Eric Calcagno dice de su último libro, La peste, posta, que es impublicable. “Hacerlo blanco y negro era medio triste por las imágenes que tiene para ilustrar los hechos. Entonces es carísimo”. De tal manera que este profundo trabajo de investigación-divulgación hecho durante la pandemia de Covid 19 para contar que esa no fue la primera, ni la más importante, y no será la última peste que viva la humanidad, estará disponible en su página web: https://ericcalcagno.com.ar. En esta charla el intelectual y columnista de Tiempo, que se define como «peronista borgeano», se explaya sobre lo que quiso contar en esa crónica de viaje a través de una tragedia que pronto pasó al olvido, aunque dejó consecuencias.

“La idea de viaje tiene que ver con la antropología francesa de George Balandier: eso de que para entender tu sociedad es necesario pasar por una sociedad otra, que no conocés, y al experimentar esa vivencia vas a volver con otra mirada sobre tu sociedad”. “La idea de viaje tiene que ver con una parte de la antropología francesa de George Balandier eso de que para entender tu sociedad es necesario pasar por una sociedad otra, que no conocés, y al experimentar esa vivencia, vas a volver con otra mirada sobre tu sociedad. No es una cosa antropológica o etnológica de ‘veamos cómo viven los negros del África’, sino qué me enseña esta tribu de mi propia sociedad”.

-El intento es no hablar específicamente de la Argentina.

-No, salvo una mención a Ramón Carrillo. Traté de ver otras sociedades contemporáneas que viven pandemias, como el ébola o el HIV, o lejanas que vivieron el cólera, la tuberculosis. Ver la pandemia como fenómeno esencialmente biológico versus la peste como fenómeno esencialmente social. No importa la pandemia que vos tengas, las reacciones de la sociedad van a seguir patrones de comportamiento muy similares.

-¿Cómo cuáles?

-“Esto no va a suceder. Esto no puede ser, está muy lejos…Eh, socorro, todos vamos a morir… Es la culpa de los pobres, de los judíos, de los gitanos, de los inmigrantes”. A falta de instrumentos racionales se crea un malvado perfecto que es el culpable de todos los males. En la Peste Negra (1348-1352) eran los judíos y los leprosos, que estaban aliados para envenenar los pozos de agua de los cristianos. Aparecen procesiones de “Flagelantes”, tipos que van pegándose en la espalda para que Dios se apiade de ellos porque “algo mal hemos hecho”. ¿Qué hicimos mal?… Dejamos vivir a los judíos, que son los que mataron a Dios. ¿Qué hay que hacer para que termine la peste? Matar judíos. Hacen un largo recorrido por Alemania y los judíos escapan a Polonia, que los recibe muy amablemente. El rey Casimiro dice «tengo de todo, tengo artesanos, banqueros, intelectuales, médicos». Había hecho con su ejército una barrera sanitaria, pero los deja pasar. Ningún boludo Casimiro. Después otros estudiosos se dieron cuenta de que el lugar por donde habían pasado los “Flagelados” eran lugares donde el partido nazi sacaba más votos. Hay cosas que hacen al tiempo largo. La pandemia puede ser cualquier enfermedad, pero siempre es la misma peste.

Eric Calcagno: "La pandemia puede ser cualquier enfermedad, pero siempre es la misma peste"
Foto: Pedro Pérez
Eric Calcagno: "La pandemia puede ser cualquier enfermedad, pero siempre es la misma peste"

-Se decía que la sociedad iba a volver mejor luego de la pandemia y hasta se aplaudía al personal de salud a las 9 de la noche.

-Y después se los puteaba en los edificios porque decían que iban a contagiar. La peste revela lo que ya está, no es un fenómeno que cayó de la nada. Combinado con todo el aparataje electrónico que fue el único medio de comunicación durante cierto tiempo, y dijo «los malos son estos, los malos son aquellos. El Estado es malo, actúa mal.», cuando en realidad la Argentina manejó muy bien la pandemia. Hubo un 14% de sobremortalidad, más o menos como el Reino Unido o Estados Unidos. Hubo incapacidad de transformar este hecho, lo único bien que hizo Alberto, en algo político. Nunca nos quedamos sin respiradores cuando veíamos lo que pasaba en otros lugares.

