Detrás de todo asalto fascista al poder hay un financiamiento tangible, sin el cual la extrema derecha jamás podría tomar el gobierno. Así, Mussolini mantiene a los camisas negras con aportes de bancos, industriales y hacendados. Concluida la marcha sobre Roma y la obtención de los plenos poderes, devuelve los favores y comienzan el primer plan privatizador a gran escala en occidente. Fin del monopolio público sobre los fósforos, los seguros de vida, el transporte, los teléfonos, la telegrafía, venta de Ansaldo (metalúrgica), concesión de servicios públicos. “En materia económica somos liberales”, había señalado el duce.

Algo similar sucede en Alemania con Hitler. En 1927, por ejemplo, el empresario Emil Kirdor, socio de Thyssen, pagó todas las deudas del partido nazi. «Las empresas privadas no pueden mantenerse en la época de la democracia», diría Hitler en la reunión con los veinte empresarios germanos más importantes en 1933, convocados para financiar la campaña electoral de ese año. BMW, Daimler-Benz, Allianz, Porsche, Volkswagen, Bayer, Krupp y Thyssen, entre muchas otras, juntarán el dinero requerido. Luego de obtener los plenos poderes, el führer los recompensará con rearme, disciplinamiento de la clase obrera e incluso trabajo esclavo.

Por decenios el fascismo francés expresaba sólo a marginales. Como apunta Carlos Schmerkin desde París, el Frente Nacional fue fundado por nostálgicos de la Argelia francesa y del régimen de Vichy, aquel que colaboró con los alemanes durante la segunda guerra. Le Pen sería el primer paso para ganar “respetabilidad”, sobre la base de xenofobia, antisemitismo, negacionismo… sin resultados apreciables hasta 1986, al conseguir representación parlamentaria. Estará presente en la segunda vuelta de las presidenciales en 2002, cuando relega a la izquierda al tercer lugar. También participan en los balotajes de 2017 y 2022, y aunque Marine Le Pen -que sucedió al padre- es derrotada, aumenta el caudal electoral de 34% a 42%. Con la disolución de la Asamblea Nacional decidida por Macron, la ahora llamada “Agrupación Nacional” (Rassemblement National) está a las puertas del poder. Es el momento Bolloré.

Nacido en 1952, Vincent Bolloré es considerado el noveno francés más rico, con unos 9000 millones de euros. Es dueño de un emporio que emplea 76.000 personas en 91 países, basado en logística petrolera, industria y sobre todo en medios de comunicación. La estrategia de Bolloré es comprar un medio, echar a los periodistas, y reemplazarlos por voceros de la extrema derecha. Así, compra el Journal du Dimanche (el diario del domingo). Fundado en 1946, Dimanche es de los pocos medios franceses que salen el día de la semana donde no hay otros diarios en Francia. Bolloré nombra una redacción de extrema derecha, y enfrenta una huelga de 40 días por el cambio de línea de la publicación. ¿Qué importa? Bolloré brinda indemnizaciones y reemplaza al 90% de los periodistas. La ONG “Reporteros Sin Fronteras” fue atacada en gráfica, televisión y radio propiedades de Bolloré, así como por Internet, donde salieron campañas “ciudadanas” que acusaban a RSF de ser comisarios políticos, prejuiciosos, partidarios y corruptos. O sea, digamos: la casta. Resulta que esa operación en las redes es desplegada por varias entidades… ubicadas en las oficinas de Bolloré. Es la línea editorial de la derecha: denunciar lo que cometen, cometer lo que denuncian. Y con la mayor violencia, hasta con censura contra periodistas y denuncias penales por posible pérdida de beneficios al informar sobre las prácticas del grupo.

Parece que Bolloré no simpatizaba mucho con los Le Pen, al considerar que tenían un programa demasiado social (!). Pero su paso al costado deja la presidencia del partido y la candidatura a Jordan Bardella, un joven y dinámico neofascista que culmina el “lavado de cara” de la extrema derecha. Ya no son antisemitas, apoyan al Estado de Israel. No son antieuropeos, son «otanistas». Todo será contra extranjeros, asalariados y Estado republicano. Es cuando Bolloré juega todos los medios para asegurar el triunfo de la Agrupación Nacional. Incluso organiza un encuentro con Eric Ciotti, líder de los posgaullistas, para conseguir los votos y diputados que le puedan faltar a la extrema derecha para gobernar. Es que precisa terminar con las regulaciones que le impiden expandir el imperio mediático y afianzar la posición de ser uno de los mayores productores globales de contenidos. Además de esperar la privatización de los medios públicos. Bolloré, la mano que mece la cuna de la extrema derecha francesa.