Oscar de Bueno tiene una larga y destacada trayectoria como escultor. Licenciado y profesor en Artes Visuales, docente e investigador de la U.N.A y profesor nacional de escultura egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, ha realizado múltiples exposiciones, participado de simposios y  recibido numerosos premios.

Además, muchas de sus esculturas están emplazadas en espacios públicos. El emplazamiento más reciente es de 2021 y se trata de “Homenaje a Paulo Freire – 100 años de su nacimiento”, realizada en hierro en  co-autoría con Javier Vázquez, que se encuentra en el Ministerio de Educación de la Nación, Palacio Pizzurno. C.A.B.A.

En diálogo con Tiempo Argentino, De Bueno se refiere a la función social de la escultura.

-Las esculturas tienen un enorme desarrollo en la ciudad de Resistencia. ¿Cuál fue tu participación este año en la Bienal de Escultura del Chaco?

-Participé en tres actividades muy concretas. Organicé y fui uno de los curadores de la muestra muy importante sobre escultura contemporánea, Orígenes, que reunió 36 obras de escultoras y escultores argentinos de diferentes generaciones. Por otra parte, los amigos de la Fundación Urunday, que organizan las bienales, me convocaron a que hiciera el seminario sobre Arte, Derecho y Patrimonio Urbano. Fue un seminario con mucho contenido que giró, sobre todo, en torno a la problemática de la escultura en el espacio público.

La tercera actividad fue una conferencia sobre escultura argentina siglo XX/ XXI y artistas argentinos que en su expresión están ligados a lo latinoamericano. También me convocaron para dar un asesoramiento sobre el gemelo digital del David que se emplazó en el Chaco. Creo que la Bienal es uno de los grandes logros de la región con la escultura.

-La escultura tiene en el Resistencia una predominancia enorme en las calles. Me gustaría que hablaras de la importancia de la escultura en el espacio público.

-Ésa fue y es una de las vías de investigación que desarrollé tanto en el ámbito institucional  como en el personal, porque como escultor es algo que me interesa mucho porque tengo obras emplazadas en diversos espacios.

 En este momento el gobierno no sólo no favorece  la escultura, sino la cultura en general. Pero más allá de las gestiones puntuales, la escultura en el espacio público tiene importancia en diversos sentidos. Las bienales de escultura al aire libre como la del Chaco generan un impacto sociocultural muy grande porque interpelan a toda la comunidad.

En el caso de Resistencia, que es la capital de la escultura, genera turismo nacional e internacional.  Se acercan desde Uruguay, de Paraguay, de Brasil. El presidente de la Fundación Urunday, José Eidman,  me mandó un informe de la Universidad Nacional del Nordeste en el que decía que durante la semana de la bienal  aumentaron entre 30 y 35 por ciento las ventas. Lo cuantitativo corrobora lo que decimos desde lo cualitativo y lo conceptual.

También corrobora lo que dice Naciones Unidas: que el 3 por ciento del PIB tiene que ver con las economías creativas.  Desde lo académico se trata de formar a los estudiantes  en la disciplina de la escultura en el espacio público.

De hecho, en la Bienal de Escultura del Chaco hay un espacio que es el Premio Desafío en que estudiantes de arte de diversas instituciones educativas del país participan en grupos de tres estudiantes que trabajan sobre madera de urunday.

Que el pueblo vea de qué manera la materia en bruto se va transformando en materia sensible que expresa, que comunica es muy importante porque familiariza con la escultura. En Resistencia no se vandalizan la esculturas  y no se les ponen rejas de protección porque los habitantes las consideran como algo propio.

-¿En las ciudades como Buenos Aires u otras ciudades del país, hay quien se encargue de la planificación del emplazamiento de esculturas en el espacio público o se improvisa?

-Esa pregunta es clave. Hay que pensar las ciudades como un suporte con sus cualidades y condicionamientos. Lamentablemente, las ciudades contemporáneas no están pensadas para que las habite el ser humano como sí lo estaban en la antigüedad.

