Históricamente la relación entre estos dos actores centrales de la geopolítica global estuvo signada por periodos de acercamiento, mutua atracción y disputas de distinto calibre.
Actualmente la pusilanimidad de las potencias europeas contamina la relación con la Federación Rusa.
Al fin de la guerra fría parecía que la relación se iba a encaminar por carriles de amistad y colaboración. Pero las potencias occidentales desconocieron el pacto Reagan-Gorbachov de no intervención en las ex repúblicas soviéticas, la OTAN se instala en varias de ellas amenazando y cercando a Rusia, desatan la guerra en la ex Yugoslavia y desintegran el país, apoyan el separatismo checheno, invaden y siembran el caos en Medio Oriente, impulsan las primaveras árabes y las revoluciones de colores, desestabilizan al gobierno ucraniano y en 2014 colaboran con el golpe de estado. Luego intentan la misma receta en Bielorrusia, y ahora sueñan con una plaza Maidan en Minsk y en Moscú. Todos estos operativos son conducidos por Washington, Londres y Tel Aviv con el coro subordinado de la UE. Para ejercer mayor presión, el bloque de poder occidental iniciño una andanada de sanciones económicas sobre Rusia a partir de la crisis y el referéndum en Crimea.
La respuesta rusa para restituir el honor nacional comienza en 1999 con la llegada de Vladimir Putin al gobierno y la puesta en práctica de la doctrina de Yevgueni Primakov, que planteaba, entre otras
iniciativas, la formación de una alianza Rusia-China-India, la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y más tarde los BRICS.
Este nuevo escenario terminó de contrariar la estrategia de dominación de EEUU y su socio menor, la Unión Europea (UE). Sin embargo, las intenciones de las potencias emergentes es unir los continentes a través de proyectos como la Nueva Ruta de la Seda y la Unión Económica Euroasiática. Pero este rumbo se contrapone a la ambición hegemónica del bloque del Norte Global.
En el nuevo siglo, China y Rusia se habían convertido en obstáculos para el hegemonismo estadounidense. Luego del XVIII Congreso del Partido Comunista de China, en el año 2012, y la asunción del presidente Xi Jinping, surgen en el seno del Deep State (estado profundo) occidental tres estrategias: ir contra China frontalmente, esmerilar al socio más débil (Rusia) para debilitar la alianza, o una combinación de ambas. Esta última opción pareciera que se impuso.
Estas urgencias del bloque dominante llevó a las principales potencias europeas, que fijan la política del bloque, a dudas existenciales sobre si seguir siendo fieles a los mandatos de Washington o responder a sus propias necesidades energéticas, y ahora sanitarias, y avanzar en una relación constructiva con la Federación de Rusia.
El caso Navalny y el Nord Stream II
Los sectores de ultraderecha europeas, los gobiernos de Ucrania y Polonia -que sufren de rusofobia- y ambos gobiernos estadounidenses -el saliente y el actual- agitan el caso Navalny para sancionar al país eslavo y tratar de evitar la finalización del gasoducto Nord Stream II.
Cuando la crisis en Ucrania se agrava y comienza a dificultarse la provisión de gas ruso a Europa por el gasoducto que atravesaba el territorio ucraniano se comienzan a construir dos gasoductos alternativos: uno por el sur -pasa por Turquía y entra por Rumania al centro de Europa, el Nord Stream, finalizado en 2011- y otro por el norte -el Nord Stream II-que partirá de la Bahía de Narva en la región de Leningrado y llegará a la ciudad de Greifwald en Alemania, atravesando el Mar Báltico, de 2460 kilómetros, de los cuales están terminados 2300 y que transportará a Europa 55.000 millones de metros cúbicos de gas por año, con un costo final de U$D 11.000 millones.
El objetivo de EEUU es evitar esa finalización para entorpecer la relación entre los dos bloques vecinos, perjudicar económicamente a Rusia, debilitar la autonomía de la UE y facilitar la venta de su propio gas de Esquisto. Es entonces cuando intentan contaminar la relación con la historia de Alexèi Navalny. Antes lo habían intentado con el ex agente Skripal.
¿Quién es Alexèi Navalny?
