Desde que comenzó a jugar en 1902, la selección argentina mayor ganó 23 títulos oficiales. Ningún otro país tiene tantos: le sigue Brasil con 20. Es cierto también, que contar estrellitas como si todas valieran una no tiene mucho sentido, casi como meter en la misma bolsa pepitas de oro que medallas ganadas en un torneo de barrio.
Por caso, México (16) suma el doble de títulos oficiales que Alemania y Francia (8), a su vez igualados a Estados Unidos. Y está claro, mal que nos pese, que los cinco Mundiales de Brasil contra los tres de Argentina pesan más que nuestras 16 Copas Américas contra las 9 del país de Pelé.
Sin embargo, tanta alegría en los últimos años no es habitual. No hay selección argentina más ganadora en la historia que la actual, la de los Lioneles, Messi y Scaloni.
Una Selección para la historia
Todavía está fresco el recuerdo de los 28 años sin títulos entre 1993 y 2021, cuando Argentina terminó de recorrer un desierto lleno de espinas: las finales perdidas. En el medio quedaron 18 torneos oficiales sin alegrías, desde el “Me cortaron las piernas” de Diego Maradona en el Mundial Estados Unidos 1994 hasta el “Se cansaron de cobrar boludeces” de Lionel Messi en la Copa América Brasil 2019. El destino tuvo saña: Argentina fue seis veces subcampeón en ese lapso y Brasil salió campeón once veces.
Por eso, en estas horas felices, en estos años felices, de tanta acumulación de títulos -cuatro seguidos entre la Copa América 2021, la Finalísima 2022, el Mundial 2022 y la Copa América 2024-, muchos padres y madres les dijimos a nuestros hijos más pequeños, menores de 10 años, tras el 1-0 a Colombia: «Miren que esta selección no es normal, esto no había pasado nunca, no siempre se gana».
Pudo haber sonado a mensaje aguafiestas pero implica una reivindicación a una selección sin comparación en la historia. Y, sí, también, a una especie de advertencia para que no se malacostumbren. Que sigan festejando, claro que sí, más en esta Argentina en la que no hay casi nada para celebrar -la selección como ministerio de la alegría-, pero que algún día las buenas se terminarán. Ojalá después de 2026.
Estamos en presencia de una selección de época que hace lo más difícil en el fútbol: ganar y seguir ganando, jugar bien y seguir jugando bien. Argentina ganó tres Mundiales pero ni en 1978 ni en 1986 hubo una continuidad de títulos inmediatos. Es cierto, sí, que la selección de Maradona y Carlos Bilardo repitió dos finales seguidas en Copas del Mundo entre 1986 y 1990, y eso suena a milagro.
Y también que el equipo de Alfio Basile ganó otros cuatro títulos consecutivos entre las Copas Américas 1991 y 1993, la Copa Kirin 1992 (de caracter amistoso, un triangular con Japón y Gales) y la Copa Artemio Franchi 1993 (actual Finalísima).
Pero nada se compara a esta era liderada por Messi, el Dibu Martínez y Ángel Di María, campeones en Río de Janeiro, Londres, Doha y Miami, generadores de felicidad popular, multiplicadores de títulos, al punto de hacer real lo que se creía imposible. Y entonces el contexto: «Chicos, miren que esta selección no es normal».