Si entrecerramos los ojos para escuchar el primer disco del cuarteto Flamamé, puede que la sensibilidad nos lleve hacia géneros y ámbitos diversos. Habrá quien reconozca en estas canciones las dulzuras del chamamé evocando paisajes del Litoral, pero también los abismos propios del tango y hasta chispazos de jazz. Cuatro reconocidas músicas de la escena actual, Milagros Caliva (bandoneón), Belén López (contrabajo), Noelia Sinkunas (piano) y Flor Bobadilla Oliva (voz), convergen creativamente en un álbum de música popular al que definen “de aguas y puertos”, tanto por las improntas diversas que se abrazaron en la experiencia grupal, como por los “movimientos personales” que atravesaba cada una durante esta génesis. Como ironía, para dar nombre al ensamble inventaron una palabra que alude al fuego creativo: “Flamamé”. “¡Es que fue ponernos a ensayar e improvisar y encendernos!”, aseguran. El 30 de marzo presentarán el álbum en el CAFF.
“Flamamé como grupo es un hermoso mbojere, una mezcolanza, un quilombo en guaraní”, afirma a Tiempo Flor Bobadilla Oliva, cantante y una de las compositoras de esta singular banda fundada a fines de 2022 y, de alguna manera, hermana o desprendimiento de un trío anterior, llamado Confluencias: “Mili, Belén y Noe venían tocando juntas y me convocaron para cantar como invitada en un par de fechas, y después otra vez para un festival en Brasil. Fue un viaje hermoso y tuvimos importantes charlas. ‘Yo estoy para formar un grupo con ustedes’, les dije. Sintieron igual y arrancamos”.
Las cuatro músicas venían de palos muy distintos, de gestar por estos lares o en giras internacionales espectáculos de folklore, “word music”, tango, cumbia y jazz… “Además, cuando nos propusimos hacer este disco, todas estábamos en algo: unas desenamorándose o fluyendo hacia alguna parte o tratando de habitar nuevos lugares”, admite Flor. “Por eso hay canciones de despedida, de encuentros, de amores propios o de amores no correspondidos. Fuimos compartiendo esas historias y desarmando el lenguaje hasta transformarlo en música. Canciones folklóricas donde la ciudad está muy presente. Algunas nacieron combinándonos entre nosotras y a otras las trajimos de nuestras experiencias”.
Para abrir y cerrar el álbum eligieron dos clásicos como “La chamarrita del amor”, una chamarrita entrerriana del Rodolfo Regúnaga, y “La partida”, penosa y bella despedida del venezolano Carlos Bonet. Las otras ocho canciones son de factoría propia: “Detrás de la pared”, “Salto” y “El adiós” fueron compuestas por Belén López; “Seguir” y “Darlo todo” son de Sinkunas: “Sus ojos de río” y “Tranqui nomás” de Mili Caliva. Bobadilla aportó la letra de “Ováva”, un tema cantado en guaraní y creado en el marco de una beca del Fondo Nacional de las Artes, que cautiva por su atmósfera extraña, experimental. “Mi trabajo vocal siempre ha tenido que ver con descubrir y no quedarme en un solo lugar. La palabra ováva en guaraní significa ‘el que muda’, quien migra. Este tema nos invita a cerrar los ojos y dejarnos ir. Es un halo inmigrante de luz, una tristeza de luz. Una pulsión que nos invita a la pausa. El guaraní tiene la dulzura para este tipo de construcciones”.
¿Dónde se encuentran en el disco, a nivel emotivo, estas cuatro artistas que vienen de experiencias diversas? ¿Qué papel juega el agua como conectora de las identidades que nutren nuestra música popular? “Más allá de que hablemos de chamamé, tango, polca, galopa misionera o gualambao, que fue la música que inventó Ramón Ayala, hay algo reconocible en la música popular argentina que se traduce en un lenguaje portuario. Cada ritmo tiene su impronta, su significado, su sabiduría y su lugar en los bailes y las peñas, que es donde las cosas suceden. Hacia ahí fuimos. Hacia el agua y esas raíces de nuestra música que apuntan a los puertos. Amamos nuestro país”.
Flor Bobadilla Oliva nació en Posadas, Misiones, y se siente atravesada por el folklore aunque reconoce que se formó en las ligas de la música clásica “porque era lo que había donde yo vivía”, cuenta. Desde 2010 está radicada en Buenos Aires, donde es una reconocida cantante, música, compositora y actriz. Sus compañeras también vienen de mundos como caleidoscopios. Belén López, a cargo del contrabajo y compositora, es porteña y de impronta jazzera, estudió en la UNA y ganó una beca para seguir formándose en Nueva York, donde tocó con el saxofonista George Garzone, el pianista Leo Genovese y el baterista Rodney Green. Noelia Sinkunas, al piano y también compositora, es tanguera y bonaerense, de Berisso, pero también se sacude etiquetas: el año pasado ganó el Gardel a mejor álbum de folklore alternativo por Salve y anduvo de gira por los Estados Unidos con una agrupación propia de cumbia. Milagros Caliva, bandoneonista y docente de música, nació en La Matanza y lleva el chamamé en las manos desde los siete años, cuando se calzó el fueye con la ayuda de su abuelo. En 2020 Mili la descosió en Europa con el espectáculo Chamamé sinfónico junto a la Orquesta de Tilburg (Holanda).
A modo de reflexión final, Bobadilla Oliva destaca: “Nuestras canciones son como postales de época. Más allá de los libros de historia, la música existe para contar lo que le pasa a un pueblo en un momento dado: cómo nos estábamos sintiendo, cómo trabajábamos y también cómo estábamos amando”. «
Flamamé en vivo
Presenta Flamamé, su disco debut, el sábado 30 de marzo a las 21 en el Caff, Sánchez de Bustamante 772.
Flamamé – Flamamé
- «Chamarrita del amor».
- «Seguir».
- «Detrás de la pared».
- «Sus ojos de río».
- «Tranqui nomás».
- «Salto”.
- “Darlo todo”.
- “Flamamé”
- “El adiós”.
- “Ováva (El que se muda)”. 8:31
- “La partida”.