“Ni siquiera alcanza con decir que se trató de un caso de gatillo fácil. Fue un asesinato a quemarropa. A mi hermano me lo mataron y me lo dejaron tirado adentro de una casa. No llamaron a una ambulancia, no dieron aviso por radio, no dijeron nada en la comisaría. Ninguno hizo nada. No son policías, son asesinos”.

Johana Ávila lo explica bien. A su hermano José, un hombre de 35 años que se ganaba la vida vendiendo ropa en la calle y que estaba medicado por su diagnóstico de esquizofrenia, un cabo de la Policía de Córdoba lo mató de un disparo certero durante una supuesta persecución ante los ojos de otro efectivo. Sin embargo, ninguno de los dos reportó el crimen. Este miércoles, los vecinos de villa El libertador se concentraron frente a la Comisaria N°18 para pedir justicia por José y castigo a los responsables, que ya están detenidos e imputados de “homicidio doblemente agravado”, una de las figuras más graves del Código Penal.

El sábado, alrededor de las siete de la mañana, los cabos Lucas Navarro y Sebastián Juárez, de la División Motos de la Policía de Córdoba, llegaron a Villa El Libertador, cerca del ministerio evangelista Medea, en el marco de un operativo para dispersar a los “manteros” que trabajaban en la zona.

De acuerdo a la versión policial, los agentes intentaron detener sin éxito a una moto donde viajaban Ávila y Manuel Vázquez, quien tendría antecedentes penales, lo que originó una persecución. Luego, los hombres abandonaron la moto y entraron a una casa de la calle Caracas al 5200, donde Navarro le disparó a Ávila el tiro fatal en el abdomen.

En declaraciones al diario La Voz, el abogado Ricardo Moreno, defensor de Navarro, explicó que su cliente “quiso detener a uno de los individuos que se daba a la fuga” y que la víctima “se mete a la casa y empieza a cerrar la puerta. Ahí le agarra los dedos a mi cliente, casi se los corta. Por eso, él disparó. Fue para defenderse”.

Si bien la explicación del abogado es, cuanto menos, insuficiente para justificar el asesinato de un hombre desarmado, más difícil es aún explicar la decisión de Navarro y Juárez de no avisar a sus superiores ni dejar constancia en ningún lado del supuesto enfrentamiento. Ni siquiera se les ocurrió llamar a una ambulancia o socorrer ellos mismos a Ávila.

“Un vecino de enfrente fue el que llamó a la policía. Llegaron otros efectivos porque los asesinos de mi hermano ya no estaban, lo habían dejado herido dentro de la casa. Lo abandonaron como a un perro”, se lamenta Johana.

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(Foto: CORREPI CÓRDOBA)


“No era ningún delincuente”

José vivía con su pareja y los dos hijos más chicos de tres y nueve años (también era padre de una hija mayor con la que no tenía mucho contacto). Trabajaba como vendedor de ropa en la calle y tomaba medicación para tratar un cuadro de esquizofrenia. “Tenía su enfermedad, pero con las pastillas estaba tranquilo, no le faltaba el respeto a nadie, saludaba a cualquiera que se cruzara en el barrio. Todos lo querían”, destaca la hermana.

Para respaldar los dichos de la familia, los vecinos de Villa El Libertador concentraron este miércoles frente a la comisaría N°18 para repudiar la actuación de los efectivos. Antes habían redactado un comunicado expresando que «otra vida nos roba la Policía. Esta vez la de nuestro vecino José Antonio Ávila, acribillado por Lucas Gonzalo Navarro y Sebastián Juárez el día 4 de julio en circunstancias que exigimos esclarecer”.

Ambos agentes permanecen detenidos y fueron imputados por la Fiscalía Distrito 2, de 6to Turno, a cargo de Eugenia Pérez Moreno, del delito de «homicidio doblemente agravado» por su condición de policías y por el uso de arma de fuego.

“Pedimos que se haga justicia –concluye Johana– y que los asesinos de mi hermano no salgan nunca más de la cárcel. Él no era ningún delincuente. Los policías no se merecen una, sino 15 condenas a perpetua”.