Las mujeres rurales, campesinas e indígenas cumplen un papel fundamental para la alimentación de la población mundial y la conservación de las semillas nativas. Ellas son también quienes más sufren las consecuencias del cambio climático, desplazamientos, contaminación y violencia por conflictos ambientales. Además, suelen enfrentar una sobrecarga de trabajo, en la que las labores productivas para generar ingresos se superponen con tareas de producción para el autoconsumo y el cuidado familiar.

La investigación fue llevada a cabo por el Indes (Instituto de Estudios para el Desarrollo Social) de la Universidad de Santiago del Estero – Conicet, junto a organizaciones rurales de base como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y la Unión de los Sin Tierra (UST) de Mendoza. El estudio revela que las mujeres en entornos rurales dedican entre 6 horas y media y 8 horas diarias a tareas de subsistencia y cuidado no remuneradas, que se superponen con su jornada productiva.

Bajo el título Los tiempos y trabajos de las mujeres rurales, la investigación se basa en encuestas a 290 trabajadoras y productoras de las regiones del del NOA, Cuyo y Centro del país, y fue publicada a fines de 2023 con el apoyo del ex Ministerio de Ciencia y el ex Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad.

El trabajo pone en evidencia que las tareas domésticas y de cuidado se superponen con el trabajo en las fincas, chacras, campos o predios de pastoreo, debido a que las mujeres viven junto a sus familias en el mismo predio donde trabajan o muy cerca de ese lugar.

En tanto, las condiciones de vida en la ruralidad agregan cargas de trabajo extra. Por ejemplo, el 92,6% de los hogares encuestados están bajo la línea de pobreza y carecen de electrodomésticos como calefón, estufa, lavarropas y/o heladera.

Otro condicionante que incrementa el trabajo hogareño es la falta de disponibilidad de energía para calefaccionarse y cocinar, así como el acceso al agua.

El estudio revela que el 44% de los hogares no posee agua corriente y las mujeres son las encargadas de buscar agua fuera de la vivienda, en pozos, perforaciones, cisternas o aljibes. Asimismo, un 67% de los hogares usa gas de garrafa para cocinar (67%), y un 20% usa leña o carbón. Solo un 5,1% de los hogares cuentan con gas de red.

Una brecha invisible

Entre otros datos, la investigación señala que, si bien 9 de cada 10 mujeres hacen tareas remuneradas en el campo, solo 1 de cada 10 cuenta con aportes jubilatorios. En cuanto a la composición de los hogares, en el 71% de los casos hay integrantes (niños, personas mayores o con discapacidad) cuyo cuidado recae en las mujeres.

El tiempo para llegar a instituciones de cuidado se incrementa en relación a zonas urbanas. La mayoría de los hogares encuestados se encuentran a más de 20 km de los centros de asistencia; a la dificultad provocada por la distancia se suma la falta de transporte público de calidad y frecuencia adecuadas.

Una de las conclusiones del estudio es que en los territorios rurales y semi-rurales hay una fuerte prevalencia de la división sexual del trabajo, asignando a las mujeres las labores no remuneradas, mientras que sus parejas participan de ellas muy poco o lo hacen ocasionalmente.

Los cuidados no remunerados que brindan las mujeres en sus hogares son una tarea que hasta pocas décadas permanecía por fuera de las investigaciones científicas y de la política pública.

En este sentido, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), realizada por última vez en 2021 visibilizó el tiempo invertido por las mujeres en estas tareas. Sin embargo, la encuesta solo se aplicó en zonas urbanas, por lo que hacen falta más investigaciones sobre el uso del tiempo de las mujeres en el ámbito rural.

Es importante dimensionar el aporte femenino en tareas domésticas y de cuidado. Sin embargo, este reconocimiento aún no ha logrado cambiar la dinámica en los hogares: siguen siendo las mujeres quienes realizan la mayor parte de estas tareas sin remuneración, pero esenciales para el funcionamiento económico y el bienestar social.