Francisco Paco Durañona tiene una obsesión: que la Argentina tenga un desarrollo parejo en todas sus regiones para poder torcer un fenómeno que lleva décadas, la migración interna que concentra a la población en un puñado de centros urbanos, en especial en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
El exintendente de San Antonio de Areco es uno de los fundadores del espacio político que convoca con ese objetivo. Se llama Movimiento Arraigo. Hace poco este espacio publicó el libro Arraigo: hacia un federalismo del siglo XXI. Con Durañona como articulador y autor de uno de los capítulos, en el libro escriben políticos como Eduardo Wado de Pedro, Jorge Capitanich, Juan Manuel Urtubey; y también investigadores como Mario Riorda y Moira Goldenhörn.
“Es un círculo vicioso. No es que sea una causa excluyente”, dice Durañona en esta entrevista con Tiempo, al ser consultado por la relación entre la concentración de población y las dificultades para el desarrollo.
“Argentina es un país con mucha diversidad climática y productiva. Tiene posibilidades de desarrollo de la vida en cualquier punto del país. No tenemos conflictos religiosos ni limítrofes. La capacidad de producir riqueza está en el interior, la actividad agropecuaria, la energética, la minera. Y no es sólo este tipo de producción sino también el desarrollo de industrias tecnológicas, como Tierra del Fuego”.
–¿En qué punto ubica el inicio del fenómeno del desarraigo interno?
–Desde 1950 en adelante hay una migración permanente del interior a las áreas metropolitanas, el AMBA principalmente. La causa es que siempre fue más fácil montar un negocio, estudiar, acceder a la salud, en esos centros urbanos.
–Hay más infraestructura de todo tipo…
–Exacto. Creo que esto se acentuó mucho más cuando se eliminó el Colegio Electoral. (NdR: con la reforma constitucional de 1994, Argentina cambió su sistema electoral. Antes se votaban delegados de cada provincia que iban a un colegio electoral y elegían al presidente, parecido al sistema norteamericano. A partir de la reforma, el voto fue directo, lo que les dio mayor peso político a los distritos más poblados). El conurbano se volvió el mercado electoral por excelencia. He escuchado muchas veces la frase de que una buena votación en la tercera sección electoral bonaerense garantiza la elección nacional. Eso es un problema para una fuerza que es un movimiento nacional, como el peronismo. Se fue dejando de lado la mirada estratégica de la planificación poblacional, que tiene que ver con la soberanía, el desarrollo y la justicia social.
–¿Qué ocurrió con las políticas de promoción industrial de las provincias del Norte, por ejemplo? ¿Todas fallaron?
–Esto no es algo que funciona con una herramienta puntual. Tierra del Fuego es un buen ejemplo para mostrar cómo el incentivo a una industria generó una comunidad bastante organizada y un círculo virtuoso. Y no me refiero sólo a las ensambladoras. El fracaso en otros casos es que, si sólo se incentiva la instalación de un sector industrial sin sumar infraestructura, vivienda, salud, educación, lo que termina ocurriendo es que son ventajas para el sector privado y sólo hay un leve impacto en la generación de empleo. No mucho más.
–¿Cuánto de esta realidad es un mal manejo a nivel nacional? ¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos locales?
–Hay responsabilidad de todas las instancias. Lo que nosotros proponemos es que esto sea parte de una agenda constante de la Argentina, coordinada entre provincias, municipios y Estado Nacional. Que no sean fenómenos puntuales, como Córdoba, donde (José Manuel) de la Sota le dio en su momento una impronta muy fuerte al protagonismo de los municipios. Se han creado muchos municipios nuevos en Córdoba. Tiene la misma cantidad de habitantes que el interior de la Provincia de Buenos Aires y cuenta con cerca de 500 municipios, mientras Buenos Aires tiene sólo 135 en total. Hay intendencias bonaerenses con diez localidades. De la forma en que lo planificaron en Córdoba, fue muy exitoso, además de que la transferencia de recursos de la provincia a las intendencias es mucho más importante que en otros distritos. Es un modelo interesante, aunque no alcanza con eso.
–¿Cree que en parte esto explica el retroceso electoral del peronismo en algunas provincias?
–Sí. La mirada y la estética que ha asumido el peronismo es de ultraconurbanización. Y le cuesta mirar y entender otros territorios que no son el conurbano. Los referentes, el modo de construcción, el discurso. Todo el combo es muy al estilo del conurbano bonaerense. El 98% de los municipios del país tiene menos de 100 mil habitantes y sólo el dos por ciento, que es donde mira el peronismo, tiene más. El caso del gobierno de Alberto fue emblemático. Era un gobierno y un gabinete del AMBA. Se salía al interior con enlatados y fotos.
–¿Le parece que el triunfo de Javier Milei se explica en parte por esto? Es un político netamente porteño, que ni siquiera recorre el país y ganó…
–No hay espacio político en la Argentina que represente el tema de la integración, Milei tampoco. La política se volvió AMBA céntrica y la discusión es un debate economicista. Estamos en un gobierno que ni siquiera tiene en agenda recorrer….
–Y de todos modos ganó en el interior…
–Al llevar la discusión política a algo tan limitado, Milei jugó mejor en ese terreno que los demás. Todos los referentes que circulan del campo popular, de Guillermo Moreno a Juan Grabois, representan la problemática de ese territorio (el AMBA).
–¿Cuáles son las primeras medidas que habría que tomar para revertir este proceso?
–Lo primero es un cambio en el sistema de distribución de recursos. El que tenemos es peor que en algunos países unitarios. Si los municipios no tienen recursos para asfalto, plazas; si no garantizamos conectividad, gas, cloacas, agua potable en todo el país; además de tierra vivienda, es muy difícil. Todo eso se hace distribuyendo recursos. Al mismo tiempo, el Estado Nacional debe recuperar cuestiones estratégicas que delegó en las provincias, como el tema energético y los minerales. Y también habría que revisar la educación. Que vuelva a ser potestad de la Nación, al menos la primaria. Y esto sumarle un programa muy ambicioso de infraestructura en todas las regiones: conectividad, transporte, cultura. La justicia social del siglo XXI: que el que vive en un pueblo rural como Villa Elisa tenga los mismos servicios que el que está en Recoleta. «