Se congregaron frente al Congreso, marcharon a Plaza de Mayo, después se hicieron oír ante a la Legislatura –otra vez vallada, ya se hizo costumbre– y muchos volvieron por Avenida de Mayo para seguir manifestándose, en un vendaval de mamelucos blancos –y celestes, violetas– que copó el centro porteño con una masividad inédita para el sector. Enfermeros y enfermeras reaccionaron ante lo que consideran un despojo.
Dos semanas atrás, en una expeditiva sesión de la Legislatura, los diputados de Vamos Juntos y sus aliados votaron una ley que regula la Carrera Profesional de Salud en el sistema público de la Ciudad de Buenos Aires que deja afuera a los licenciados en Enfermería. También a los licenciados en Instrumentación Quirúrgica y en Bioimágenes. Ese día, un puñado de enfermeras llevó pancartas al recinto con un fuerte reclamo y un mensaje irrefutable: «Somos profesionales» y «Sin enfermería no hay salud». El miércoles pasado, Día de la Enfermería, la indignación se multiplicó por varios miles, en la Capital y en plazas de todo el país.
Para el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, los licenciados en Enfermería de los 33 hospitales porteños son mero personal administrativo, perteneciente al escalafón general. Bloquear su acceso a la carrera profesional supone un fuerte perjuicio en términos de precarización laboral: una escala salarial menor, con diferencias de hasta $ 15 mil respecto de los médicos y otras licenciaturas sí incluidas, y la falta de acceso a beneficios concretos, como la reducción de la jornada laboral de 30 a 24 horas semanales y la cantidad de días (diez) de licencia por estrés que podrían tomar a lo largo del año, en una carrera considerada de riesgo social.
La ley modifica la Ordenanza 41.455, que desde 1986 regulaba la relación laboral entre la Ciudad y los empleados del sistema de salud pública, y fue votada por el oficialismo sin mayores consensos. No sólo no consultaron a las entidades que nuclean a los enfermeros. La iniciativa apareció en escena apenas una semana después de que la legisladora Victoria Montenegro (Unidad Ciudadana) presentara un proyecto para reparar ese reclamo histórico que contó con el asesoramiento de la Asociación de Enfermería de la Capital Federal (AECAF).
La medida perjudica a unas 3500 personas. De los más de 9000 trabajadores que cumplen tareas de enfermería en hospitales públicos porteños, hay 3200 licenciados y muchos otros que estudian mientras trabajan (todas las universidades nacionales y 25 privadas dictan cursos de enfermería profesional). A eso hay que sumar los que tienen o cursan las otras dos licenciaturas postergadas. Desde la Asociación de Instrumentadoras Quirúrgicas (AADI) se resolvió presentar un amparo por discriminación. «No se concibe un quirófano sin instrumentadores e instrumentadoras. Tenemos responsabilidades y obligaciones, somos profesionales», dijo la licenciada Stella Maris Delor, titular de AADI.
La masiva marcha del #21N, que aglutinó a los enfermeros del sector público pero también a muchos del privado –cuyos salarios sufrirían por arrastre el deterioro de los municipales– y un gran número de médicos, sabedores de la imposibilidad de brindar salud sin los enfermeros. «Enfermería se levanta y hace honor a su día no callándose más. Basta de ninguneo. Hemos aprendido que nuestro trabajo es una garantía para el derecho a la salud», fueron algunas frases del duro comunicado leído en la Plaza, y que también apuntó a los «sindicatos entregadores» y las «nefastas asociaciones municipales», en referencia a SUTECBA (Sindicato Único de Trabajadores y Empleados de la Ciudad) y la Asociación de Médicos Municipales, que dieron su venia a los legisladores del oficialismo para avanzar con la polémica ley.
«Nos dicen que somos la columna vertebral del sistema de salud, pero no somos reconocidos como tales», expresó Alejandro Miranda, presidente de AECAF. En efecto, la exclusión de los enfermeros –que cubren hasta el 80% de los servicios de salud que se prestan a los pacientes, sobre todo en terapia intensiva y alta complejidad– va a contramano de todas las recomendaciones de organismos internacionales.