-Qué lección esa en un momento en el que este gobierno habla de abrir los mercados y Trump dice “fabriquemos en Estados Unidos.»

-La pandemia marcó también que todas las cadenas de producción y de abastecimiento nacidas al calor de la globalización demostraron no funcionar. Que las multinacionales vayan a buscar sueldos más baratos del otro lado del mundo al final no funcionó. En cuanto al volver mejores creo que la mejor definición la da La Fontaine en uno de los cuentos, hablando de la peste entre los animales. «No todos morían, pero todos quedaban golpeados». Creo que fueron capaces de tratar la pandemia, pero no fueron capaces de tratar la peste. La peste se trata de otro modo, tiene otro tipo de reacciones, es lo que pasa en la sociedad. Es el hecho de que se disuelven las estructuras familiares. Entonces, de algún modo, hay que echarle la culpa a alguien para no hacerse responsable de la disolución de la sociedad.

-Todo lo que contás en el libro tiene espejos acá, imágenes de la dictadura, del actual régimen, de la época de Alberto.

-Es la idea, ver cómo en otras sociedades se trató la cuestión de la pandemia, de la peste y qué tiene que ver con nosotros. Por ejemplo, en la Bélgica de Leopoldo II, gran genocida, un tipo que mató a 10 millones de congoleses. Como era un filántropo, entonces ya no había más esclavos, solo ciudadanos libres que debían trabajar para pagar sus impuestos y si no cumplían con la producción de caucho, pues se le cortaba una mano, un brazo. Leopoldo II tiene estatuas en todos lados en Bélgica, y para mayor crueldad, los belgas, que no tienen cacao, lo traen de África y hacen manitos de negro de chocolate. ¿Lo podés creer? ¿Podés creer el nivel de psicosis? Está esa cuestión colonial, ¿por qué en una parte de África vivían lejos de los ríos? Porque allí estaban los moquitos. Pero los europeos necesitaban de los ríos para transportar las riquezas, entonces hicieron a todos bajar al río y ahí caían como moscas. Había saberes populares que fueron ignorados. Se ve en el tema de la mujer: la peste negra deja muchas mujeres propietarias de campos, de talleres. Y es ahí donde surge la bruja. Yo pensé que las brujas las quemaban sobre todo en el Medioevo, pero no, las quemaban en el Renacimiento.

Eric Calcagno: "La pandemia puede ser cualquier enfermedad, pero siempre es la misma peste"

-¿Las quemaban por propietarias?

-Claro, propietaria igual bruja y me quedo con tu propiedad. Por lo que pude ver, en el medioevo la quema de brujas era muy menor. Otra cosa es eso de las brujas y la escoba, que viene parece ser de los elementos que usaban como un instrumento de autosatisfacción y pasa a ser algo típico de la bruja. En las torturas del renacimiento se fijaban particularmente si los genitales habían sido afectados o no porque, claro, copulaban con el diablo. El martillo de las brujas es un manual para combatir la brujería, pero que está hecho en el siglo XVI, no en el siglo XII.

-¿Cuánto tiempo estuviste trabajando en el libro?

