El nene de seis años detiene la mirada en el reloj. Es el de su padre, Alberto “Pocho” Mechoso, pero lo lleva en la muñeca José Nino Gavazzo. Lolo, el nene, viaja secuestrado desde el aeroparque de Buenos Aires hasta Uruguay junto a Beatriz, su hermana de ocho años, y a su madre, Beatriz Castellonese. Es el 27 de septiembre de 1976. Gavazzo -uno de los principales represores de la dictadura uruguaya, un alfil en el Plan Cóndor- simula: se hace pasar por el padre de la familia: “Díganme papá, si no los matamos acá nomás”.
Alberto “Pocho” Mechoso, detenido-desaparecido el día anterior en Buenos Aires y trasladado al centro clandestino Automotores Orletti, donde sufrió torturas, había escapado saltando los muros del Grupo de Artillería N° 5 de Montevideo, en 1972. Con las costillas quebradas, los dedos de los pies sin uñas. Torturado. Y se había reunido con el escritor Eduardo Galeano, quien narró su historia en La canción de nosotros (1975). Los restos de Mechoso -anarquista, militante gremial de la Federación de Obreros de la Industria de la Carne, más tarde miembro de la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales y del Partido por la Victoria del Pueblo- fueron exhumados en 1989 y confirmados como suyos en 2012 en Argentina. Pocho había sido enterrado como NN en el cementerio de San Fernando. Fueron restituidos a sus familiares en un acto al que acudió el entonces presidente uruguayo, José Mugica.
El futbolista Ezequiel Mechoso -divisiones inferiores en Defensor Sporting, debut en Primera en Peñarol, ascenso con Racing de Montevideo- es el hijo de Alberto “Lolo” Mechoso: el nieto de Pocho. En junio de 2021 -en marzo había debutado Ezequiel-, Peñarol analizó expulsar como socios vitalicios a José Nino Gavazzo y a Manuel Juan Cordero Piacentini, genocidas de la dictadura uruguaya (1973-1985) -y condenados por crímenes de lesa humanidad-, después de un movimiento de hinchas carboneros. “Señalamos el absurdo de que tenga que jugar con el secuestrador de su abuelo en el padrón. Ezequiel es jugador y tiene que hacer goles, y nosotros no queremos gritar un gol junto a un torturador”. Peñarol no lo concretó. Todavía lo exigen “Hinchas con memoria”.
Desde el humilde barrio Casabó de Montevideo, Ezequiel Mechoso -24 años, de momento sin club, con pasado en las Sub 13, 15 y 17 de las selecciones de Uruguay– dice: “Quedé asombrado después de todo lo que me contó mi viejo. Fue difícil su infancia, se tuvo que hacer grande de muy chico. Estoy orgulloso de mi abuelo y de mi viejo por la garra que le pusieron a la vida. Acá, en el fútbol de Uruguay, tenemos muy presente el tema. Los clubes se solidarizan. Suben fotos y demás. Están ayudando a que la gente sepa lo que pasó, a que se informe. Eso está bueno. La política y el fútbol, en ciertas partes, no están muy conectadas, pero en otras muchísimo”.
-¿Qué es el fútbol?
-Me acompaña desde que tengo uso de razón, desde que soy chico siempre una pelota bajo el brazo. Después vas creciendo y el fútbol te da otras cosas que sólo te puede dar el fútbol: conocer lugares, gente, experiencias. Hoy es lo que me da de comer, a mí, a mi hija, a mi familia. Uno arranca jugando por pasión y después se convierte en un trabajo. Poder vivir de lo que me gusta también es soñado.
-¿Qué es el fútbol uruguayo?
-Acá se juega al fútbol en todos lados, en la calle, en el campito. El futbolista uruguayo, a donde va, es querido. Deja todo, más allá de las cualidades técnicas o físicas. El fútbol uruguayo por momentos parece muy amateur pero siempre saca jugadores de gran nivel. Cada vez más clubes trabajan bien en inferiores. El jugador uruguayo rinde, es buena gente, se lo inculcan desde formativas. Después, el fútbol uruguayo no está a nivel, no es muy lindo. Hace algunos años, a los equipos uruguayos les tenía más respeto a nivel internacional.
-¿En el vestuario se habla de todo?
