Faltaban apenas unos días para el inicio del nuevo ciclo lectivo, cuando el jefe de Gobierno, Jorge Macri presentó la agenda 2025 de la gestión en materia educativa. Según supo informar el mandatario, la misma incluye una inversión de más de $ 145 mil millones en obras para las escuelas; promete 600 obras de infraestructura, la construcción de nuevas escuelas, la entrega de útiles escolares, equipamiento tecnológico y la ampliación de asistencia a las cooperadoras, al igual que la formación docente.

Una vez realizada la presentación, desde el Ejecutivo porteño confirmaron a este medio que las obras de infraestructura escolar ya habían comenzado en las vacaciones de verano, apenas terminaron las clases del ciclo 2024.

Pero lejos de que esto sea cierto, varias escuelas aseguran que muchas obras arrancaron con el inicio de clases. «Los chicos y docentes conviven entre el polvo, ladrillos y mampostería mientras están estudiando, con los riesgos que eso implica», contó a Tiempo Mario Francisco Greco, profesor de música del Colegio N 1 DE 3 Bernardino Rivadavia.

Esta es una de las escuelas que dicta clases en dos turnos y, a la noche, comparte el edificio con el Comercial 36.

«La sala de música la desocupamos con todo lo que conlleva eso, el mismo día que terminaron las clases el año pasado. Estuvo vacía todo el verano y recién se pusieron a trabajar en febrero», explicó Greco.

Las obras se realizan al mismo tiempo que los chicos están en clases. La convivencia con los materiales de la construcción, los ruidos propios de la obra y el bullicio de quienes trabajan hace imposible la cursada.

«Tenemos un montón de aulas que no están en funcionamiento y esto se le suma también a que se generan problemas de mantenimiento, que antes más o menos estaba bien, pero claro, cuando uno empieza la obra también necesita resolver las cosas del año pasado, y todo se transforma en un caos terrible», termina el docente.

La situación en el edificio escolar que comparten el Colegio Rivadavia y el Comercial 36 es crítica: falta de agua, paredes con humedad, techos deteriorados y con peligro de desprendimientos. Falta de ventiladores y ventanas en mal estado: exposición al frío en invierno por ventanas rotas y calor extremo en verano.

Todas estas situaciones se suman al riesgo de las obras en curso mientras las y los estudiantes asisten a clases.

«La escuela está en el barrio de Constitución. Es una comunidad y un barrio que suele ser bastante olvidados, donde la precariedad está a la orden del día y las gestiones nos suelen hacer a un lado. Nuestra escuela funciona en un edificio bastante antiguo y con el tiempo fue acumulando problemas que debían ser solucionados cuanto antes», dijo a este medio Maximiliano, docente de Historia del Rivadavia y delegado de UTE.

El profesor explicó que, si bien el GCBA tomó nota de algunos de los reclamos urgentes que debían solucionarse, las empresas contratadas realizan los trabajos de forma desordenada.

«Por ejemplo, no cumplían con la legislación nacional vigente, donde dice, por ejemplo, que no se pueden realizar trabajos de soldaduras en horas de clase, que tampoco pueden convivir personal ajeno a la institución con estudiantes menores de edad, cosa que viene ocurriendo todos los días», agregó y terminó: «Hay un montón de cuestiones que hace imposible la cursada; por ejemplo, nos encontramos dando clases y en la pared contigua un obrero rompiendo pisos y paredes mientras se generan desprendimientos de materiales y esas cosas».

El reclamo de las autoridades de la escuela

Desde la conducción escolar, señalan que hay normativas respecto de cómo se procede cuando se realiza una obra y varias de estas cosas no se cumplieron. «Conocimos esta normativa porque la convivencia se hacía insostenible y pedimos la intervención de los sindicatos, quienes nos pusieron al tanto de esto a través de su sector de ambiente. Supimos, por ejemplo, que era responsabilidad de la empresa la correcta señalización que brillaba por su ausencia poniendo en riesgo a docentes y alumnos», señalaron a Tiempo.

Desde las escuelas, aseguran que esto no ocurre: no usan vallas ni cintas de peligro: «Como no se tomaba la empresa el trabajo de hacerlo era confuso y peligroso el desplazamiento por la institución y debíamos intervenir constantemente para tratar de cuidar a los alumnos. Esto de la señalización y algunas cosas que no se pueden hacer en el horario de la escuela aun cuando esté habilitada, fueron una de las tantas cosas que nos tuvimos que ocupar».