“Con $10 mil por mes no se puede vivir” se atrevió a decir, más de una vez y mostrando indignación, el afamado periodista Samuel “Chiche” Gelblung en los programas que conduce por TV. La frase cayó muy mal entre sus empleados que redactan y editan el portal de noticias Diario Veloz que, no sólo ejercen su profesión sin registración alguna sino que, además, han tenido que soportar desde fines de 2017 fuertes retrasos en el pago de sus haberes. A esta altura acumula una deuda equivalente a siete salarios, medio aguinaldo, vacaciones y “centenares de horas extras”.

Así lo denunció un grupo de trabajadores al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) que, a través de uno de los estudios de abogados que lo asisten, exigió la regularización inmediata de la situación al propio Gelblung luego de la quiebra y disolución de la Compañía General de Producciones que editaba el portal y se encontraba a nombre del guardaespaldas personal del empresario.

El uso de testaferros es una práctica tristemente habitual en las empresas periodísticas. Sin ir más lejos, la empresa Balkbrug S.A. que editaba este diario antes de su recuperación por parte de los trabajadores, estaba registrada a nombre del chofer personal de su dueño real, Sergio Szpolski quien, a través de esa operatoria, dejó librados a su suerte a 200 trabajadores sin pagar sueldos ni indemnizaciones.

La mañana del jueves 21 de diciembre de 2017, en medio de un clima de incertidumbre, un síndico se apersonó junto a dos oficiales de policía en la redacción de Diario Veloz entonces ubicada en la calle Jean Jaures al 600 y procedió a desalojar a quienes allí se encontraban (personal de administración, jefe de redacción, periodistas y el cadete).

Desde entonces, los cinco trabajadores de prensa continuaron con sus labores periodísticas desde sus domicilios, bajo la promesa de Chiche Gelblung de que «todo se regularizará en breve”. Las indicaciones laborales y editoriales recayeron en la persona de Gelblung como lo acreditan las decenas de mails y mensajes de whatsapp que emanaban de las cuentas del afamado periodista y que los trabajadores conservan como prueba de ese difuso vínculo laboral.

Pero, al contrario de lo prometido por Chiche, la situación de los trabajadores de prensa se fue deteriorando en forma acelerada. Los y las periodistas que percibían recibos de sueldo dejaron de hacerlo mientras que otros recientemente contratados jamás gozaron de ese supuesto privilegio.

El pago de los salarios, irregular y con un monto definido arbitrariamente, se realizaba a través de un fajo de dinero identificado con un papel autoadhesivo con el valor y el beneficiario escrito en birome. Cada periodista se veía obligado a llevar un cuaderno de anotaciones propio puntualizando las horas extra trabajadas, los pagos percibidos y la deuda acumulada como única prueba de su situación. Mensualmente, y en pagos parciales, percibían poco más de la mitad del sueldo convenido.

Chiche, una y otra vez, prometió regularizar la situación de una sola vez. Paradójicamente, una de los tantos compromisos de pago y regularización se sustanció en una reunión de trabajo de todo el equipo en una confitería ubicada debajo del domicilio personal de Gelblung, el 7 de junio, día del periodista que, desde 2013, fue restituido como día no laborable para los trabajadores del gremio.

Luego de varias promesas incumplidas, un grupo de trabajadores decidió canalizar su malestar por la vía gremial y judicial. Miembros de la Comisión Directiva del Sindicato de Prensa de Buenos Aires intentaron abrir una negociación con Gelblung que resultó infructuosa por la negativa del empresario a reconocer cualquier representación.

La respuesta que obtuvieron los trabajadores fue la del despido a todos aquellos que había osado reclamar gremial y judicialmente la regularización de su situación acorde a la legislación laboral vigente. La desvinculación fue notificada en forma verbal y por vía telefónica a través del multifacético “jefe de redacción” que, a la vez, es quién realizaba los pagos en la vereda de su propia casa, en una estación de subterráneo o en una galería comercial.

Se trata de un grave episodio de evasión fiscal, violación de derechos laborales y gremiales de parte de un periodista que, más de una vez y ante las cámaras, recordó que “el trabajo dignifica”.