Actor, músico, director y docente de teatro. Gabriel Wolf es socio fundador del emblemático grupo teatral Los Macocos, formado en 1988, con los que hizo más de 20 obras. Trabajó, en cine, en películas como Crónica de una fuga, dirigida por Adrian Caetano, y en Cara de queso, de Ariel Winograd. Participó de programas de televisión como Casados con hijos, Sandro de América y Patas para arriba.

La última creación de Los Macocos, Maten a Hamlet (viernes 20:30 en el CC de la Cooperación) los puso de nuevo entre lo más elegido por el público, demostrando su talento para el humor a partir de textos clásicos. Al mismo tiempo, dirige Los ojos de Alejandro, un homenaje a la obra y el legado de Urdapilleta (sábados a las 15:30 en el Cultural Rojas). “Nunca pensé que iba vivir del teatro, empecé jugando y lo sigo haciendo”, afirma Wolf.

–¿Por qué sos fanático de los ’80?

–Son años que me marcaron. Me formé en esa época y hay una huella de la que no puedo escapar. Fueron años en los que nacieron grandes organizaciones artísticas, teatrales y musicales: el trío de Batato, Urdapilleta y Tortonese, la Organización Negra que después fue De la Guarda, o lo que significaron los Redonditos de Ricota o Charly. Yo iba a ver todo lo que había, todos los días descubrías algo distinto.

–¿La pasabas bien?

–Fueron los mejores años, todo era muy estimulante. La pasábamos muy bien. Todo pasó ahí, en ese tiempo y es como que tuviese coletazos hasta hoy.

–¿La influencia de esa década marcó a las que vinieron después?

–Así lo siento. No sólo acá. Sino también en España o en Estados Unidos, por distintas razones. Ves los artistas o expresiones musicales o películas y te das cuenta lo fructíferos que fueron esos años desde lo artístico. 

–Pero vos viviste acá. ¿Qué sentís al recordarlos?

–Lo que pasó acá fue impresionante. Cemento, el Parakultural, Palladium, El centro Cultural Rojas, lugares donde había mucha movida. A nivel cultural, los ’80 fueron revolucionarios y ni nos dábamos cuenta. Los Macocos venimos de esa época, somos sobrevivientes de una manera de hacer las cosas. Pero si pensás más en general: lo masivo que fueron los Redondos, la gran cantidad de grupos que surgieron. Ni hablar de lo que fue la movida del teatro independiente y la apertura que se dio posdictadura.

–¿En qué momento empezaste a hacer teatro?

–En marzo del ’83 fui a mi primera clase de teatro. Ya cumplí los 40 años de profesión.

–¿Cuántos años tenías?

–Tenía 22 años, ya era grande. Mi primer maestro fue Héctor Bidonde. Me dio el primer gran empujón. Me encantaba ir a sus clases.

–Pero no sabías si querías ser actor, ¿por qué fuiste?

–Un amigo me contó un ejercicio que hizo en una clase de teatro que había empezado y mientras me lo contaba yo no podía parar de reírme. Pero también me despertó mucha curiosidad y pensaba si yo sería capaz de hacerlo, y hacerlo bien. Fui y me anoté.

–¿Recordás cuál era aquel ejercicio que te llamó la atención?

–Sí, claro. Caminar como si estuviera con un globo en la mano, pero claro, sin globo. El globo era imaginario. Algo simple y maravilloso. Me llegó tanto que a partir de entonces no paré de jugar a esto.

–¿Así descubriste que el escenario era tu lugar?

–Ahí arriba podía ser todo lo contrario a lo que era. Soy muy tímido, muy introvertido. Me ponía nervioso hablar en público, no podía ni pasar al frente a dar una lección o me costaba preguntar algo en la calle o en un negocio. Todavía me cuesta compartir ascensor o ir al banco.

–¿De qué barrio sos?

–Toda la vida de Almagro. Me gustaba jugar al fútbol, a las figuritas, los juegos de mesa, fue una época sin sobresaltos para mí. La pasaba bien. No soy de extrañar aquella ciudad perdida o tener una cosa melancólica o exacerbar la nostalgia de chico. Quizás porque empecé a vivir más cosas intensas de joven, en los ’80, justamente. Pero recuerdo que leía mucho los diarios, me encantaba. Algo no tan común para un chico de ocho o nueve años.

–¿Seguís manteniéndote informado?

–Sí, mantengo esa costumbre de saber qué es lo que pasa. De hecho, en mi muro de Facebook trato de destacar lo que me parece importante, con un análisis desde el humor mordaz, con algo de acidez o grotesco. Me gusta.

–¿Sos messista?

–Sí, se merece todo lo que le pasó. Lo seguí muchos años al Barcelona, aunque soy de Boca. Me emocionaba más ver la magia de Leo y lo que logró. Fueron muchos años de seguirlo. Por suerte logramos armar un equipo para que nos diera todas estas alegrías increíbles.  «

Ping pong con Gabriel Wolf de Los Macocos