La cruzada de Francisco por transparentar los manejos oscuros de las finanzas vaticanas provocó un nuevo cimbronazo en la Santa Sede cuando las autoridades judiciales eclesiásticas allanaron dependencias y suspendieron a cinco funcionarios. La investigación, sobre compras ilegales de inmuebles en Londres, podría derivar en nuevos procedimientos contra algunos obispos y cardenales presuntamente implicados en una operatoria millonaria de la que habrían participado prelados y empresas de origen británico.
La noticia fue publicada originalmente en la revista L´Espresso por el periodista Emiliano Fittipaldi, un especialista en corrupción dentro de la Iglesia Católica que alcanzó fama y prestigio tras publicar Avaricia y Lujuria, dos libros no casualmente titulados con algunos de los pecados capitales en los que reveló escándalos sexuales y financieros dentro la iglesia en todo el mundo.
Luego el dato fue confirmado por la oficina de prensa del Vaticano. Oficialmente, se informó que por orden del Fiscal General Gian Piero Milano se había incautado documentos y dispositivos electrónicos en oficinas de la Secretaría de Estado y de la Autoridad de Información Financiera (AIF), una entidad independiente creada en tiempos del papa Benedicto XVI en el marco de otros escándalos financieros dentro del Instituto de Obra Religiosa (IOR), el banco del Vaticano.
Fittipaldi sostuvo que este caso deja más tela para cortar y podría involucrar incluso a los fondos del Óbolo de San Pedro, que son las donaciones que cada año se recolectan de los fieles en todo el mundo y que el año pasado sumaron 400 millones de euros y que se venían investigando desde 2015.
En la lista de sospechosos, preventivamente suspendidos de sus cargos y con prohibición de ingreso al área del Vaticano, figuran Tommaso Di Ruzza, director de la AIF, Vincenzo Mauriello y Fabrizio Tirabassi y una funcionaria de la administración, Caterina Sansone.
Pero el más alto en la escala eclesiástica es monseñor Mauro Carlino, de la oficina de información y documentación de la Secretaría de Estado, que está a cargo de un hombre de confianza de Jorge Bergoglio, el cardenal italiano Pietro Parolin, número dos del Vaticano y hasta la asunción del papa argentino, nuncio apostólico en Venezuela y contacto con el gobierno bolivariano desde 2009.
Carlino llegó a ese puesto hace algunas semanas en reemplazo de Monseñor Alberto Perlasca, nombrado promotor de Justicia para la Corte de la Signatura Apostólica. Hasta entonces, había sido secretario general del cardenal Angelo Becciu, designado prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos y en la practica el número tres de la Curia. Sucede que una de las oficinas allanadas es la que ocupaba Becciu en la Secretaría de Estado. Por eso muchas miradas están puestas ahora sobre él.
Salvo Carlino, que vive en la Casa de Santa Marta, donde reside Francisco, el resto de los implicados en este affaire solo pueden pasar los controles de la Gendarmería a laspuertas del Vaticano para atenderse por problemas de salud en el centro asistencial.
El periodista cuenta en su artículo que la investigación partió del mismo papa, que recibió información sobre maniobras irregulares del IOR y del Revisor General, el encargado de auditar la administración de la Santa Sede, a principios del verano boreal, y pidió ir hasta las últimas consecuencias.
Bergoglio fue ungido e marzo de 2013, tras la renuncia del alemán Joseph Ratzinger, Benedicto XVI. Llegó en un momento crítico para la iglesia católica, en medio de denuncias en todo el mundo por abusos sexuales. Pero los escándalos financieros también fueron un tema que preocupaba en el Vaticano.
El IOR fue creado para la administración de los fondos vaticanos y reemplazó en ese sentido al Banco Ambrosiano, que se hundió escandalosamente en 1982 dejando un tendal de víctimas de prácticas mafiosas, como el que fuera su director, Roberto Calvi, ligado a la Logia P2, que en los años 70 brindó apoyo a los gobiernos represores de América del Sur.
El tema de las maniobras financieras en el IOR se hizo público una vez que Francisco se puso en movimiento en Roma. Para el 2014 la información oficial era que el banco Vaticano estaba en quiebra. Sin embargo, a poco de hurgar en sus cuentas, el cardenal australiano George Pelli, designado prefecto de la Secretaría de Economía, que había sido creada unos meses antes, descubrió que había no menos de 3000 cuentas sospechosas entre las que se ocultaban cientos de millones de euros del Vaticano.
Este nuevo escándalo se registra a pocos días de que comience en Roma un encuentro de obispos para debatir el tema Amazonia: Nuevos caminos para la Iglesia uy la Ecología, lo que sin dudas habrá de generar un fuerte contrapunto con el presidente brasileño Jair Bolsonaro, negacionista del cambio climático y de fe pentecostal.