Una argentina y una italiana se hacen amigas mientras estudian en nuestro pais, y empiezan a hacer cine. Ambas se ven movilizadas por la Marea Verde y la posibilidad de que la Argentina consiga su Ley de intrerrupción voluntaria del embarazo. Las dos emprenden entonces la aventura de su primer film, intentado dar cuenta de en qué consiste esa experiencia para diversas mujeres, de distintas edades y clases sociales, que atravesaron la experiencia del aborto tanto en Buenos Aires como en el norte de Italia. Así comenzó a andar y tomó forma Esa casa amarilla, la película dirigida por Valeria Ciceri y Marina Vota que se estrena hoy en el cine Gaumont.
La película comienza con las dos en un auto, recorriendo algunos barrios porteños, mientras empiezan a hablar de eso, tan común para millones de mujeres pero que tan poco abordaban: el aborto. Ambas comparten más silencios, acaso vergüenzas, seguramente dolores nunca contados, de los que suponían. “Nos encontramos con personas que les costaba mucho más hablar y otras que no tanto; al principio a nosotras mismas nos costaba un montón”, cuenta Marina Vota, la argentina de la dupla. “En el medio del debate de la ley nos interesaba saber qué había por detrás de un discurso que se había instalado, que se había hecho hegemónico y que era súper necesario para poder llegar a la legalización. Qué había en estas personas que pasaron por esta experiencia que fue traumática por muchas cosas. Por detrás había un montón de contradicciones que en el encuentro con otros relatos es interesante hablar y trabajar porque sí. Hay mucho por hablar: es lo lindo del encuentro.”
“La ley se aprobó en la Argentina cuando la película estaba terminada, pero en Italia, que tiene ley desde 1978, es mucho menos fuerte la lucha por mejorar la norma, para que el aborto sea seguro en todos los hospitales, etcétera”, dice ahora Valeria Ciceri. “Un poco, lo que pasó después, es que se ralentó el movimiento, se aquietó, porque la ley ya estaba. Creo que habría que mantener cierta lucha para que se la respete. Porque una cosa es que se apruebe y otra, que se cumpla”. Vota agrega: “Saliendo de Capital Federal -agrega – hay muchas cosas que una se va enterando que no están bien. Y en Italia, actualmente, tampoco se quieren volver a meter con la ley. Es una lucha constante”.
La película logra un relato homogéneo, y sin embargo, ningún testimonio se parece a otro: esa diversidad es su riqueza, pero sin dudas también su complejidad. “Fue un gran trabajo de montaje -dice Ciceri-, porque en realidad, en muchas partes se habla de otras cosas, entonces fuimos recortando. Y fuimos dejando aquello que tienen en común y descubriendo cómo se olvidan detalles; como el amarillo, que surge como color en muchos relatos, y cierta necesidad de contarlo, sobre todo en la Argentina. Creo que muchas mujeres nunca lo habían hecho, y encontrarse frente a cámara, frente a personas que te escuchan, fue algo que marcaba a todas las que entrevistamos.” Voto rescata los comentarios surgidos luego de las proyecciones, incluso la reminiscencia de recuerdos propios: “Vale abortó y su aborto fue muy distinto al mío; sin embargo, hay cosas en común como el tabú, querer enterrarlo, cosas que suceden alrededor del hecho. Creo que ahí radica un poco la cuestión, y eso es también un poco lo curioso de la diferencia: poner en diálogo los diferentes testimonios”.
Las mujeres entrevistadas fueron más de las que aparecen en pantalla, “pero era imposible contener a todas las experiencias”, explica Ciceri. “Tratamos de variar de edades y clase social, si bien siempre es la ciudad de Buenos Aires y el norte de Italia, entonces es muy limitada nuestra visión”. Voto acota: “Aparte es una responsabilidad frente a lo que compartía cada persona. Al ser tan particular, nos llevó a lugares que no sabíamos si podíamos contenerlo, por lo menos no en la película. También es una responsabilidad frente al film y el espectador.”
Luego de aclarar que sin Estado, “hay ciertas cosas que no se pueden hacer”, y que “el gran riesgo que existe ahora es que no se hagan más películas”, así como definir a y que la realidad cultural y política que les toca enfrentar, tanto “acá como allá, es nefasta”, las realizadoras comparten su propia experiencia ya no frente al aborto, sino sobre escucharse mutuamente para después armar un relato. “A mí me cambió mucho mi visión frente al aborto -cuenta Ciceri-. Tenía mi aborto y mi intimidad en un cajón en mi cuarto. Era algo extremadamente privado de lo cual no podía hablar, terrible, que me hizo sentir muy mal y que ahora no es más así. Ya no está más en el cajón de mi cuarto, es algo que hablo con todo el mundo con total libertad”. Algo a lo que, sin duda, ayudó su mamá, quien aparece en el film conversando con ellas, contando su propia experiencia y la de su hija.
“Mi mamá me bajó bastante” -sigue la directora, y ríe-. A partir de eso, también cambió mucho mi relación con mi ella. Eso de reclamarle algo que en realidad no tenía que reclamarle a nadie, fue algo sanador. Así que a mí, la película me cambió. Absolutamente.” Voto, aporta: “Yo también lo tenía enterrado ahí: aborté, no pensé nunca más, tenía el recuerdo medio frizado. Y de golpe, tomarlo de nuevo, empezar a desmenuzarlo y encontrarme con otros relatos, me hizo dar cuenta de que hablar y no estar de acuerdo con algo, pro respetar la vivencia de otra persona, me enseñó mucho. No solamente respecto a la experiencia del aborto, sino para trasladarlo a un montón de otras experiencias. Eso a mí me enriquece: después de muchos años, hablar fue como sacarse una mochila. Y encima hacer una peli, fue increíble (risas).”
Esa casa amarilla Una película con guión y dirección de Valeria Ciceri y Marina Vota. Con Marcela Zaniboni, Lucrecia Fracchia, Lua Rodriguez, Rossana Vittani, Alessia Loi, Elisabetta Leoni, Maura Sala, Irene Berteni, Patrizia Losito, Marina Vota, Valeria Ciceri.: Valeria Ciceri y Marina Vota. Funciones: desde el jueves 8 de febrero hasta el miércoles 14, a las 20.30 en cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635.