Sandra Rivas, de 46 años, fue asesinada de un balazo en la nuca el 27 de diciembre de 2018. Estaba sentada en las primeras filas de la línea 338 (conocida como la Costera), cuando a la altura de Esteban Echeverría, dos delincuentes abordaron el micro. Al menos uno de ellos estaba armado. De un momento a otro, la situación empeoró. En el fondo viajaba una pareja de policías -uno de la Ciudad y una agente de La Bonaerense- y el efectivo, sin dudarlo, dio la voz de alto y abrió fuego: se cree que efectuó cuatro disparos. La mujer murió en el acto. Si bien las fuentes habían indicado la existencia de un tiroteo, las pericias determinaron que el único que disparó fue el integrante de la fuerza porteña.

De esta manera, se cumple el peor de los presagios que se esconde detrás de la denominada Doctrina Chocobar que impulsa el gobierno nacional, a través sobre todo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien celebra la muerte de cualquier delincuente en manos de un policía, aún cuando los funcionarios judiciales piensen lo contrario.

Tal como publicó el periodista Raúl Kollmann este domingo en Página 12, la noticia es más escalofriante si se tiene en cuenta que el micro estaba lleno y el policía que efectuó los disparos tiene apenas 19 años y hacía sólo 16 días que había egresado de la academia. Sin dudas, el mensaje que baja desde la esfera políticas cala hondo en las fuerzas y en sus nuevas generaciones.

Los primeros testimonios recabados en la escena de los hechos fueron contradictorios. Algunos testigos daban fe de la existencia de un enfrentamiento, mientras que otros aseguraban que todos los disparos provinieron de la parte trasera, donde estaba la pareja de policías.

Una testigo clave, que viajaba al lado de Rivas, en el momento de su muerte, señaló que le había dicho a la víctima en pleno robo que no quería morir. Entonces, ésta la abrazo y finalmente recibió el fatal balazo. Esta mujer dijo que el disparo provino de uno de los delincuentes. Sin embargo, los peritajes indican otra cosa.

Los elementos con los que cuenta el fiscal Andrés Devoto –una pericia planimétrica, entre otras- son unívocos: el balazo fatal provino de la parte trasera, atravesó el asiento a la altura de la cabeza, impactó en la nuca de Rivas y el plomo salió a cerca de la nariz. Además, se comprobó que la pistola reglamentaria del agente disparó cuatro veces. Por otro lado, no surge que la mujer de la Bonaerense haya disparado, al igual que los dos delincuentes.

Uno de los asaltantes fue herido en un brazo y ambos fueron detenidos unos instantes más tarde, cuando los efectivos que habían intentado impedir el robo pidieron refuerzos.