Mientras analistas, corredores y medios especializados debaten si el imperio Facebook caerá o solo se magullará ante la creciente campaña Stop Hate For Profit (Paremos el negocio del odio), quienes la impulsan redoblan la apuesta sumando ya más de 750 empresas a la suspensión de inversión publicitaria en la red social, un negocio que el año pasado representó 70 mil millones de dólares. Para estas organizaciones, entre las que destaca la Liga Antidifamación (ADL), lo actuado hasta ahora por el gigante creado y presidido por Mark Zuckerberg es “insuficiente” y apuntan a que modifique la política de admisión de publicaciones particulares y de grupos en la red, lo que podría abrir otro debate en torno a la libertad de expresión.
La campaña comenzó hace unos diez días, tras la proliferación de discursos de odio, sobre todo en Estados Unidos relacionados con el asesinato del afroamericano George Floyd y las manifestaciones callejeras que derivaron del caso, llegando incluso a poner en ese grupo a las publicaciones del propio presidente Donald Trump, que muchos consideraron como incitaciones a la violencia. Algunas grandes empresas comenzaron a sumarse como Unilever, Coca-Cola, Levi’s, Starbucks y muchas otras.
“Facebook prometió aplicar su política de odio a los anuncios, pero no hace nada acerca del odio más difundido en grupos y posteos, donde es una cuestión mucho más sistemática y significativa”, se lee en el comunicado del sitio Stophateforprofit.org.
A través de su vocero, Nick Clegg, Facebook apeló, literalmente, a la “grieta” para quitarse responsabilidades sobre las publicaciones que alientan a la violencia, el odio racial y de género, y otros. “Cuando la sociedad está dividida y las tensiones crecen, esas divisiones acaban en las redes sociales. Plataformas como Facebook funcionan como un espejo para la sociedad”, dijo en la página oficial de la red.
“Facebook no se beneficia del odio”, aseguró Clegg. “Miles de millones de personas usan Facebook e Instagram (que pertenece al mismo grupo, junto con Whatsapp) porque tienen buenas experiencias. Ellos no quieren ver contenido de odio, nuestros avisadores no quieren verlo, y nosotros no queremos verlo. No hay otro incentivo para nosotros que no sea removerlo”. Aunque por otro lado aclaró que “transitamos del lado de la libre expresión porque, en última instancia, la mejor manera de contrarrestar el discurso hiriente, divisivo y ofensivo es ofrecer más discurso. Exponerlo a la luz solar es mejor que esconderlo en las sombras”.
Las primeras reacciones de Zuckerberg, sin embargo, habían sido más desafiantes. “No vamos a cambiar nuestras políticas por la amenaza de perder un pequeño porcentaje de nuestros ingresos, o de ningún porcentaje de nuestros ingresos”, dijo en una reunión virtual con empleados, citada por el sitio The Information. “Adivino que todos esos avisadores volverán a la plataforma muy pronto”, aventuró. En realidad no está muy equivocado, como bien analiza la periodista Mariana Moyano en esta edición (ver aparte): la mayoría de las empresas que anunciaron su retiro publicitario lo hicieron poniendo un plazo. Muchas de las marcas participantes aclaran en sus cuentas y comunicaciones públicas que se sumaron por el mes de julio o hasta que Facebook modifique sus políticas, sin especificar demasiado cuán profunda debería ser esa modificación. Sin duda los resultados publicitarios en la plataforma, más aún en una época de mayor consumo de redes –por la pandemia- pesa en las decisiones empresariales.
El problema es cuando las publicidades se disparan en contenidos de odio. Así lo expresó el presidente ejecutivo de ADL, Jonathan Greenblatt, al señalar el malestar de la firma de comunicaciones Verizon al ver que un anuncio suyo salía junto a «un video del grupo QAnon, que maneja una retórica de odio y antisemita». Verizon es otra de las firmas adheridas a la campaña, que también motorizan la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color y la organización Color Of Change (El Color del Cambio).
Las asociaciones critican además cierta tolerancia a los mensajes polémicos del presidente Donald Trump, que ya Twitter, muchos observadores y hasta empleados de Facebook catalogaron como incitadores al odio. Un posteo de finales de mayo había sido oculto por Twitter, aunque no por Facebook, por considerarlo promotor de la violencia contra los manifestantes del Black Lives Matters. Allí, el presidente estadounidense decía que en cuanto empezaran “los saqueos, empezarán los disparos”, en referencia a la represión policial.
Curioso revés para el presidente ser regulado por las redes sociales, que hace apenas algo más de un mes pretendía regular. Trump no quiere que las redes tengan la atribución de editar o eliminar contenido de los usuarios y para eso quiere poner sobre ellas un organismo regulador oficial. El conflicto se originó tras la inédita utilización de la herramienta de verificación de Twitter sobre dos publicaciones del presidente a las que calificó de “engañosas”.