Era la víspera del partido Suecia-Brasil, la final de la Copa del Mundo que se jugó en 1958. Dicen que en la charla técnica, el entrenador brasileño explicó pases y goles con tal precisión que fue interrumpido por Mané Garrincha, que le preguntó si los suecos no jugaban. Hay algo de eso en la política imperial de los Estados Unidos, donde parece que no existe otro actor que no sea la OTAN, omnipotente frente a la supuesta inmovilidad de los demás.
En esta guerra mundial al estilo Netflix, el anterior episodio nos mostró el golpe de Estado en Bangladesh. Es un guion repetido: un motivo baladí abarca de pronto al conjunto de la sociedad civil que entra en rebelión contra un gobierno culpable de todos los vicios. El nuevo poder asume los habituales compromisos con occidente, tanto políticos y económicos como sobretodo militares. Es un ejemplo que “la democracia” es el gobierno de los “democráticos” aunque sean minoría.
Del mismo modo fue derrocado en 2022 Imran Kahn, primer ministro de Pakistán, acusado de revender regalos de Estado y convicto de casamiento ilícito según una interpretación del Islam. Válgame Dios. O tal vez fue por querer construir un “Estado de Bienestar” en Pakistán, al tiempo que defendía la neutralidad en la guerra de Ucrania: “somos amigos de Rusia, y somos amigos de Estados Unidos, somos amigos de China y de la Unión Europea”. No sirvió de nada: primero un atentado fallido, después las acusaciones judiciales, luego el golpe parlamentario de 2022 y es así como Imran Kahn está preso y proscripto. Pakistán firmó acuerdos con Estados Unidos y ahora fabrica municiones para el ejército ucraniano. Con el golpe a Bangladesh, India vuelve a estar cercada. Pero los indios también juegan al cricket.
Decir Subrahmanyam Jaishankar es un trabalenguas. Igual, es el ministro de Relaciones Exteriores de la India, sí, ese que dijo hace unos años que Europa estaba equivocada si creía que los problemas europeos son cuestiones mundiales y los problemas mundiales no eran cuestiones europeas. Lo explica M. K. Bhadrakumar, un diplomático indio ya jubilado que publica el blog Indianpunchline (que desde ya recomendamos).
Allí leemos que la India considera la posibilidad de inversiones chinas en las áreas de desarrollo científico, autos eléctricos y manufacturas con alto valor agregado. Es que la incorporación de tecnologías de punta permitirá aumentar las exportaciones hacia Estados Unidos y Europa, lo que permitirá reducir el déficit comercial que la India tiene con China, al tiempo que optimiza la estructura económica del país. Pakistán, que fuera aliado de China contra la India, hoy está alineado con los Estados Unidos, por lo que Beijing considera que las contradicciones con la India son secundarias frente a la posibilidad de una guerra en la región, importada, financiada y peleada por la OTAN. La militarización de Japón no trae buenos recuerdos a los chinos, cuya memoria es infinita: googlee Unidad 731 y verá.
A la India no le gusta estar rodeada por Pakistán, otra vez. Por cierto, la apropiación de los haberes rusos depositados en occidente (400 mil millones de dólares) tampoco alienta la credibilidad de Estados Unidos por esos pagos. Así es como Jaishankar afirma que los problemas de la India con China serán resueltos sin la participación de terceros. China le contestó: “tener relaciones estables y predecibles permite el desarrollo de las relaciones bilaterales que favorecen los intereses de ambos Estados y tiene un significado especial en fortalecer la paz regional y promover la multipolaridad”. Es una oportunidad “histórica, estratégica y de perspectivas abiertas” para tener relaciones positivas y constructivas. ¿Y si Modi, el primer ministro indio, hace la “gran Nixon” y se amiga con China? Es todo el sentido de los BRICS. Le toca mover a la India. “Nuestra dirigencia”, dice Bhadrakumar, “debe tener el coraje de las convicciones”.
Garrincha tenía una pierna más corta que la otra y un pie desviado. Sin embargo la “Alegría del Pueblo” –así lo llamaban- nos deja una lección: todos juegan, así en el fútbol como en el cricket, y hay que tener arte para amagues y gambetas, sobre todo en un escenario internacional cada vez más complejo. En mejores tiempos podremos ir a la cancha, quizás hasta nos toque entrar: Mané juega con el Sur Global. Como el Diego.