A propósito de la nota del número 2244 publicada por vuestro medio en la cual se hace un extenso reportaje al nuevo embajador de Turquía en la Argentina, Sefik Vural Altay, considero que es menester realizar algunas aclaraciones, muchas de ellas motivadas por las excelentes preguntas del periodista Alberto López Girondo (ver acá).
Este diplomático turco representa a un Estado genocida, usurpador y negacionista, como lo es el Estado turco, que niega sistemáticamente el brutal genocidio perpetrado contra el pueblo armenio, que dejó un saldo de más de un millón y medio de personas masacradas. No es de extrañar entonces que la “realidad” (léase ésta como la sucesión concreta de hechos empíricos e irrefutables) aparezca tergiversada en sus declaraciones “políticamente correctas”.
Cuando sostiene que el término “kurdo” es incorrecto para referirse a los grupos extremistas y terroristas, y declara que Turquía tiene una convivencia pacífica con los kurdos y otras etnias, esto es sin dudas falaz. Desde aproximadamente 1923 el Estado turco persigue al pueblo kurdo y ha masacrado a cientos de miles hasta el día de hoy. Como ejemplos, para nombrar nada más que dos, recordemos primero la masacre de más de 40.000 civiles kurdos en Dersim entre 1937 y 1938, considerada una réplica del Genocidio turco contra el pueblo armenio. El segundo es el asesinato de decenas de miles de kurdos y la quema de más de 3.000 poblados de esa etnia, durante la década del noventa, sin ninguna crítica seria de Washington, una masacre agravada por el hecho de que Turquía es miembro de la OTAN.
Por ende, no es cierto que turcos y kurdos convivan pacíficamente hace “miles de años”, una temporalidad incorrecta desde el punto de vista histórico. Hace miles de años, quienes vivían en esa región eran los armenios, los kurdos, los asirios, los griegos, los caldeos y otros pueblos, pero no los turcos, quienes invadieron a todos ellos y los sometieron a su sangriento yugo.
Cuando se refiere a que su gobierno ha “limpiado de elementos terroristas” a Siria, utiliza, como bien se sabe, un argumento esgrimido por cualquier otro Estado para justificar una intervención militar en territorio extranjero. Es indignante que un Estado genocida, usurpador y negacionista, como lo es Turquía, acuse de terroristas a pueblos originarios que luchan por su liberación. Bajo esta denominación, Turquía continúa con el proceso genocida comenzado en el siglo XIX como parte del plan de turquificación forzada de los pueblos originarios.
Pero uno de los puntos más graves, a mi entender (al menos, geopolíticamente hablando), es cuando ante la pregunta del periodista sobre si se va a establecer una zona de seguridad con el gobierno sirio en la frontera, responde sencillamente que no está contemplado. A todo esto, a estas alturas cabe preguntarse: ¿Dónde han quedado los derechos de millones de sirios y la soberanía sobre su propio territorio? ¿Se puede establecer una zona de seguridad (al menos así la ha llamado) sin siquiera consultarle a quien gobierna ese territorio? ¿Puede el mundo avalar semejante violación a la legítima integridad territorial del Estado sirio?
Y la respuesta da miedo, o peor aún, terror. Porque estamos hablando del mismo Estado que hace 104 años, el 24 de abril de 1915, comenzaba el primer gran genocidio del olvidable siglo XX contra la población armenia. Estamos hablando del mismo mundo que en aquellos años lo permitió. La respuesta ya está contenida en la pregunta.