La distingue su humor y una mirada ácida y divertida de la realidad. De militancia feminista, también se define a sí misma como “troska de Barrio Norte”, es adicta a los Beatles y fan de las milanesas y el fernet. Flora Alkorta es una de las guionistas argentinas más reconocidas, con una amplia experiencia en televisión, radio y teatro.
Actualmente trabaja en El ojo de la tormenta (lunes a viernes de 13 a 15, por en la AM750) y junto a María O’Donnell en De acá en más (lunes a viernes de 6 a 9, por Urbana Play).

-¿Tiene límites el humor?
-Es un tema del que en los últimos años se habla bastante. Hay dos vertientes: hay que reírse de todo y, la otra, que hay que tener cierto cuidado para no reírse del más débil. Yo estoy más con esta segunda, para dejar atrás la cultura del bullyng o de un tipo de humor que estaba bastante instalado que básicamente se dedicaba a reírse del gordo o del nerd, con algo de misoginia y demás. Pero tampoco te tenés que pasar y empezar a prohibir, cancelar o enojarte por un chiste. Un comentario desafortunado no es tan grave y puede pasar. A veces el humor es un escudo o una herramienta.
-¿Te reías de cosas que hoy no te reís?
-Seguramente. Hay chistes que hacía que hoy no se me ocurrirían. Está bien ir cambiando de opinión. Los cambios sociales se fueron dando y te adaptás. Te das cuenta que había cosas que no estaban buenas. Es un tema: estamos en una transición. Ahora creo que no hay que cancelar tanto, está fluyendo todo y quizás hay contextos para todo. Estamos en duda siempre. Pero bueno, reírse de los cuerpos o de ciertas características no me da risa. Prefiero reírme de los poderosos, de los fachos, de los malos. Y luego hay cosas inevitables: si alguien se cae, se resbala o algo así, hay una reacción humana casi inevitable. Pero bueno, otra cosa es la construcción de humor, donde mostrás un poco cómo ves las cosas.
-¿Qué querías ser cuando eras chica?
-Nunca pensé en ser humorista. Era medio imposible, no era algo que se estudiaba, pero siempre era la graciosa de los grupos y en la familia. Hasta escribía chistes para contarlos en el recreo. Me defendía de la timidez con humor. Pero sin referentes y sin entender que existía esta profesión, quería ser veterinaria. Me gustaban los animales, las mascotas.
-¿Y qué pasó?
-Estaba con la mirada puesta en otra cosa. No sé si fue el destino, no quiero exagerar, pero algo había. El humor me ayudaba a sobrevivir. Mi mamá me cuenta que cuando íbamos al circo o alguna comedia de niños, yo no me reía: miraba muy concentrada a quienes se reían, como queriendo aprender, fascinada por la reacción que provocaba. Me tomaba el humor como algo serio y fascinante desde chica.

-¿Cómo recordás tus primeros pasos?
-Se dieron casi sin pensar. Yo admiraba a figuras como Lalo Mir, Pergolini, la Negra Vernacci que en ese momento eran una novedad y al terminar la secundaria quería ser guionista de radio. Pero no existía la carrera. En los ‘90 era todo nuevo, entonces me puse a estudiar periodismo, que no me gustaba, pero bueno, era lo que más me acercaba a la radio. De dio la chance de estudiar guión televisivo y al toque apareció un laburo en la tele. Entre en TyC Sports, en Mar de fondo, que conducía Fantino, y en otro programa que era Club social y deportivo. Y por la dedicación que le puse se me fueron abriendo puertas.
-¿De todo lo que hiciste tenés alguna preferencia?
-Me cambio la vida trabajar con Mex Urtizberea en Magazine For Fai porque pasé de espectadora a guionista y me enseñó una dinámica de trabajo que no conocía. Me gusto ser parte de Delikatessen, un programa del ’98, con Horacio Fontova, Diego Capusotto, José Luis Oliver, Fabio Alberti, Damián Dreizik y Luis Ziembrowski. Colaborar con Pedro Saborido fue un gran aprendizaje. Después estuve en Infómanas (con Claudia «La Gunda» Fontán y la Negra Vernaci) y luego en Grandiosas, con Karina Mazzocco, Laura Oliva y Fanny Mandelbaum. Me fascinaron esas experiencias. Porque aprendés a escribir, pero también a producir y hacer de todo.

-¿Trabajaste de alguna otra cosa?
-Mi primer trabajo fue en el Once: vendía botones en una botonera grande. También trabajé en una escribanía. Pero no, no era lo mío. Cuando empecé en la tele y en la radio nunca más paré.
-¿Cómo sos para escribir? ¿Tenés una metodología de trabajo?
-Necesito silencio. No puedo escuchar música ni nada que me distraiga. No miro redes ni videos ni nada si tengo que ponerme con algo. Son muy absorbentes, si te enganchás con las redes algo que normalmente hacés en dos horas lo terminás terminando en cinco. Me pongo periodos: una hora de trabajo y paro 5 minutos. Así hago los guiones. Si durante el día se me ocurre algo, lo anoto en el celu, en una libreta o cuadernito que tenga en la cartera.

-¿Dejaste el stand up?
-Hace un tiempo que no hago, es verdad, pero por fiaca de preparar material nuevo. Chistes y canciones siempre aparecen y voy anotando, y a veces los pruebo en los jam de impro. Muchas veces las canciones terminan en la radio. Ya vendrá un show para estar sola frente al micrófono.
-¿Cómo entran los Beatles en tu vida?
-Leía mucho Mafalda, ella los nombraba y me dio curiosidad. También me gustaba mucho Juan Alberto Badía y como oyente y espectadora de él me contagie un poco de su fanatismo y amor por el grupo. A los 12 me empecé a comprar los discos. Si hacen un concurso de preguntas y respuestas sobre los Beatles, gano seguro.
-¿Qué disco te compraste primero?
–Abbey Road. Fui y le pedí al disquero: quiero el que están cruzando la calle. Mafalda lo tenía colgado en la pared, no sabía ni el nombre. Lo puse en el combinado de mi abuela y quedé hipnotizada para siempre. El último que grabaron fue mi principio. Arranque de atrás para adelante. «
