El marxismo tuvo en Europa Oriental al comunista ruso Vladimir Ilich Ulianov, universalmente conocido como Lenin. Y en Europa Occidental tuvo al italiano Antonio Gramsci, como figuras fundamentales, geniales pensadores y líderes políticos.
Ambos murieron jóvenes: Lenin a los 53 años y Gramsci a los 46. Los dos fallecieron por dolencias ocasionadas por sus actividades revolucionarias. Lenin por las secuelas de un atentado y sus varios infartos cerebrales ocasionados por su trabajo intelectual y político como opositor perseguido por el zarismo, organizador del Partido Comunista Ruso, líder de la revolución rusa, fundador y dirigente del Estado Soviético. Gramsci por su trabajo intelectual y político en el Partido Comunista Italiano y por las secuelas de torturas y malos tratos en las mazmorras fascistas de Mussolini.
Lenin murió en 1924 y Gramsci en 1937. Lenin impulsó la toma revolucionaria del estado para desde él transformar la sociedad. Gramsci postuló la tesis de la hegemonía cultural para que el bloque histórico liderado por la clase trabajadora ganara la voluntad mayoritaria de la sociedad, tomara el poder político y controlara el estado.
En el siglo XXI, en las condiciones de Europa Occidental, el pensamiento gramsciano para interpretar la realidad es fundamental. Y su postulado de la hegemonía cultural como requisito para ganar el poder político está en juego en las recientes elecciones francesas.
La derrota de Emmanuel Macrón, primero en las elecciones para autoridades europeas y después en las parlamentarias franceses, es la clara muestra de la crisis de hegemonía del bloque social que ejerce, con el liderazgo de Macrón, el poder en Francia.
Los guarismos electorales muestran un “empate catastrófico” (concepto acuñado en los debates académicos y políticos de Iberoamérica) lo que implica que ni el macronismo ni el Nuevo Frente Popular, ganador de las elecciones, pueden ejercer el gobierno a plenitud.
La derrotada electoralmente es la extrema derecha, que quedó tercera en las elecciones del 7 de Julio. Sin embargo, no hay que olvidar que el partido de Marine Le Pen, sumado otros partidos minoritarios, cercanos ideológicamente a Reagrupación Nacional, suman alrededor del 40% de los sufragios emitidos el 7 de julio. Lo que significa que ese sector está, como nunca antes, cerca del poder político en París, favorecido por el fracaso de las ambivalentes políticas de Macrón.
De acuerdo a la constitución francesa, el presidente Emmanuel Macron, cuyo mediocre gobierno de derecha, con máscara de centrista, es rechazado por los electores, todavía es el jefe del estado y debería nombrar a un primer ministro de las filas del Nuevo Frente Popular, si respetase la ética, la estética y la cultura política francesas. Esos no parecen ser los atributos de Macrón. Por ello el presidente ha inaugurado un compás de espera, aunque signifique una parálisis de Francia a pocas semanas de que se realicen los juegos olímpicos 2024, que la tienen como sede.
El Nuevo Frente Popular ha declarado públicamente que está listo para gobernar y cohabitar con la presidencia que ejerce Macrón. Sin embargo, el presidente quisiera dividir al Nuevo Frente, excluyendo de un potencial gobierno de izquierda a “Francia Insumisa”, que lidera jean- Luc Melenchon, y forzando que su derrotado partido Juntos integre parcialmente el nuevo gobierno.
En eso Macrón no sólo traiciona la visión de la Quinta República que tuvo el gran Charles De Gaulle, sino que queda históricamente distante de otros presidentes de izquierda y derecha que han cohabitado con primeros ministros de ideología adversaria. Son los casos de Francois Miterrand, presidente socialista, que cohabitó con Jacques Chirac y Édouard Balladour como primeros ministros. Y el propio Chirac,ya presidente, que cohabitó con el primer Ministro socialista Leonil Jospin.
Hasta tanto se defina la coyuntura en la cúpula política francesa es conveniente evaluar cuál puede ser la salida positiva de esta crisis de hegemonía, con un gobierno del Nuevo Frente Popular y las lecciones que dejan las elecciones francesas para el mundo.
La izquierda francesa ha planteado medidas concretas, eficaces y viables.
- Freno a la insoportable concentración de la riqueza y al aumento de la desigualdad que el modelo de Macrón ha impuesto.
- Incremento del salario mínimo.
- Reposición del impuesto a las grandes fortunas.
- Amento del presupuesto para el mejoramiento de todos los servicios públicos.
- Anulación de la contrareforma jubilatoria de Macrón
- Profundización de la alianza de los cuatro partidos políticos Francia Insumisa, Partido Socialista, Partido Comunista, Movimiento Ecologista con los movimientos sociales tradicionales y nuevos.
El intelectual argentino Diego Sztulwark ha escrito en el periódico Pagina 12 de Buenos Aires unas interesantes reflexiones sobre las lecciones que deja la circunstancia política francesa para la Argentina y otros países.
- No es verdad que en Occidente el avance de la derecha radicalizada sea una tendencia histórica lineal, homogénea e inevitable. México, Gran Bretaña y Francia, lo confirman en este mediados del 2024.
- Los triunfos de la ultraderecha en Occidente no tienen una dimensión global e irrefrenable. Son mayoritariamente responsabilidad de los errores por comisión u omisión de las fuerzas del centro-izquierda desde el gobierno o de la oposición.
Para Sztuwark, de las elecciones francesas, es más valiosa la “lección Melenchon” que la “lección Macron”. La izquierda francesa salió en tiempo y forma a buscar a los sectores centristas y las clases medias para fortalecer en una semana al Nuevo Frente Popular y que derrote al neofascismo de Le pen y el derechismo de Macrón.
Parafraseando la famosa frase de Hegel y Marx sobre que la historia se repite, a veces como tragedia y otras como comedia, Sztuwark dice que la historia puede repetirse muchas veces como comedia, hasta que se transforma en tragedia.
En el ambiente social dominado por el deporte más popular, que es el fútbol, con dos lides transmitidas mundialmente en este Julio 2024, la Euro Copa y la Copa América, en Francia se celebró la victoria electoral de la izquierda con una adaptación del lema de la Revolución Francesa “Liberté, Egalité, Fraternité”: “Liberté, Egalité, Mbappé”.