libertad de demostrar su amor en el espacio público como hace cualquier pareja que camina de la mano o se besa en una plaza. El estigma y la negación de la diversidad de familias y maneras del amor sólo implicó sufrimiento y desavenencias. Por el contrario, reconocerlas y convivir con igualdad de derechos mejora nuestros vínculos y la vida cotidiana.
La frutilla del postre fue el presidente Milei en Davos, cuando dijo que las parejas homosexuales eran pedófilas. Es una afirmación que se choca por completo con la realidad. El abuso infantil es un tema muy complejo y delicado como para abordarlo del modo tribunero y sensacionalista que utilizó el presidente en Suiza. Lo cierto es que la mayoría de los casos de abuso son intrafamiliares y cometidos por varones que se autodefinen como heterosexuales.
No resulta fácil explicar estos discursos. No representan una demanda de la sociedad. El gobierno está instalando esto para llevarnos a una agenda de retroceso porque están impulsando un programa de exclusión.
Tuvimos que luchar mucho en estos 40 años de democracia. Fue la lucha de las Madres y las Abuelas la que empujó para que cada vez tuviéramos más Derechos Humanos en todos los sentidos.
Ahora son las máximas autoridades del país las que están agitando prejuicios sociales muy antiguos. Lejos de estimular el respeto a las diversidades de todo tipo, la empatía, la convivencia, estimulan una sociedad de enemigos, de antagonistas, en la que reine la desconfianza y el odio entre quienes viven o piensan distinto. Vemos con pavor ejemplos como el que ocurrió esta semana en Cañuelas, donde se quemó la casa en la que vivió una familia de lesbianas. No hay vueltas, en una sociedad habitada por el odio y los prejuicios no es posible vivir con menos violencias y en libertad. Por eso la marcha de este sábado fue la respuesta de cientos de miles de compatriotas. En todo el país dijeron, de verdad (y no de la manera hipócrita en que utiliza esta palabra el presidente): viva la libertad, que sólo es posible de la mano de la igualdad. «