Inquieta y audaz, María Laura Antonelli viene sumando su singular mirada a la escena de tango desde hace casi 15 años. Fue parte de la Orquesta La Biaba; el Cuarteto Bien Pulenta; los dúos Pepa y Amarula, y Las Rubias; y acompañó al mítico cantor Osvaldo Peredo, entre otras aventuras. Este sábado presentará en Al Escenario «El tango y sus ancestros, historias del siglo XXI», un repertorio de composiciones propias que muy pronto conformará «Argentígena», su próximo disco.
Esta nueva etapa expresa una síntesis y, al mismo tiempo, una expansión en la carrera de Antonelli. Por un lado, el formato de piano solo (más una computadora para disparar los sonidos electroacústicos) propone una coloratura más acotada que las formas orquestales, cuartetos y hasta dúos en las que había participado previamente. Por el otro, es el proyecto en el que desarrolla con mayor profundidad y convicción tres de sus pasiones fundamentales: el tango, la música contemporánea y la electroacústica. En ese campo sin fronteras ni límites preestablecidos Antonelli le da rienda suelta a una música más allá de prejuicios, sentencias y policías de género.
¿Llevar adelante un proyecto totalmente sola implica más desafíos?
Cuando algo sale mal no tenés a quién echarle la culpa (risas). Es un proyecto exigente. Te da mucha libertad porque podés hacer todo lo que quieras sin coordinar o negociar con nadie. Este repertorio y el futuro disco están formados por todas composiciones mías y no me dejé condicionar por nada. Al mismo tiempo, eso también lo hace difícil. No hay fronteras que te contengan ni un compañero de proyecto para debatir sobre lo hecho, posibles cambios, etcétera. Pero asumo todos esos desafíos con mucho entusiasmo. Es un trabajo al que ya le dediqué casi dos años y me resulta muy gratificante.
¿Qué espacio les das a la improvisación en estas composiciones?
Hay un trabajo de composición, pero también lugar para improvisar. Uno de los disparadores de este proyecto fue un ciclo que hicimos con Coni Banús en el que articulábamos piano y poesía. Cada palabra podía remitirme a tocar de una u otra manera. Fue muy liberador e inspirador. En este caso toco el piano, disparo sonidos de mi computadora y nunca sale exactamente igual porque hay un diálogo entre esos mundos. Las cosas se acomodan y reacomodan en cada interpretación. Me parece un proceso muy interesante porque hace a la música más lúdica y sorpresiva.
Las influencias de música contemporánea y electroacústica son notorias. ¿Sentís que las desarrollás a partir del tango?
Bautice a este repertorio «El tango y sus ancestros, historias del siglo XXI» porque siento que esa progresión tiene mucho que ver conmigo. Pero en realidad no sé si es tango. Hay ciertas inflexiones, arrastres y síncopas, entre otras cosas, que vienen de ahí. Son muy reconocibles para mí, pero no sé si también lo son para quien escucha mi música. Tampoco sé si es importante que descubran esas cosas. Supongo que sólo se trata de escuchar y disfrutar. En mi caso lo importante es ser fiel a lo que yo quiero hacer. Siempre toqué música clásica paralelamente al tango. Este camino es el resultado de muchos años de búsqueda.
¿Le hacés escuchar a alguien las composiciones antes de tocarlas en vivo?
Me ayudaron varios oídos concordantes. Colegas y amigos que escucharon la música o charlaron conmigo y me dieron alguna devolución o idea inspiradora. Gabriel Valverde (compositor de música contemporánea) fue muy importante en momentos en los que sentía que no terminaba de enfocar algunas ideas. Funcionó casi como un psicólogo musical (risas). Edgardo González (guitarrista y compositor de 34 Puñaladas) también me ayudó a aclarar el panorama. En un momento le dije: Edgardo, ¡me van a rajar del tango! (risas). ¿Y qué problema hay?, me respondió. Son cosas que ayudan a tomar coraje en momentos de dudas. También quiero mencionar a Ana Stampalia, una gran docente y pianista que resultó fundamental en mi formación; a Ricardo Capellano, que me ayudó a pensar la composición con una perspectiva diferente; y a Oscar Edelstein, que me permitió pensar las cosas de otra manera porque tiene una mirada muy audaz.
¿Cuándo vas a grabar el disco?
La idea es entrar a grabar antes de fin de año o en las primeras semanas de 2018. El disco se va a llamar Argentígenay la producción va a ser de Edgardo González. Lo vamos a grabar en el estudio El Attic y voy a darme el gusto de estrenar su flamante piano de cola entera. Patricio Claypole va a ser el ingeniero.
Gerardo Gandini trabajó con el tango y la música contemporánea en sus discos Postangos y Postangos II. ¿Los escuchaste? ¿Fueron una influencia para vos?
Sí, los escuché y me encantaron. Me quedé con muchas ganas de conocerlo personalmente. Pero no pudo ser. Era un músico y un pensador muy interesante. Me acuerdo que un colega en Holanda me recomendó el primer disco, lo escuché y fue muy revelador. Mi búsqueda incluye música electroacústica y otros enfoques, pero me resultó muy valioso el trabajo de Gandini.
¿Cómo ves la escena actual de tango?
Hay cosas buenísimas. Me gusta mucho lo que hace Agustín Guerrero: su música y su empuje para concretar sus ideas. Julián Peralta con Astillero y su orquesta es una de los motores de la escena. También es muy interesante la música de Juan Pablo Navarro, me gusta mucho como suena su orquesta y las formas rítmicas con las que escribe. Otra propuesta valiosa y con recorrido es la de 34 Puñaladas, que tiene lo clásico pero al mismo tiempo un trabajo en las armonías y sonoridades que va más allá. Hay cosas muy interesantes y vale la pena salir a buscarlas.
María Laura Antonelli adelanta su próximo disco «Argentígena». Sábado 25 de noviembre a las 21.30 en Al Escenario (Aráoz de Lamadrid 1001, La Boca).