El doctor Javier Nicolás Gelfo del Museo de La Plata y del CONICET comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que obtener ADN antiguo es algo muy difícil y es la primera vez que se logra en uno de los cinco grupos de ungulados nativos de Sudamérica y que se corresponde con la Macrauchenia, última especie del linaje de los Litopterna que se extendió por casi 65 millones de años.
A partir de la recuperación de su ADN, uno recuerda la película Jurasic Park y se cuestiona si sería posible traer a estos animales nuevamente a la vida. Al respecto, Gelfo indicó que no es esa la finalidad del estudio y, por ahora, tampoco sería factible; sería más probable traer nuevamente a la vida a los mamuts, a partir del ADN antiguo que se obtuvo de ejemplares congelados descubiertos en Siberia.
Es más fácil lograrlo con los mamuts porque tienen familiares vivientes, que son los elefantes, y uno puede completar la secuencia faltante del ADN del mamut con el del elefante; en cambio, la Macrauchenia no tiene representantes vivientes, explicó el paleontólogo Gelfo, uno de los autores del estudio que se publicó hace instantes en la revista Nature communications.
Sin embargo, el especialista aseveró que cuando se escribió Jurasic Park, aun no era factible secuenciar y obtener ADN mitocondrial antiguo y, ahora, eso ya es posible, con lo cual los límites actuales se pueden ir superando y dependen de las propuestas que nos pongamos para superarlos.
Ahora se abre el debate sobre los alimentos transgénicos, pero lo cierto es que los humanos hemos realizado selección genética desde iniciamos la agricultura y la ganadería, por lo que recuperar la diversidad genética del pasado nos permite saber en qué condiciones algunos genomas pudieron dar lugar a genotipos diferentes, consideró Gelfo. Y agregó: Las chances de mirar el futuro conociendo el pasado, nos enriquecen.
Charles Darwin, eminencia histórica sobre la evolución de las especies, descubrió y puso atención en las macrauchenias. Ocurre que esta especie representa un experimento evolutivo único, porque son animales de características muy llamativas, indicó el investigador de la División Paleontología de Vertebrados del MLP.
El doctor Gelfo describió que tenían cuerpo robusto, contextura fuerte; pisaban con tres dedos, lo cual es un rasgo interesante; y también son llamativas porque sus narinas están ubicadas hacia arriba, no hacia adelante como puede ser en el hocico de un perro, sino casi por encima de los ojos, como ocurre en cetáceos, tales como los delfines y las ballenas.
Uno puede observar la evolución del linaje de los Litopterna al cual pertenece la Macrauchenia y puede ir reconstruyendo cómo es que las narinas pasaron de estar en una posición, entre comillas, normal hasta llegar a ubicarse casi a la altura de los ojos, precisó el paleontólogo.
Estas modificaciones pudieron haberse debido a que los miembros de este linaje se desplazaban por ambientes áridos, con mucho polvo y con alto contenido de ceniza volcánica, por lo que estas trompas podrían haber sido seleccionadas evolutivamente como un mecanismo para filtrar el aire de una forma más efectiva. Además, es posible que estos animales se desplazaran en manadas, con lo cual habrían levantado mucha polvareda a su paso.
El linaje de los Litopterna fue tan extenso que se remonta a inicios del Cenozoico, cuando tuvieron un ancestro común con los Perissodactyla, linaje en el cual se agrupan los caballos y rinocerontes entre otras especies. En ese momento, compartían prácticamente el mismo ADN y se estima que esa especie común tuviera una contextura pequeña, fuera herbívora y tuviera dientes de corona baja similares a como hoy tienen los chanchos y jabalíes.
De este estudio internacional también formaron parte los doctores Marcelo Reguero y Mariano Bond del MLP, el investigador Alejandro Kramarz del Museo Argentino de Ciencia Naturales y la doctora Analía Forasiepi del IANIGLA-CONICET.
En tanto, el Museo de San Pedro y el Museo de Mar del Plata colaboraron con la investigación.
El equipo de investigadores multidisciplinario también contó con especialistas de Chile, Uruguay, Francia, los cuales fueron coordinados por Michael Westbury y Michael Hofreiter del Instituto de Bioquímica y Biología de la Universidad de Postdam, Alemania, y Ross MacPhee del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.
El ejemplar que permitió obtener el ADN fue descubierto en una cueva del sitio arqueológico y paleontológico Baño Nuevo-1, ubicado al sur de Chile. Esperábamos encontrarlo en huesos internos del oído por ejemplo, pero obtuvimos el resultado positivo de una falange, lo cual para nosotros fue inesperado, y demuestra que fue clave para esta preservación que el material fuera sepultado en un ambiente sin oxígeno, con poca humedad, detalló el doctor Gelfo.