Uno de los primeros conceptos que suelen escuchar los estudiantes de teatro es “extrañamiento”. Viene del formalismo ruso y funciona como una llave para insuflar de vida a la escena. El molde donde se fraguan los gestos del cuerpo, la voz, y hasta los pensamientos con los que habitamos lo cotidiano debe romperse, subvertirse para que aparezca algo nuevo y movilizador. Luego vendrá la palabra, la puesta, las escuelas y los estilos, pero el grado cero de la teatralidad es salir del registro de lo común para que lo extraordinario, lo siniestro, se manifieste.
Griselda Siciliani, igual que muchos y muchas de sus colegas de la industria de la televisión, siempre vuelve al teatro a buscar esa química poderosa. Formada como bailarina, actriz y cantante, su arribo a la pantalla chica estuvo marcado por personajes entrañables y exagerados, como el que interpretó en 2006 en Sos mi vida, por El Trece. Y si bien a lo largo de su trayectoria pudo abordar papeles muy distintos (como en Morir de amor, la miniserie de Telefe; o El último Elvis, el film de Armando Bo), es su veta histriónica y clawnesca con la que ganó popularidad e incluso, la que ella misma elige cada vez que retoma la tarea escénica. Pura sangre, el amor es un monstruo es su nueva obra, definida como una “comedia ácida” que intenta abordar (y bien al borde) los mandatos culturales que median y moldean las relaciones humanas.
“Mis personajes siempre tienen una neurosis extrema. Es una característica que me interesa, me divierte, que le queda bien a mi instrumento, y entonces en los espectáculos que hacemos es como si creáramos un traje a medida para ese abanico expresivo”, cuenta la actriz.
Escrita junto con su eterno colaborador, el coreógrafo y actor Carlos Casella, y la actriz y directora Jorgelina Aruzzi, en Pura sangre, el amor es un monstruo Siciliani reincide no solo en la temática sino en la forma, ya que actúa, baila y canta como lo ha hecho en otras puestas, entre ellas Sugar o Corazón idiota. En este caso, Aruzzi y Casella dirigen pero no la acompañan en escena para secundar a su nueva encarnación, un personaje al que Siciliani define como “tremendo y desastroso”, que mostrará por primera vez este viernes, en el teatro Multitabaris.
–¿Por qué el amor es un monstruo?
–Nos encanta esa metáfora, y la del caballo pura sangre que tiene que competir, ganar, triunfar y ser perfecto. Pero para eso va a entrar a un sistema de doma donde va a hacer lo que tiene que hacer, lo que le digan, y si se sale de eso va a ser sacrificado. Lo del monstruo me encanta porque significa un montón de cosas: algo gigante que no podés abarcar ni catalogar, temible pero atractivo, diferente a todo. El monstruo es aquello con lo que no podés.
–¿Qué es “hacer lo que hay que hacer” para este personaje?
–Cumplir con los mandatos que todos conocemos, que en la obra se escuchan claramente, a viva voz, a través de estos cinco actores que representan a la sociedad, a la cultura, el sistema, la familia, los amigos y la propia autoexigencia. Los mandatos que cuestionan por qué una mujer no tiene pareja o no es madre… Los lugares comunes que todos hemos escuchado: “arreglate”, “vestite”, “andá a buscar”, “no te quedes sola”, “no te muestres frágil”. Hablamos mucho de la estigmatización de la fragilidad. De no respetar el deseo que tiene este personaje, porque nada de todo esto es en sí mismo malo o bueno, simplemente tiene que coincidir con el deseo, no con un mandato social. Y este personaje no tiene idea de quién es, ni de cuál es su deseo: lo primero que quiere es obedecer la norma. Y por eso es un personaje totalmente estragado y arrasado, porque está decidida a cumplir y adaptarse, y eso la lleva a un precipicio… A veces me acuerdo de Thelma y Louise. En este caso, si ella no se encuentra a sí misma, ya no tiene dónde ir.
–En relación con estos mandatos, ¿qué sentís que está cambiando?
–Muchas cosas, pero es difícil igualmente esa deconstrucción. A veces es más una sensación. Me ha pasado en este mismo derrotero de prensa, que estás hablando sobre los mandatos y parece que te están entendiendo, hasta que de repente viene la pregunta: “¿por qué hace tanto tiempo que estás sola? ¿Cuándo vas a blanquear una relación?”. Incluso las palabras que usan son desagradables.
–¿Y no habrá ahora también una especie de contramandato de deconstruirlo todo?
–¡Ay, no quiero spoilear la obra! (risas). Solo diré que hay un momento en el que ella, mi personaje, está muy mal, se va a la mierda. Muerde banquina y empieza a ser muy incorrecta, y ahí hacemos un trabajo humorístico sobre la cultura de la cancelación.
Personal y colectivo
De las actrices que formaron parte de la marea verde, Griselda Siciliani fue de las más activas. En su caso, no solo militó por la legalización del aborto sino que también acompañó la denuncia de abuso sexual de Thelma Fardin contra Juan Darthés.
