“Esto abre la puerta para que cualquiera haga cualquier cosa”, dice Gabriela Mansilla horas después de que el gobierno anunciara modificaciones en la Ley 26.743 de Identidad de Género. Gabriela es la mamá de Luana, quien luego de mucha militancia, obtuvo el DNI con el género autopercibido. Fue la primera niña en el mundo en lograrlo. Sin embargo, hoy siente en peligro sus derechos tras el ataque oficial que busca negar su existencia.

-¿Cuál es el impacto que puede tener?

-Un impacto negativo y totalmente peligroso. Nos hace estar a las familias en alerta y a ponernos a pensar estrategias para protegerlas. Nuestras niñeces no están protegidas en ningún espacio. La Ley Identidad de Género daba un marco legal y obligatorio para ese respeto ante la ley. Imaginate que incluso ahora cuesta acceder. Sería aún más difícil con esta modificación que este señor quiere hacer, de no poder acceder a un DNI. Más allá de esa mentira de que los menores se hormonizan y que acceden a… que las familias van a pedir la amputación de los genitales de tu hije. Es aberrante lo que dicen.

-¿Qué creés que hay detrás de esto?

–Habría que ir a preguntarle otra vez al presidente. Lo primero que se me ocurre que tenemos que hacer es abrazarnos más, apoyarnos en la misma comunidad. Es un ataque directo, no solo para las infancias. El ataque se produce también cuando atentan contra la ley del cupo laboral travesti y trans diciendo que la comunidad está teniendo privilegios. Una comunidad totalmente expulsada condenada al sistema prostituyente, con 35 años de expectativa de vida. Sabemos que solamente el 1% va a llegar a la vejez, hay un 40% de índice de suicidios. Quiero que alguien me explique cuál es el privilegio de la comunidad travesti trans, teniendo la misma expectativa de vida que tenían las mujeres en 1915. Es tan ilógico que no resiste análisis más que querer exterminar a un sector de la población. Con mentiras, porque está instalando mentiras, y con ese discurso que incita al odio.

-¿Cómo es este proceso con las infancias trans?

-El proceso de cualquier familia que está atravesando esta transición es tan personal. Pero tenemos que  acompañar ese proceso, esa vivencia, ese tránsito, y todos los contextos son diferentes. No todas las niñeces ni las familias van en busca de un DNI. Algunas no lo necesitan, no todas las niñeces pasan por la inhibición puberal, que no tiene nada que ver con la hormonización. No todas las niñeces necesitan lo mismo. Entonces ese acompañamiento amoroso y respetuoso que la familia tiene que tener también se extiende a los espacios donde esas niñeces transitan como la escuela, los centros de salud, donde van a hacer un deporte. Y no sólo es retroceder lo que nos pone mal, estoy hablando de que un niño y una niña trans no pueden ir seguros al baño de la escuela. Hace 14 años estamos militando en el país instalar la diversidad del cuerpo, que conozcan que hay nenas que tienen pene y hay nenes que tienen vulva y que no hay nada de malo en eso. Son corporalidades que han sido violentadas, avasalladas, expulsadas a la calle, una historia de crueldad y de perversidad enorme que estábamos intentando sanar de a poco. 

-Más allá de lo que pueda modificar, ¿cómo se vuelve socialmente del impacto que tienen estos discursos y esta desinformación?

-La derecha viene a instalar esto, el individualismo y la competencia con el otro, y el «me salvo yo solo». Ninguna familia está libre de tener una niñez trans o tener una adolescencia trans. Que me pase a mí no significa que no le pase al resto. El puto en la casa ajena, volvemos a los 80 o a los 90 cuando la gente se solidarizaba diciendo «yo tengo un amigo puto». La ley obligó a esta sociedad a entender que existen las vidas trans, les guste o no. Mi nena existe, ¿qué vas a hacer con ella?, ¿qué vamos a hacer? Porque existen aunque no les guste. Entonces, qué, hay que exterminarlos, hay que quitarle sus derechos, prohibirles que trabajen, prohibirles que estudien. Me llena de indignación. Me estalla la cabeza y no tendría que estallarme a mí sola, debería estallarle a toda la sociedad porque se están metiendo con la identidad de las niñas y los niños.

-¿Qué dijo Luana?

-Muy triste. Se angustió muchísimo. Mamá qué vamos a hacer. Luanita tiene 17 años y lo único que he hecho desde el día en que nació y mucho más desde cuando tenía dos años y me dijo «yo nena», es protegerla y es lo que no voy a dejar de hacer.  «

Una respuesta a la marcha

Para Mansilla, los anuncios del gobierno están directamente relacionados con la masividad de la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista.

«Se paró gran parte del pueblo para decir no, hasta acá no. Y no eran solamente personas LGBT las que estaban en la marcha, había muchas personas que no solo se solidarizaron, sino que tomaron conciencia, porque no les gustó escuchar esas barbaridades».