Un agitador ruso, oportunista de ultraderecha devenido en político liberal y defensor de la democracia y la libertad. Estuvo afiliado al partido liberal Yabloko, de donde fue expulsado por participar en manifestaciones violentas. Declarado ultranacionalista, racista y xenófobo, en 2017 el diario inglés The Guardian le pregunta si renunciaba a sus posiciones racistas; se negó a contestar.
Este personaje violento es el que rescata occidente para tratar de debilitar al gobierno ruso. Occidente elevó a Navalny a principal opositor y ejemplo a seguir, calificándolo poco menos que de héroe universal que lucha por los derechos humanos y la democracia. El ex embajador de Estados Unidos en Rusia, Michael McFaul, escribió
para The Washington Post: “La lucha heroica de Navalny no es diferente de las luchas de Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela y Václav Havel. Si bien Navalny aún no ha tenido éxito, no debe haber duda de que su causa es buena y justa”.
En reiteradas oportunidades el gobierno ruso solicito las pruebas de laboratorio sobre el presunto envenenamiento del que se lo acusa al hospital Charite de Berlín, donde fue atendido Navalny, y al de las fuerzas armadas Alemanas, sin obtener respuesta. En este momento Navalny, de regreso en Rusia, está procesado y condenado por fraude y por haber participado en movilizaciones violentas no autorizadas en pandemia.
La vacuna Sputnik V irrumpe en la relación
Mientras la disputa geopolítica se desarrollaba, llegó la Covid 19. A mediados del año pasado comienza la carrera por la obtención de la vacuna aliviadora. El centenario instituto moscovita que lleva el nombre del prestigioso investigador Nikolài Gamaleya -que estudió en el laboratorio del biólogo francés Luis Pasteur en Paris- en octubre pasado anuncia la Sputnik V. A fines de enero del 2021 es aprobada su eficacia, en un 91,6% de casos, por los organismos reguladores especializados y las publicaciones más prestigiosas del mundo.
Mientras tanto otros laboratorios avanzan con sus investigaciones. Uno de ellos es el de la Universidad de Oxford, que trabaja con el laboratorio AstraZeneca. En agosto la UE había firmado contratos de abastecimiento con este laboratorio para la provisión de la futura vacuna. Pero en enero las autoridades de AstraZeneca se niegan a respetar el contrato aduciendo que en realidad los envases contenían 6 dosis en lugar de 5, algo que la UE había ocultado.
En realidad, AstraZeneca había conseguido compradores con la billetera más abultada. Es ahí cuando comienzan las conversaciones con el Instituto Gamaleya por la Sputnik V y para poder fabricarla en algunos laboratorios europeos. En síntesis, la UE tuvo que recurrir a la ciencia rusa para contener la segunda ola de contagios y los estragos que está produciendo la pandemia.
Conclusión
Una relación amistosa, cooperativa y con mutuo beneficio entre la UE y la FR, junto al avance de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda para unir Europa-Asia Central y el extremo oriente, impulsada por la República popular China, significaría el fin del hegemonismo unipolar del bloque estadounidense-británico, el debilitamiento de la dictadura del capital financiero internacional y de las empresas transnacionales. Por lo tanto, cualquier motivo que atice la discordia en la relación entre dos socios naturales como la Unión Europea y Rusia son estimulados sin disimulo por las potencias del Norte Global.
El parlamento europeo complico mas la relación al votar el 21 de enero la suspensión de la construcción del Nord Stream II aduciendo la violación de los derechos humanos en Rusia, aunque la decisión no es vinculante.
El jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, visitó Moscú entre el 4 y el 6 de febrero último. En esa oportunidad volvió a amenazar a Rusia con nuevas sanciones económicas sino liberaba al bloguero convicto. El experimentado Serguei Lavrov le respondió con sutileza al recordarle los presos catalanes independentistas y el silencio de Bruselas.
Días después Lavrov agrego: “si la UE sigue avanzando con sanciones estamos dispuestos a romper relaciones”. Los dirigentes de la UE deberían saber que Rusia es un país con suficiente trayectoria y volumen como para no poder ser arrinconado con amenazas.