–En los últimos años fuiste una vocera de algunos de los temas más importantes de la agenda feminista. ¿Cómo te encontraste con eso, tanto en lo personal como desde tu rol de personaje público?
–Yo suelo tener mucho cuidado en esto de usar mi capital, que es la popularidad, para amplificar un mensaje con el que estoy de acuerdo. Porque después, el trabajo arduo lo hace otra gente. Sin desmerecer el valor que tiene amplificar temas importantes, es simplemente eso, participar para darle más voz a algo con lo que coincido. Tampoco lo hago con todas las causas sino con las que me convocan, como la legalización del aborto. Decidí poner en juego mi capital aun a riesgo de perderlo, o perderlo en parte, porque hay muchos detractores. También sentí muy personal la denuncia de Thelma. Eso no quiere decir que una vaya a abordar todas las causas con las que coincide o apoya, no en todas me expongo.
–¿Y cuál es la vara para medir eso?
–Es personal. Yo te diría que me acerqué al feminismo desde el psicoanálisis, desde mi propio conocimiento de quién soy. En estos años, sobre todo, con más trabajo hecho, siento que mi propia vida y mis propios actos me acercan mucho más al feminismo que un slogan. Siento que mi vida y mi autonomía me definen como feminista. Lo siento mucho más coherente.
–Y pensando en casos resonantes como el de Fabián Gianola, ¿sentís que han cambiado cosas en el trabajo cotidiano con los productores, los actores, las actrices, en relación al acoso o el abuso?
–Cuando ocurren estos hitos con nombre y apellido, me parece justo. Porque al menos en el ambiente de la actuación, lo más común no es que un compañero te acose. A veces las generalidades son cómodas y siento que las mujeres que le han puesto nombre y apellido a sus acosadores o abusadores logran un verdadero acto de valentía y de justicia. Primero, para no revictimizarse más: que se diga el nombre del acosador, no todo el tiempo el de la víctima. Y después, para no poner a todos en la misma bolsa, porque si todo tiene el mismo valor, nada tiene valor. Es muy distinto decir esto es acoso, esto es abuso, y lo hace esta persona y esta otra.
–¿Cómo ves los lugares que ocupan las mujeres en la industria?
–Es algo que se está abriendo, las oportunidades, los cupos. También hay una cuestión que es no replicar las fórmulas machistas, incluso si hay mujeres trabajando. Creo que de a poco nos vamos dando permiso para revisar muchas cosas. «
Pura sangre, el amor es un monstruo
Dirección: Carlos Casella, Jorgelina Aruzzi. Actúan: Griselda Siciliani, Eddy García, Rakhal Herrero, Juan Cruz Martínez Mosquera, Hervé Segata y Nicolás Tadioli. A partir del 18 de febrero, de miércoles a domingos en el teatro Multitabaris: Av. Corrientes 831.
Una pausa productiva y un sueño hecho realidad
Griselda Siciliani bromea acerca de cuánto le gusta estar encerrada, disfrutando de esa percepción de “tiempo circular” que los tiempos alterados de la primera fase de la cuarentena impusieron. Sin embargo, concretó muchos proyectos. “En 2020, justo había terminado de filmar en Barcelona y después volé los primeros días de marzo a hacer unos castings a Los Ángeles. Cuando volví, se paró el mundo. Estuve encerrada hasta octubre, muy tranquila, la pasé muy bien con mi hija, asumiendo por supuesto los privilegios que tuve, como un lugar donde estar, poder comer y dormir, más allá de la angustia que atravesaba al mundo. Soy muy casera”. En ese tiempo de introspección también se decidió a armar lo que llama su “dream team”, con Carlos Casella y Jorgelina Aruzzi. “Con Carlos somos un matrimonio teatral de larga data y con Jorgelina tuvimos un enamoramiento desde Educando a Nina”, define. “Por fin pudimos cumplir y darle forma a ideas que teníamos hace bastante y escribir esta obra juntos”.
De los Goya a González Iñárritu
En los últimos años, la carrera de la Siciliani estuvo marcada por participaciones muy importantes dentro del mercado internacional. En 2021, fue nominada a los a los Premios Goya en la categoría Actriz Revelación, a partir de su trabajo en Sentimental, la película del catalán Cesc Gay que la actriz argentina protagonizó junto con Javier Cámara, Belén Costa y Alberto San Juan. Sentimental es ni más ni menos que la versión cinematográfica de la obra Los vecinos de arriba, también escrita por Gay. “Cesc es un gran director, cálido, genial. Lo de los Goya fue una sorpresa total… Un día amanecí y vi a Ana Belén diciendo mi nombre y fue increíble”, recuerda con emoción Siciliani.
Además del film español, rodado antes de la pandemia, el año pasado la actriz pasó muchos meses filmando en México la comedia Bardo, bajo las órdenes del director Alejandro González Iñárritu, una experiencia sobre la que no puede adelantar demasiado. “Estoy muy feliz y también por eso, cuando llegué de México, me dije sobre Pura sangre, el amor es un monstruo: ‘¡Es ahora!’. Sentí que teníamos un tiempo limitado para aprovechar, porque después es tiempo de compromisos”.