Estimaciones de consultoras privadas basadas en datos oficiales coinciden en un marcado cambio de tendencia en los niveles de pobreza a partir de julio de 2024.

Según el Nowcast (una técnica de pronósticos en  base a datos iniciales) que elabora el departamento de Econometría de la Universidad Torcuato Di Tella, a cargo de Martín Rozada, en el último semestre de 2024 la pobreza era del 36,7% cuando el informe oficial del Indec indicó que durante el primer semestre llegaba al 52,9 por ciento.

La proyección es coherente con la que realizaron Florencia Iragui y Melisa Sala, de la consultora LCG, y que ubicó el nivel de la pobreza en el 38,4% en el tercer trimestre de 2024. En forma similar se definió el Observatorio de la Deuda Social de la UCA que, basado en datos oficiales, pronosticó que la pobreza para el tercer trimestre de 2024 se contrajo hasta el 38,3%, con una caída de 0,3 puntos con relación al mismo trimestre de 2023 y de 16,5 puntos comparando con el pico de 54,8% del primer trimestre de 2024.

Volatilidad

Lo que se destaca es la velocidad del proceso y, por lo tanto, la volatilidad que muestra el indicador de pobreza en escenarios macroeconómicos cambiantes. En los primeros seis meses de 2024, por la abrupta caída del salario real, 5,3 millones de personas cayeron en una situación de pobreza que, si se confirmaran los pronósticos de la UTDT, salieron de esa situación durante los siguientes seis meses acompañados de 2,3 millones de personas adicionales que, a su vez, habían caído en la pobreza en el año y medio inmediato anterior.

Existe un 16% de la población que, en función de la medición por ingresos que sostiene el Indec, está a expuesta a ingresar y salir de la pobreza en forma relativamente frecuente. Por debajo existe un segmento que el equipo de Agustín Salvia sitúa en un 33% y considera “un piso estructural de pobreza crónica difícil de quebrar si no es a través de más y mejores empleos”.

Al borde del abismo

Se trata de un sector que está siendo caracterizado por distintas consultoras y especialistas y recibe distintos motes. El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), por ejemplo, elaboró un informe que en julio situaba la pobreza (incluyendo a quienes denomina “casi pobres”) en un 75% sobre la base de correr la línea de corte hasta el valor de una Canasta Básica Total y media.

En esa línea, LCG asegura que “integran la ‘clase media’ aquellas personas que cuentan con ingresos totales familiares de entre 1,5 y 4 veces la canasta básica”. Bajo este supuesto y los nuevos datos del informe que presentaron esta semana, la clase media estaría integrada por el 35% de la población (16,7 millones de personas), aunque en 2017 y 2018 incluía al 40%. LCG considera que la crisis de deuda y la pandemia provocaron que 3,1 millones de personas cayeron en la pobreza, a quienes se sumaron otros 2,4 millones con la escalada de la inflación del primer semestre de 2024. En ese momento, «la clase media llegó al extremo de representar menos del 25% del total”, informa.

Según LCG, para volver a los niveles de 2017 hace falta que 3,1 millones de personas superen su actual estado de pobreza y retornen a la clase media.

Agustina Haimovichi, integrante del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), señaló a Tiempo que “hay distintos métodos para definir a estos grupos. Como hablamos de pobreza por ingresos, cuando hay un shock inflacionario que luego se desacelera, el indicador se vuelve volátil. Cualquier shock inflacionario hace caer a los no pobres vulnerables debajo de la línea. Una vez que recomponen los ingresos, pueden superarla”.

Espejismo

La especialista señala que “hay un debate porque, si bien salieron de la pobreza, no significa que recuperaron el mismo nivel de consumo de un año atrás. De hecho, si lo comparamos con el nivel de precios promedio y no con la Canasta Básica Total, el resultado no es el mismo”.  Haimovichi señala que “todos los hogares desenvuelven estrategias distintas de subsistencia como endeudarse o gastar ahorros. Su capacidad de adquirir una canasta se puede haber cumplido pero a costa de un deterioro de su situación patrimonial o económica. Son consecuencias que no se llegan a ver con la medición de pobreza”.

El observatorio de la UCA señala que “este descenso (en los niveles de pobreza) representa un alivio social frente a la crisis previa” y que “los resultados estadísticos muestran una tendencia real”, aunque, reconocen, “cabe relativizarlos”.

Para la UCA, “hay razones para sostener que se está sobrestimando la caída de la pobreza en un contexto de cambios significativos en el sistema de precios que no se refleja en una mayor capacidad de consumo de los hogares pobres”. Es que, indican, “los niveles de pobreza e indigencia estadística del tercer trimestre de 2024 fueron similares a los del tercer trimestre de 2023; e, incluso, es de esperar que el promedio del último semestre 2024 esté por debajo del de 2023. Sin embargo, contradictoriamente, los niveles de consumo masivo no parecen haber acompañado esta tendencia”.

Para la UCA “un aspecto crucial es que el aumento diferencial de los servicios públicos ha incrementado el peso de los gastos fijos por sobre los gastos variables de los hogares. De tal manera que las mejoras en el ingreso familiar real no implican necesariamente más y mejores consumos corrientes”.

Haimovich, del Ipypp, coincide en que “una mirada muy superficial en la evolución del indicador daría la sensación de que las consecuencias del shock recesivo se hubieran revertido volviendo al punto de inicio. Pero, al igual que con el desempleo, hay que ver el fenómeno combinado con otros indicadores. Uno solo no alcanza para ver el retroceso de las condiciones de vida”.

La especialista señala que “la caída de la pobreza es llamativa en un año donde hubo retracción de la actividad y en particular en los sectores generadores de empleo y orientados al consumo interno. Hubo caída en la inversión, el gasto público y en el consumo privado que se nota en los informes de supermercados que siguen en caída”. Ocurre que “cuando vemos los salarios hay una baja brutal en los primeros meses que luego se detiene en todos los sectores, pero con desiguales trayectorias. El sector formal recupera el poder de compra y eran los que más habían aumentado su tasa de pobreza. El sector público se mantiene muy deprimido y los informales también”.

La especialista señala que “cuando analizamos como evolucionaron los ingresos con la Canasta Básica Total vemos, en todos los deciles, una pequeña mejora. Pero no es homogénea, se ve en los primeros deciles y en el más alto. El estrato medio mejora, pero no tanto, aunque cae si se lo compara con el IPC y eso es consistente con la caída del consumo en supermercados”.  «

Números del Indec en la mira

Un conjunto de sindicatos emitió un comunicado cuestionando los datos del Indec. Allí dicen que  “los datos oficiales de inflación no coinciden con el impacto en nuestros bolsillos” porque “el Indec utiliza una metodología de cálculo desactualizada” en tanto no hace uso de la Encuesta Nacional de Gastos en Hogares  (ENGHO) de 2017. Así altera la ponderación de los servicios en el cálculo del IPC. Según especialistas “en 2024 implicó un desfasaje cercano al 15%”.

El déficit metodológico se amplifica en la medición de pobreza porque, la Canasta Básica Total, se establece a partir de la aplicación del coeficiente de Engels sobre la Canasta Básica Alimentaria basado en la misma estructura de gastos de la ENGHO 2005.

Según datos oficiales, los servicios aumentaron entre diciembre de 2024 y el mismo mes de 2023 un 248% cuando los alimentos lo hicieron en un 95 por ciento.