La licuadora dejará de ser el pilar de la política monetaria del gobierno, al menos por un tiempo. La estrategia ahora pasará por mantener las tasas en torno a la inflación, para evitar que los mercados se vuelquen a activos vinculados al dólar.
Los efectos de la modificación ya empiezan a ser visibles por los pequeños ahorristas. En los home banking, las entidades de primera línea elevaron unos puntitos la tasa de los depósitos a plazo fijo, que habían descendido hasta 30% nominal anual (apenas 2,5% por mes).
El cambio de planes del equipo económico se produjo en simultáneo a los ruidos en los mercados en las últimas dos semanas. En la City entendían que la maniobra de bajar la tasa de política monetaria del Banco Central para que las entidades financieras mudaran sus depósitos al Tesoro tenía un límite, ya que obligaba al gobierno a asegurar un superávit en los próximos meses para cubrir los intereses de la deuda cada vez más abultada que estaba tomando. Con las complicaciones para obtener los recursos previstos en la ley Bases y el paquete fiscal, el sistema se acercaba a un límite.
“La época de la tasa negativa culminó”, anunció el ministro de Economía, Luis Caputo, ante un foro de ejecutivos de finanzas. Lo hizo en consonancia con la licitación de títulos del Tesoro de este miércoles: las Lecap ofrecidas pagarán una tasa mensual de 4,2%, exactamente igual a la inflación del mes pasado que relevó el Indec. La Secretaría de Finanzas colocó letras a vencer en septiembre por equivalente a $ 5,4 billones y despreció las ofertas por otras con vencimientos más cortos, que pagaban una tasa de interés menor.
“Consideramos que el proceso de tasa real negativa ha llegado a su fin, habiendo cumplido el doble objetivo de contribuir al saneamiento de la hoja de balance del Banco Central y ser un pilar fundamental en la reducción de la inflación durante estos seis meses de gestión”, detalló en sus redes sociales el secretario de Finanzas, Pablo Quirno.
Hasta ahora, la estrategia era que los bancos se llevaran sus depósitos del Banco Central, para lo cual la entidad ofrecía una remuneración cada vez menor: pasó del 126% al 40% en sólo seis meses. Al mismo tiempo, el Tesoro ofrecía rendimientos superiores para captar ese dinero.
Así se logró reducir esa masa de pesos (los famosos pasivos remunerados con que tanto insiste el presidente Javier Milei, convencido de que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario). Según un estudio de la consultora Quantum, esos pasivos habían alcanzado en agosto del año pasado el equivalente a $ 58 billones (a valores actuales). Ahora se redujeron a $ 19 billones, según el informe monetario diario del BCRA.
Pero la reducción obedece tanto al efecto licuadora (los pesos fueron entregando una remuneración mucho menor a la inflación) como a la sustitución de un prestamista por otro. El Tesoro tomó en sus licitaciones de abril y mayo un excedente de deuda de $ 2,7 billones y $8,6 billones más, respectivamente, que ahora pasan a formar parte de la mochila de la Administración Pública, es decir, de todos los argentinos. «