«No podemos quedarnos quietos ante este atropello», dice Elena Perich, extitular de la Federación Argentina de Enfermería y actual integrante de su Consejo de Ética y Legislación. Coautora de la Ley 24.004 del año 1991, que por primera vez otorgó autonomía a la profesión de enfermería (hasta entonces considerada un apéndice colaborativo de médicos y odontólogos), no recuerda una movilización tan grande de sus colegas. Y señala la carta que desde Ginebra le envió Annete Kennedy, presidenta del Consejo Internacional de Enfermeras –que representa a más de 20 millones de enfermerxs en todo el mundo–, al jefe de Gobierno y a su ministra de Salud, Ana María Bou Pérez. Dice Kennedy que ante la exclusión de recursos humanos con «impacto directo en la calidad y la seguridad de los tratamientos para los pacientes y sus familias», están «consternados». «
El pilar de la atención hospitalaria alza la voz
“Me enorgullece que nos hayamos movilizado, que enfermería no se calle, que haya alzado la voz”, dice Lidia Fernández, 50 años, que el miércoles marchó del Congreso a Plaza de Mayo en compañía de sus colegas del Hospital Durand y junto a su familia.
Licenciada en enfermería, Lidia se desempeña en un área de alta complejidad: cirugía cardiovascular. “El del Durand es uno de los pocos servicios que, aun a pesar de todas las carencias que hay, continuó operando, pero ahora hace un tiempo que se complicó atender en cirugía por falta de elementos”, cuenta. Respecto de la polémica ley impulsada por el oficialismo porteño, sostiene que “esto es una injusticia, a los enfermeros nos están discriminando, nos degradan como profesionales. No sé por qué Larreta y sus legisladores nos excluyen. Enfermería es el pilar del hospital. Nosotros damos lo mejor para la atención del paciente en el sistema público, adonde la situación económica y el aumento de la pobreza empujan a cada vez más gente”.
Lidia vive en Burzaco, “dos horas de ida y dos de vuelta hasta Parque Centenario”, y exige que su esfuerzo y los años que pasó formándose se plasmen en el reconocimiento jurídico de su carácter de profesional: “Nosotros tenemos títulos universitarios, tenemos los mismos derechos que los licenciados en nutrición, en kinesiología, en informática o cualquier otro.”
«Ya no somos la mano derecha de nadie»
“Los enfermeros ya no somos mano derecha de nadie, somos parte integrante del equipo médico”, asegura Julio Orlando Ragone, licenciado, 46 años, desde hace 15 enfermero en el sistema de salud pública de la Ciudad de Buenos Aires.
“Esta ley nos afecta porque no nos permite participar de la nómina de la carrera de profesionales de la salud. Nos han dejado afuera, y esto representa un menoscabo a nuestro ser y hacer como profesionales, porque nos especializamos y tenemos formación sanitaria. Bregamos para que Larreta y la doctora Bou Pérez abran los ojos y entiendan que los licenciados en enfermería sabemos cómo mejorar la salud de las personas que atendemos, todos alguna vez necesitaron de nosotros, de nuestra atención».
Julio sostiene que «el escalafón técnico administrativo no nos contiene, porque tenemos especializaciones, magíster, doctorados en salud pública, no para colgarnos una medallita, sino para atender mejor a nuestro objeto de cuidado que es la población. Estar en la carrera nos permite seguir jerarquizando nuestra profesión”.
Además de trabajar en la terapia intensiva de la Maternidad Sardá, Julio es docente universitario de la carrera de Medicina en la Universidad de La Matanza, y saluda a “muchos compañeros médicos que vinieron a apoyarnos, conscientes de que sin enfermería no hay salud”.
En contacto con la vida y la muerte
“No somos administrativos, estamos en contacto con la vida y la muerte. El administrativo se puede equivocar en un trámite, en un documento, entonces lo borra o lo tira y empieza de nuevo. A mí se me complica un paciente y no puedo reiniciarlo”, dice Lorena Santillán.Tiene 41 años. Desde 2005 trabaja en el Hospital Santojanni, en Mataderos, en la terapia intensiva neonatal. “Nos capacitamos para atender a ese tipo de pacientes, bebés que pesan de 600 gramos en adelante, o sea que no somos improvisados. Hace muchos años venimos peleándola, pero nos encasillaron en el escalafón general. Somos licenciados, yo hice la maestría en la Fundación Favaloro, muchos compañeros tienen doctorados», grafica Lorena.
Cuenta que comenzó a trabajar desde muy chica. «A los 15 años fui madre, pero estudié, me capacité, y en enfermería trabajo durante las Fiestas, en Año Nuevo, todos los feriados. En cada equipo médico, todos somos eslabones importantes para la calidad de la atención al paciente.»
Lorena integra la agrupación de enfermeros municipales 7 de Abril, y asegura que “esta ley nos perjudica, sobre todo en lo salarial: muchos compañeros trabajan hasta 36 horas consecutivas adentro del hospital para ganar lo suficiente para mantener a sus hijos, hay muchas madres solteras como yo en esta profesión, dejamos la vida ahí”.