En el que quizás sea su momento más difícil desde el regreso de la democracia, el cine argentino ha vuelto a hacerse presente en el Festival de Cannes con lo que mejor sabe hacer: películas. Son ocho filmes, entre cortos y largometrajes, títulos recientes y clásicos restaurados, los que se exhiben en el evento cinematográfico más grande de cada año. Propuestas diferentes que dejan en claro, una vez más, la energía, vitalidad y diversidad que hay en el cine nacional.
A falta de un stand o algún tipo de presencia –el INCAA hoy está prácticamente paralizado y no tiene representación oficial acá, más allá de quienes vienen por su cuenta o con apoyo de entidades privadas o extranjeras–, alrededor de un centenar de realizadores, productores, actores, técnicos, programadores, periodistas y colaboradores de otros países que trabajan con la industria nacional se congregaron, además, para lo que ya se está convirtiendo en una suerte de costumbre en eventos de este tipo: una foto con la bandera “Cine Argentino Unido” y la lectura de un comunicado acerca de los duros recortes en el sector.
«Es un intento de acabar con la cultura, con la ciencia y con la educación –leyó la actriz y directora María Alché ante decenas de medios internacionales y frente a la mítica Croisette–. Los recortes no implican grandes sumas de dinero para el presupuesto del gobierno, pero sí tienen un valor simbólico para la construcción del país. El cine argentino es plural y diverso, no responde a una ideología en particular y muchos colegas talentosos se han quedado desempleados por culpa de este vaciamiento.”
La preocupación por el estado del cine argentino –y por el país en general– es constante entre los que circulan por el festival. Por suerte –al menos por ahora– siguen habiendo películas que representan al país aquí, algo que probablemente no suceda durante los próximos años si la producción se reduce al mínimo, como parece ser la política de las nuevas autoridades del Instituto de Cine. Entre los títulos que se están exhibiendo acá y que compiten por los distintos premios que entrega el festival se destacan cuatro largos en distintas secciones del evento: “Algo nuevo, algo viejo, algo prestado”, de Hernán Rosselli; “Simón de la montaña”, de Federico Luis; “Los domingos mueren más personas”, de Iair Said y “Transmitzvah”, de Daniel Burman.
“Algo nuevo, algo viejo, algo prestado”, que se presenta en la sección Quincena de Cineastas, es el tercer largo del director de “Mauro” y combina ficción y documental para narrar con enorme realismo y gran complejidad formal la historia de una familia que se dedica a las apuestas ilegales –negocio más conocido como “Quiniela clandestina”– en el sur del Gran Buenos Aires, más precisamente en la zona de Temperley. Mezclando material viejo grabado por la propia familia con escenas ficcionalizadas de la actualidad, Rosselli crea un fascinante retrato de los submundos del crimen organizado al que combina con una trama centrada en los problemas personales de sus personajes. Se trata de una mirada honesta y realista al funcionamiento de las economías paralelas a través de una familia (ficcional) que se dedica a las apuestas ilegales hace ya varias décadas.
Cannes y la sección ACID
“Simón de la montaña”, de Federico Luis, quien ya estuvo aquí en competencia en 2019 con su corto “La siesta”, narra la historia de un adolescente solitario que vive en la Patagonia y que empieza a hacerse amigo de un grupo de personas con discapacidad que van a una institución educativa inclusiva. Para poder estar más tiempo con ellos, con los que se siente a gusto, y escapar a la vez de problemas familiares, el tal Simón (interpretado por Lorenzo “Toto” Ferro) se empieza a hacer pasar por discapacitado, imitando tics e inventando una específica forma de hablar. Esta situación lo libera anímicamente y hace allí muchos amigos pero, a la vez, lo mete en problemas con sus padres y con las autoridades del lugar que no saben muy bien qué hacer ante su insistencia en mantener esta nueva manera de actuar. La película fue muy bien recibida en su paso por la Semana de la Crítica.
“Los domingos mueren más personas”, del actor y director Iair Said se presentó en la sección ACID. La suya es una clásica comedia dramática judía en la que un joven que vive en Italia vuelve al país tras la muerte de un familiar y debe lidiar aquí con su intensa y neurótica familia –que integran Rita Cortese, Antonia Zegers y la también cantante Juliana Gattas–, con el difícil estado de salud de su padre internado y con los propios problemas de su protagonista, un treintañero gay recién separado que no sabe bien cómo reinsertarse en un mundo que ha cambiado mucho respecto a lo que conocía. Una comedia muy divertida y con momentos de humor judío muy preciso, “Los domingos…” va tomando un tono más dramático con el correr de los minutos hasta transformarse en un retrato muy afectuoso de una familia que atraviesa una complicada situación.
“Transmitzvah”, del veterano Daniel Burman –acaso el experto en comedias judías dentro del cine argentino– se estrenó mundialmente en la sección “Cine en la playa”, en la que se pasan películas un tanto más accesibles y comerciales a la orilla del Mediterráneo con entrada gratuita y para todo público. La película del realizador de “El abrazo partido” se centra en Rubén, un chico que a los 13 años desafía a su familia al decidir festejar un Bat Mitzvá –que es el que hacen las mujeres– en lugar de un Bar Mitzvá, ceremonia de los varones. Ya de adulta y conocida como Mumy (interpretada por la española Penélope Guerrero), se ha convertido en una cantante de música idish que regresa a Buenos Aires tras una larga ausencia acompañada por su pareja. Con algunas coreografías y números musicales –algo novedoso en el cine del director de “Derecho de familia”–, esta comedia dramática protagonizada además por Alejandra Fletchner, Juan Minujín y Alejandro Awada y centrada en las diversas formas de la identidad fue muy bien recibida en su pase nocturno frente al mar.
Los otros títulos nacionales que se sumaron a la edición de Cannes incluyen un film de la Competencia Inmersiva titulado “Gloomy Eyes”, de Fernando Maldonado y Jorge Tereso; un corto en la Quincena de Cineastas llamado “Nuestra sombra”, de la misionera Agustina Sánchez Gavier; el clásico restaurado de Mario Soffici “Rosaura a las diez” y una función también en la playa de la obra maestra de Fabián Bielinsky “Nueve reinas”, a lo que hay que sumarle la participación, en los distintos eventos del mercado, de muchos títulos y proyectos argentinos. Una participación que, de no mediar cambios en el panorama político, se irá achicando cada año un poco más. Para el cine argentino, que es una presencia constante y relevante en el panorama internacional, se trata de una situación dura para los trabajadores del sector y dolorosa para la difusión de la cultura y el arte argentino en el mundo.