Durante esta pandemia, en las redes sociales circuló una foto de 2003, antes de que exista la viralización, en la que un adolescente Germán Chiaraviglio remaba en un bote rumbo al Centro de Alto Rendimiento Deportivo, tapado por el agua durante la inundación en Santa Fe. En estos meses en los que un virus que aún no tiene vacuna encerró a los argentinos en sus casas, la imagen cobra sentido otra vez. “Son situaciones distintas. Eso fue una catástrofe. Incluso cuando bajó el agua la ciudad entera quedó muy golpeada, con familias que perdieron todo. Nosotros perdimos todo el material porque se inundó la pista. Y ni hablar de que murió mucha gente. Lo comparable es el tiempo sin entrenar, pero en este caso, cuando volvamos, todo va a estar intacto. Y creo que ya falta poco para eso”, afirma Chiaraviglio, de 33 años, que esta semana contó que será padre por primera vez. El garrochista, que fue campeón mundial juvenil, se prepara ahora para lo que puede ser su tercer Juego Olímpico luego de Pekín 2008 y Río de Janeiro 2016. Esta semana también fue especial desde lo deportivo, con una noticia que terminó de cristalizarse recién en la noche del viernes: su nombre figura en la lista de exceptuados para volver a entrenarse que anunció el gobierno.
–¿Cómo transcurrieron estos días en los que se supo que pueden volver a entrenarse después de casi tres meses?
–La verdad es que incluso fue más difícil, porque teníamos la noticia pero tardó en hacerse efectiva. El viernes tuvimos una reunión entre los atletas porque estábamos un poco preocupados, y después pasó por los estamentos del Ministerio de Salud y de la Jefatura de Gabinete. Al parecer era el tiempo normal para estos procesos. Y a la noche se confirmó, ojalá ahora sí, aunque no termino de saber si estoy en la lista porque si bien estoy en zona de clasificación aún no tengo el lugar en los Juegos. De todas maneras, el lunes vuelvo a Concordia, que es mi lugar de entrenamiento, porque en Entre Ríos ya se autorizó.
–¿Qué fue lo más difícil en este tiempo? No debe ser fácil entrenar salto con garrocha en un departamento.
–Lo más difícil es que la mente se mantenga activa y con ganas de seguir entrenando. El nivel de motivación y de incentivo que logramos en una pista no lo tenemos en nuestro departamento. Intentamos que esté a la misma medida, pero cuesta mucho. Hubo días que fueron muy difíciles, incluso lo hablé con colegas. Y en mi caso, con la garrocha es aun más difícil. No entra en mi departamento. Se la extraña. Para mí es habitual tener el elemento, la repetición, practicar y practicar el mismo movimiento.
–Los atletas suelen tener un calendario muy marcado y a largo plazo. ¿Cómo lidiás con la incertidumbre?
–Es muy difícil mantenerte motivado y enfocado en un objetivo cuando no lo hay. El calendario está cancelado, se cancelaron los Juegos Olímpicos. Y te queda entrenarte sin esperanza, sólo por mantenerte. Los Juegos están a un año, están cerca. Y dentro de todo está buena la postergación porque te da respiro. Ojalá no pase mucho tiempo más sin entrenarse porque a medida que pasen los meses se necesita una recuperación importante para volver al nivel que pretendemos tener. En mi caso hay un sistema mixto de clasificación para Tokio. Una opción es pasar la marca mínima de 5,80, que lo logran pocos. Y la otra es estar entre los mejores 32 del ranking. Yo quedé en el puesto 29 de los 32 al momento en que se congeló el ranking, que fue en marzo. Y se va a descongelar en diciembre. A partir de ahí se podrán sumar puntos hasta junio en todas las competencias habituales: campeonato sudamericano, campeonato iberoamericano, campeonato argentino, la Diamond League, el circuito mundial y el grand prix sudamericano.
–Te tocó ser campeón mundial juvenil en Canadá 2003 y China 2006, se generó expectativa y te costó lidiar con esa presión. Siempre fuiste muy enfático en la importancia de lo mental. ¿Cómo se maneja lo anímico en un contexto de aislamiento y pasividad?
–Siempre le di importancia a la cabeza, pero en este contexto fue fundamental. De hecho, la parte mental y emocional fue de las pocas capacidades que podía seguir entrenado a pleno, sin restricción. La técnica, casi nada. Y la física, muy poco. Trabajé telefónicamente y por videollamada con mi psicólogo personal para hacer ejercicios y seguir ganando herramientas de cara a la competencia. Creo que en todas las disciplinas pesa mucho la mentalidad, que es clave en cualquier deporte, sea individual o de conjunto. Sólo si estoy entero y preparado a nivel mental voy a poder sobrellevar todo lo que tiene que ver con competir y aprender a ganar.
–¿Qué pensás al momento de saltar?, ¿a qué hay que prestarle atención para lograr un buen salto?
–Para hacer un buen salto hay que prestarle atención a una o dos cosas puntuales que tienen que ver con algún detalle técnico, cómo colocar el brazo al momento de la presentación o algo que tenga que ver con el despegue. Tiene que ser algo técnico y muy puntual. Y no más de dos cosas: esa es una herramienta para poder focalizar en lo importante, para sacar de la cabeza todas las cosas que pueden influir en un momento decisivo y así lograr un buen salto, fluido.
–Y cuándo estás a casi seis metros del piso, y ves que el salto salió bien y la varilla te queda debajo, ¿qué se siente?
–Alivio. Pero un alivio muy controlado, porque cuando estás pasando la varilla no podés moverte mucho: si la tocás se cae y el esfuerzo no valió. Cuando la pasaste y estás llegando al colchón te sentís muy suelto, muy relajado. Es de las mejores sensaciones de la vida.