– Prácticamente toda la pandemia. Y quedé asombrado por la enorme cantidad de pandemias que existieron. Cada 10 años por lo menos tenías una peste y si te tocaba no había solución. La penicilina no estaba inventada, pero también esa esa época heroica los científicos o los médicos donaban las patentes. A ninguno se le ocurrió quedarse con la plata. Jenner, el que derrota a la viruela, era tan famoso que en 1806 le pidió a Napoleón que liberara cierta cantidad de prisioneros ingleses, a lo cual accedió de inmediato diciendo “¿cómo se le puede negar algo a un benefactor de la humanidad?”. Napoleón mismo mandó vacunar a todos los niños franceses y a su caída la mitad estaban vacunados. Había una voluntad política y un respeto. Fleming con la penicilina, se enojó muchísimo cuando descubrió que las compañías farmacéuticas modificaban un poquito una molécula para poder cobrarla. Él, que había donado la patente. Había tipos que peleaban por el bien común. Cosa rara hoy. Por eso creo que el ápice de la civilización humana fue 1980 cuando la viruela fue erradicada del mundo. Porque el hinchapelotas del viceministro soviético de salud tanto rompió en las Naciones Unidas que dijeron, «está bien, decisión soviética, planificación norteamericana, ejecución nacional». Era la primera vez que la humanidad vencía una enfermedad que se había llevado millones y millones y millones de personas y sobre todo niños. Y terminamos en los terraplanistas, los antivacunas.

-Fue enorme el crecimiento de los que cuestionan al estado.

-Es una situación de excepción la pandemia. Y durante mucho tiempo la única solución que hubo era no solo la cuarentena, sino el cordón sanitario, que eran soldados que le disparaban a los tipos que se acercaban. Es lo primero que se hace para ver cómo evoluciona una enfermedad y es ahí donde viene la cuestión política, que el derecho individual o la propiedad individual no está por encima de los derechos comunes y del bien común. Los argumentos de los antivacunas en el siglo XIX, son los mismos que los de ahora y siempre con el mismo temor de ataque a la propiedad. Siempre con el mismo temor de la revolución social. Y las verdaderas causas de las pandemias básicamente son la miseria, la pobreza. El tifus es una enfermedad de la pobreza, la tuberculosis es una enfermedad de la era industrial. Marx dice, «sin tuberculosis el capital no podría existir.» El cólera tiene que ver con el recalentamiento climático. Es un vibrión, una cosita chiquita que está en el golfo de Bengala, cuya función biológica es comerse la caparazón de los camarones cuando cambia. Viven tranquilos en el Golfo pero en 1817 hubo varias erupciones en Centroamérica y en Oceanía que oscurecieron el cielo. Hubo un efecto invernadero, la temperatura del agua subió y el vibrión del cólera se empezó a reproducir a lo loco y como los ingleses obligaban a los bengalíes a trabajar y a explotar las tierras que estaban cerca del mar, el vibrión pasó el intestino. Por barco llegó a Europa y en 8 horas una persona literalmente se iba por el inodoro, deshidratación profunda. San Martín tuvo cólera y Merceditas también, pero por suerte sobrevivieron cuando vivieron en París. No se sabía de dónde venía hasta que un tipo, John Snow, en Londres, en 1840 agarró un mapa del barrio y se fijó dónde estaban los casos de cólera. ¿Y qué encontró? Una bomba de agua que estaba contaminada. Digamos también que aquellos que se salvaban eran los que tomaban más alcohol.

-¿Para quién le escribiste este libro y quién te gustaría que lo leyera?

-Es como un libro de divulgación científica, antropológica, política, no creo que me dé para mucho más. Como decir «cuidado, el asunto no es si va a haber otra pandemia o no, sino cuándo y cómo, porque este sistema, este planeta no soporta ese sistema”. Nosotros consideramos la pandemia de Covid como algo terrible cuando hay zonas endémicas, de pandemias. Una está en el norte de China, hay otras por la India, que son como reservorios pandémicos, donde viven los murciélagos o los pangolines o cualquier animal dentro de un ecosistema pero al avanzar la explotación económica, la interacción con el foco infeccioso se da inmediatamente. En la peste de Marsella, el entonces primer ministro de Francia dijo «nosotros oficialmente vamos a decir que no hay peste. Ahora, extraoficialmente la vamos a combatir con todo lo que tengamos. Porque oficialmente no tenemos que sembrar el pánico, pero sí hay peste y vamos a mandar al ejército». Este mismo tipo fundó escuelas para que se estudiara el tema de las pestes y cómo funcionan y qué pasa. Cuando hay una respuesta política, estamos en una política del bien común y cuando la solución es individual, es un poco el capítulo final de la sociedad de mercado.