Hoy en día las ciudades son duras y están marcadas por la diagonal. Rara vez vas a ver una calle curva. Predomina el modelo capitalista duro, por lo que se le da prioridad al camión, a la camioneta  para que desde los lugares de producción  los productos vayan a los lugares de consumo. Por eso primero vino el adoquín, luego se asfaltó y las ciudades fueron duras.

Los únicos lugares humanizantes son las plazas que son los lugares  de encuentro por antonomasia, los lugares donde la gente busca esparcimiento y también reclama.  Por eso son los lugares donde se emplazan las esculturas. Lo ideal es que se planifique el emplazamiento de una escultura para un sitio determinado. En término académicos esto se llama sitio específico o specific site.

 Es un término de los años 60 que proviene de Estados Unidos, donde se comenzó a fomentar que se planificaran obras para un determinado lugar y evitar así, por ejemplo, que se ponga  un busto o una pequeña cabeza en medio de un gran parque.

-¿Cómo sería el planeamiento ideal?

-En el seminario que se llevó a cabo en el marco de la última Bienal de Escultura del Chaco una de las conclusiones que atravesaba a todos era que es indispensable el planeamiento participativo, colectivo, interdisciplinario para el emplazamiento  de  obras públicas. Con participativo me refiero a que deben participar también los vecinos.

Hay ordenanzas municipales para el emplazamiento de esculturas al aire libre que determinan que deben ser  consideradas, por ejemplo, por el director de tal museo, la Secretaría de Cultura de la Ciudad, la representación de alguna facultad de arte…

-¿Se cumple con esas ordenanzas?

-La verdad es que no. Muchas veces no convocan a estas comisiones y entonces el emplazamiento de las esculturas en el espacio público queda sujeto al criterio de la gestión. Si es una gestión que defiende la cuestión identitaria, vamos bien, pero si sucede como ahora, no logramos que se difunda nuestra cultura, nuestro arte, mucho menos en los espacios públicos.  

No debería ser así. Una obra que va a ser emplazada en el espacio público debería planificarse –y esto lo digo como escultor-  ser sometida a  una evaluación.  Hay un manifiesto del filósofo y escultor paquistaní Siah Armajani  que habla de lo que es el arte en el espacio público. En una galería o en un museo una obra tiene su función, pero al estar en el espacio público debería reunir otras condiciones porque el vecino es el que la va a disfrutar o el que la va a padecer.

Otro problema respecto de las esculturas en el espacio público es el presupuesto. Hay algunas que están muy bien logradas pero que se rompen debido a que el material no tiene la calidad suficiente.  Por suerte, desde hace décadas se han sacado los pedestales, esos basamentos altos que ponían la escultura muy arriba y deshumanizaban al personaje del que se tratara.

Ahora la escultura se ha humanizado, está más cerca de la gente, pero al sacarse fotos con los personajes, abrazarlos, tocarlos, el material que no es bueno se desgasta.  Una cosa es subirse a un mármol y otra a una resina que es un plástico.

-¿Cuál es la función de una escultura emplazada en un espacio público más allá de embellecer una ciudad?

-Sobre todo, que se constituya en un punto de encuentro. A mi juicio Floralis genérica que está en la Plaza Naciones Unidas y que donó su autor, el arquitecto Eduardo Catalano, lo cumplió porque modificó usos y costumbres en la población.

-¿De qué manera?

-Al atardecer, cuando la flor se iba cerrando de a poco y se encendían las luces, se reunían allí muchos adolescentes y jóvenes, familias que iban con el mate y contemplaban la obra mientras conversaban. Se convirtió en un espacio de reunión y esparcimiento vinculado con el arte.

Esa obra se emplazó en 2001 y recibió muchas críticas. Una de ellas fue el costo, aunque Catalano donó la obra completa,  con la instalación. Se hizo en Córdoba con tecnología de aviación. Pero no se destinó dinero al mantenimiento y se fue deteriorando.

 Para que la obra funcione, entre otras cosas, el lugar tiene que estar lleno de agua. No sé si porque crecieron o se consideró que quedaba lindo, hoy tiene un cerco de tuyas y la planta no la beneficia. En este momento no funciona tanto por falta de inversión en mantenimiento como por desconocimiento de las condiciones que necesita