Del equipo de Chaplin antes que el de Buster Keaton (“cuando arranqué prefería a Keaton pero con los años me di cuenta de que Chaplín resistía el paso del tiempo”), Gabriel Chamé Buendía saltó al conocimiento público en plena década de 1980 como uno de los fundadores de “El Clú del Claun”, una fama y un prestigio que también llevó al teatro y a la investigación de campo e histórica teatral, con trabajos y cursos en España, Alemania y Francia, que incluyó la participación en el Circo del Soleil entre 1999 y 2004. Ya con pergaminos que exceden las posibilidades de este artículo, se metió con Shakespeare, incluso con traducciones propias, de las que hizo seis en total. Y le fue igual de bien: diez años en cartel de su adaptación clownesca de Othelo, termina mal -que en agosto también vuelve-, a la que ahora agrega Medida por medida, una obra del gran Bardo en la que se expone la relación entre los géneros, el poder y lo sexual de una manera distinta a otras de sus obras. 

“Hacer teatro por momentos es una pesadilla -define entre risas en los días previos al estreno-. Tenés problemas de todo tipo y te levantás a la mañana diciendo: ‘No, no la hago, dejo todo’; y después en el ensayo te envalentonás y seguís para adelante. Y ahora también me está pasando. Decí que a uno le gusta, pero la gente cuando hace teatro no se da cuenta de las dimensiones de en lo que se mete. Y ni hablar de tus inseguridades artísticas.”

Por suerte una vez en el escenario la cosa se calma, hasta volverse satisfacción plena al comprobar que el público no se aburre. “Peter Brook tiene un libro, que es como una conferencia, Le Diable c’est l’ennui (que en español se llamó La puerta abierta), y que dice que cuando el público se aburre el espectáculo es endemoniado.” Ese temor, en la previa es combatido pensando en “un Súper Yo que sería Chaplin”. “Soy del equipo de Chaplin indefectiblemente -despeja dudas- porque Keaton fue el primero que me conmocionó mucho más que Chaplin, pero con los años Chaplin me demostró que lo tiene mucho mejor hecho. No hay duda de que hoy ves una película de Chaplin y es actual, ves una de Keaton y hay que traducirla.” 

Los temas de Shakespeare son actuales porque no pierden vigencia, y eso no es una dificultad de segundo orden a la hora de emprender una obra: contar una y otra vez la misma historia y volver a entusiasmar. “El teatro es un factor universal fuera del tiempo: es un tipo arriba del escenario, otros que están abajo mirando, uno que habla y se mueve, los demás que alucinan con lo que está haciendo. El cine sufre la modernidad, lo digital, se va transformando. El teatro no se transforma, es el mismo. Pienso que en ese punto de vista es un arte profundamente analógico y humano, no cambia, puede permitir el mismo tipo de reacciones en la gente, sabiendo, por ejemplo, que en el aspecto humorístico sí es bastante diferente, porque no solamente son de otro país sino además son de otra época.” Así fue que decidió sacar muchos de los chistes que los personajes contaban, antes que por “estar referidos al sexo, porque no se entienden: son intraducibles. Y el teatro tiene esa cosa increíble, que es el presente: estás ahí viendo un actor y te están pasando cosas ahí en ese presente; si el espectáculo es bueno, el presente es una cosa que no tiene tiempo, si es malo, no parás de mirar el reloj. Y además, capaz Shakespeare no era un genio, y somos nosotros los que no evolucionamos, entonces Shakespeare puede seguir diciendo lo mismo todo el tiempo”.

“El teatro que hacía Shakespeare es más cercano al que hago yo que el que se hace ahora”, se adentra sin querer en las posibles hipótesis de por qué se mete tanto con el autor inglés y por qué lo hace desde el clown. “No hablo del nivel de calidad, ni de la genialidad. Yo hago un teatro mucho más popular, corporal de cara al público, rompo la cuarta pared. En la época de Shakespeare muchos de los actores que se dedicaban más al aspecto humorístico hacían lo mismo, y los actores dramáticos no hacían psicología, cuarta pared. Un discurso del ser o no ser se hacía de cara al público y a las tres de la tarde, con la gente parada, con comida en la mano, etcétera. Shakespeare necesitaba tener agarrado al público sea por drama o por humor. Después estaba el público intelectual, más atrás, más arriba, en los palcos. Me siento muy cercano a ese teatro. En el teatro actual -que ya tiene muchas transformaciones- hay una base que es el realismo psicológico y veraz, donde la veracidad del personaje es fundamental. Y en mi trabajo, la veracidad del personaje se consigue no a través de la psicología, sino de su  capacidad rítmica, física, del gag, como hace Chaplin. Ahora en el teatro, y más en el cine y la televisión, el tipo de actuación es netamente psicológica y realista, es el mundo imperante. Si no hacés realismo no vas a ir a un casting, no vas a trabajar.”

Y eso que asegura que su formación se dio en el cine antes que en teatro (“iba a ver todas las que le gustan a Tarantino”, ríe), cree que es el teatro el que está abandonando la idea psicológica para retomar una preponderancia de la acción. “El teatro va tomando cada vez más libertad. Así y todo el lenguaje de base es el realismo. Sigue hablando de manera real y se sigue viendo que el espectáculo se entiende a través del diálogo entre dos personajes. Para mí es importante la acción visual que hace que se llegue con el ojo al espectador. El teatro está como la pintura con la perspectiva, que ya se liberó. En el cine la forma está cerrada y cada vez es más difícil salir de ahí.”

Así es que para Shakespeare resulta más simple “no tener definiciones sobre lo bueno y lo malo: tiene un pensamiento político muy claro pero no se ve plasmado en su obra; lo que se ven son las contradicciones humanas”. “Y en esta obra hay un tipo con poder que tiene la intención de mejorar el sistema poniendo reglas mucho más estrictas -que es lo que se quiere hacer ahora- para que la gente se deje de sentir presionada por lo corrupto, y termina siendo tan duro que genera un acto de represión. Y lo peor es que después él mismo se corrompe y cae en el mismo acto que reprime.” 

Medida por medida, de William Shakespeare

Traducción, adaptación y dirección Gabriel Chamé Buendia. Con elenco Matías Bassi, Nicolás Gentile, Elvira Gómez, Agustín Soler, Marilyn Petito. Desde el 17 de agosto, jueves a domingos, 20 horas. Teatro Sarmiento, (Av. Sarmiento 2715).