Tras el golpe de Estado, Juan Carlos Onganía implementó una política de ajuste que, entre otros sectores afectados, llevó al cierre de ingenios en Tucumán. Muchos de los trabajadores fueron a la Capital. Entre ellos, el abuelo de Fátima Cabrera, que arribó a la Villa 31 y consiguió un laburo en el puerto. Ella viajó luego con su madre y sus cuatro hermanos en 1966. En muy poco tiempo ya sería amiga del Padre Mugica.
“El año en que llegamos se produjo una huelga de portuarios muy grande –recuerda en diálogo con Tiempo–. Conocí al Padre cuando venía a la casa de mi abuela, que era de una familia grande de Tucumán; los domingos invitaba a comer empanadas y venía Carlos. Ellos iban a sus misas cuando aún no estaba la capilla Cristo Obrero”.
Fátima aún no había terminado la primaria. Cuando alcanzó los 13 años empezó a ir asiduamente a la capilla, hasta convertirse en una de las primeras catequistas de la villa, trabajando al lado del Cura de los Pobres. “Con el tiempo empecé a participar en más actividades comunitarias, en todo lo que hacía Carlos junto a las comisiones vecinales del barrio, no era solo la catequesis. Ahí se destacó mucho José Valenzuela, un tucumano que venía de la resistencia peronista y que fue 15 años presidente del barrio”, acota Fátima, que el 13 de mayo cumple 67 años.
Más tarde formaría pareja con el sacerdote irlandés Patricio Rice, con quien tuvo tres hijos. Ambos fueron detenidos en 1976 por la dictadura (tras presiones del gobierno irlandés, finalmente los liberaron). Desde su casa en Constitución, Fátima se lamenta de no haberle quedado fotos con Mugica (ella siempre lo llama por el nombre), asesinado por la Triple A. Fátima y toda la villa 31 utilizan otra denominación: “Martirio”.
–¿Qué se le viene a la cabeza cuando le preguntan por aquellos años en el barrio?
–Muchas cosas. Terribles accidentes de laburo que había en el puerto, como el caso de mis tíos; las razzias llevando filas de hombres detenidos que después perdían su laburo por no asistir; la participación comunitaria, las colas de chicos para llevar agua al barrio, no había ni luz eléctrica; también se producían muchísimos incendios porque la luz a la noche era con velas y las casas eran de madera y cartón. Pero inmediatamente después de un incendio se armaban carpas para hacer una olla en común, dar asistencia a los enfermos, remedios, ropa, se organizaba todo. Esa solidaridad también nos llevó a militar en la juventud peronista, con la vuelta de Perón. Carlos tenía muchos colaboradores, por ejemplo para manejar la proveeduría donde al principio repartían un litro de leche y huevos, era una experiencia que trajo Carlos de Chile cuando estaba Allende; también estaban muy organizados los sepelios, la gente salía a hacer colectas para que saliera más económico por gestiones de Carlos; había un dispensario médico; la policía montada de Lanusse parando en la puerta de la capilla en las misas de la tarde, y las marchas a Luján que hacíamos en protesta por toda la situación socioeconómica que vivían las villas.
-¿Cómo fue el día que se enteran del asesinato de Mugica?
-Cuando matan a Carlos fue terrible, nos dejó una orfandad tan grande… También fue un momento de mucho avance de la derecha en el peronismo. El primer golpe terrible para los habitantes de la 31 fue el asesinato de Alberto Chejolán, que era vecino del barrio Güemes, en una marcha por la vivienda, el 25 de marzo de 1974 (por las fuerzas de López Rega). Eso fue tremendo para Carlos, al día siguiente nadie fue a trabajar, estábamos de luto. Y el 11 de mayo ocurre lo de Carlos.
–¿Cuál es hoy su legado?
–Hoy creo que el legado de Carlos está dando sus frutos, tardó porque su figura fue muchas veces tergiversada. Si bien se lo reconoce como un mártir por su entrega hacia los más pobres, siempre se lo quiso desvincular de lo política. Sin embargo, él siempre se declaró peronista. Muchas veces eso le trajo costos, incluso dentro de la Iglesia. Lo invisibilizadaban. En las últimas décadas se pudo volver a hablar de Memoria, Verdad y Justicia también en lo religioso. Angelelli, Pedernera. Me enteré que en el seminario donde forman a los sacerdotes fueron a hablar los curas de las villas sobre Carlos. Es muy bueno. Yo creo que su figura pronto va a ser beatificada, no solo por su legado en relación al evangelio sino por su elección preferencial por los pobres.
–¿Qué recuerda de la militancia en la JP y el Movimiento Villero Peronista?
– Era un momento también de mucha efervescencia en cuanto a lo político. Mi hermana menor militaba, éramos muy chicos pero tuvo que ver todo el contexto de América Latina, y la villa era un lugar muy organizado, venía gente de todos lados. Una mañana yo estaba por ir al colegio, y empezamos a sentir las campanas de la capilla, que era muy habitual cuando Carlos daba misa (que eran unas misas muy lindas donde se llenaba de gente, de trabajadores en general, y los domingos eran unas misas donde también venía mucha gente de afuera) pero a esa hora era raro que hubiera una misa. ¿Y qué era lo que sucedía? Había llegado Perón al barrio. Y fue directo a la capilla. Ese día todo fue una alegría y una fiesta.
La Virgen de Luján
En el día de la Virgen de Luján y, al cumplirse 50 años del martirio de Mugica, Cristina Fernández encabezó ayer la entronización de la imagen de la Patrona de la Argentina en el Salón de las Mujeres del Bicentenario del Instituto Patria.