Uno podría asociar la frase del presidente de la Nación, de manera superficial, a la cantidad de viajes al exterior que ha realizado y que, al no estar demasiado en la Argentina, no comprende el cuadro de situación que se vive.

Pero, en profundidad, estamos ante un acto de cinismo porque la puesta en marcha del programa del gobierno, que combinó el salto cambiario del 118% con el DNU 70/23 –que garantiza la desregulación completa de los mercados y el ajuste fiscal basado en destruir jubilaciones, eliminar subsidios con el impacto en materia tarifaria, interrumpir la obra pública y congelar buena parte de las transferencias en materia social–, produjo una aceleración inflacionaria y un derrumbe de los ingresos.

La caída de los ingresos es enorme: del 11% en el salario de los trabajadores formales privados, del 30% en los asalariados del sector público y de más del 40% en los trabajadores del sector informal desde el tercer trimestre de 2023 a esta parte. Este derrumbe, junto con el de las jubilaciones, involucró una caída enorme de la actividad económica: la proyección para el año es de un retroceso superior al 3,6%.

El derrumbe de la actividad económica se expresa en la utilización de la capacidad instalada industrial, que está en el orden del 54,5%. Es decir, sólo se están usando la mitad de las máquinas, 14 puntos por debajo del nivel de 2023, y apenas arriba de los niveles de funcionamiento industrial durante la pandemia.

Esto impacta centralmente en la destrucción del empleo, hay 180 mil puestos de trabajo menos en el sector privado amén de los despidos del Estado. La economía en general tiene 590 mil puestos de trabajo menos en el primer trimestre de 2024 que los que tenía en el último trimestre de 2023.

Estamos en presencia de una monumental transferencia de ingresos de una parte mayoritaria de la sociedad hacia un puñado reducido de grupos empresarios y grandes capitales que han capturado niveles de ganancias extraordinarios. La contracara es un deterioro igual de monumental de los ingresos de la amplia mayoría de la sociedad, que derrumbó la actividad económica y dio lugar a la destrucción de puestos de trabajo y a la expansión del desempleo.

Esto ha provocado una aceleración brutal de los niveles de pobreza. Entre el cierre del tercer trimestre de 2023 y el del primer trimestre de 2024, según los datos del Indec, prácticamente ocho millones de personas cayeron en situación de pobreza, de los cuales cinco millones se ubicaron en la indigencia. No sólo hay empobrecimiento generalizado, sino que también hay una pauperización de los pobres.

Los nuevos pobres van directamente a incrementar los niveles de indigencia. Mientras que la pobreza creció un 42%, la indigencia se duplicó. En ese contexto, el 70% de los pibes está en situación de pobreza y 30% de ellos en situación de indigencia.

Estamos en presencia de un genocidio social con planificación de la desigualdad.

Pero hay otra serie de datos tan importantes como los anteriores: hoy, el 45% de quienes trabajan en la Argentina son pobres. En el caso de los asalariados formales, el 33,4% está en situación de pobreza, nivel que es el doble del que existía en el tercer trimestre de 2023. La indigencia entre los trabajadores registrados se cuadruplicó. Y la pobreza se triplicó entre los trabajadores del sector público. «