-Cuando pasan los años en el fútbol, te vas encariñando y vas antes a los entrenamientos, te juntás a tomar unos mates en el vestuario, no sólo con tus compañeros sino con los utileros, la gente del club. Y sí, ahí se habla de lo que sea, de todo. Quizá cuando se acerca el partido, un poco más de fútbol, pero durante la semana de cualquier tema. Nos preocupamos por los compañeros no sólo por lo futbolístico, también por su entorno, por lo que les esté pasando en el momento. Lo más lindo del fútbol es el vestuario. En 2014 estaba en la Sub 15 de Uruguay y fue León Gieco a cantar al Complejo Celeste, y se me hizo un pequeño homenaje por el pasado de mi familia.
-Dijiste que estás orgulloso de ser nieto de Alberto Mechoso.
-Sí, porque la idea de él, sus ideales, era ayudar a la gente que más lo necesitaba. Fue un luchador. Mi abuelo era muy hincha de los de abajo, de los pobres, y siempre me crié así, mi padre me lo inculcó. Eso de no creerme más que el resto, de siempre mantener la humildad, que son valores fundamentales. Es lo más importante. A donde vaya soy de la misma manera, no me cambia. Supe estar en Peñarol y me mantenía igual, porque ahora sigo de igual manera.
Ezequiel Mechoso fue compañero de Darwin Núñez, delantero del Liverpool inglés y de la selección uruguaya que jugará la Copa América, en la Reserva de Peñarol. Ezequiel era delantero pero, de tanto tirarse atrás para agarrar la pelota, pasó a jugar de mediapunta. Jugó el Sudamericano Sub 15 de Colombia 2015 y el Sub 17 de Chile 2017. Enfrentó al brasileño Vinícius Júnior. Y recuerda un consejo del Maestro Tabárez tras un amistoso en el Complejo Celeste: “Me corrigió que jugaba muy rápido de espalda, que me apoyaba muy rápido. Me quedó para siempre. Me decía que no me apurara, que mirara si estaba solo y podía girar. Me sorprendió. Salí del amistoso y me paró para decírmelo. Siempre estaba ahí, para los más chicos, desde la Sub 13 hasta la mayor. Miraba las prácticas, aconsejaba, daba charlas antes de que nos fuéramos a los Sudamericanos”. De Marcelo Bielsa, actual DT, apunta: “Desde que está, Uruguay cambió la forma de jugar. Es un equipo muy intenso y se nota que les llega a los jugadores, porque hacen lo que les pide. Es un loco estudioso. Les hace muy bien al jugador uruguayo y a la selección”.
Gavazzo, el asesino de Pocho Mechoso, murió el 25 de junio de 2021 en prisión domiciliaria, días después de que Peñarol analizara expulsarlo como socio. Tenía 81 años. Es el militar con más condenas por homicidio de la historia de Uruguay. “La realidad es que lo que tendría que haber pasado es que se hiciera justicia por mi abuelo -dice Ezequiel-, y no se hizo en su momento”.
El 28 de diciembre de 2012, cuando Ezequiel tenía 12 años, los restos de su abuelo fueron despedidos en el barrio La Teja, en el Ateneo del Cerro, y sepultados en el cementerio. “Fue ahí cuando empecé a informarme un poco más. Lo hablé con un psicólogo. Me decía que estaba bueno para mi padre, porque era como cerrar un ciclo, porque hasta entonces estaba desaparecido y pudieron enterrarlo y que descansara en paz”. Lolo Mechoso, el padre de Ezequiel, dijo aquel día que Pocho Mechoso, su padre, había sido “un tipo perseguido, que había sabido lo que era el hambre y la injusticia, que había sido expulsado con su familia del campo, de Flores”, y que su generación “se tomó de rabia y quisó ‘el hombre nuevo’, que el niño tuviera el mismo nivel de oportunidades que los demás niños”, porque “en los barrios pobres no las tienen, porque ahí se ve la desigualdad, y tienen derecho a tener un mundo digno”.
“¡No habrá ni olvido ni perdón!”, gritó Juan Carlos Mechoso -hermano de Pocho y tío de Lolo-, quien pasó 13 años preso. Y, entre todos, entre Ezequiel, entre Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, entre las margaritas deshojadas que simbolizan la lucha, lanzaron: “¡Arriba los que luchan!”. Y en eco: “¡Se escucha, se escucha, arriba los que luchan!”.