“No podés ganar un campeonato sin homosexuales en tu equipo. Nunca ocurrió. ¡Es ciencia!”. La frase puede leerse como una provocación. Enunciada por alguien que obtuvo el Balón de Oro, la medalla de Oro olímpica y levantó dos veces la Copa Mundial de la FIFA adquiere otra relevancia. Megan Rapinoe se volvió un ícono del fútbol y una activista por los derechos de las jugadoras y del colectivo LGBTIQ+. Lesbiana visible, hizo pública su homosexualidad en 2012 y desde entonces no resignó su lugar de referente de los colectivos de la diversidad sexual. En noviembre pasado anunció su retiro como futbolista profesional, a los 38 años. Pero continúa la lucha por espacios deportivos libres de homofobia. Una pelea en la que sus colegas varones todavía no se involucran lo suficiente. Con algunas excepciones.
Justin Fashanu cumpliría este lunes, 19 de febrero, 63 años. A pesar de haber jugado en la Primera División de Inglaterra y de la existencia de dos biopics documentales sobre su figura, Fashanu no es un apellido tan conocido por estas pampas. Justin nació en Londres en el invierno de 1961, hijo de un abogado nigeriano y una enfermera guyanesa (en ese entonces Guayana Británica, hoy un estado independiente). Cuando sus padres se separaron, él y su hermano John fueron enviados a un orfanato. Una pareja de un pueblo cercano a la ciudad de Norwich los adoptó cuando Justin tenía seis años y su hermano, cinco. Ya siendo un adolescente se fue a probar al Norwich City, donde le vieron condiciones y lo ficharon como futbolista profesional en 1978. Dos años después la BBC eligió como el mejor gol de la temporada el que Fashanu le convirtió al Liverpool, algo parecido (aunque un poco menos espectacular) al que mucho después Maxi Rodríguez le marcaría a México en el mundial de Alemania. Al año siguiente del gol al Liverpool, Justin fue noticia por haber sido transferido al Nottingham Forest en una cifra superior al millón de libras. La novedad no era el salto a un equipo histórico de Inglaterra, sino que nunca se había pagado un monto tan elevado “por un jugador negro”.
El 17 de mayo de 1990 la Asociación de Psiquiatría estadounidense eliminó a la homosexualidad del Manual de Diagnóstico y Estadística de los trastornos mentales (DSM, por sus siglas en inglés). Hasta ese momento, ser homosexual era sinónimo de estar enfermo, argumento jurídico para una serie de prácticas discriminatorias referidas al acceso al trabajo, la vivienda o hasta la custodia de hijos, y de tratamientos vejatorios como las terapias de conversión o los electrochoques. Es difícil saber qué influencia tuvo en Justin Fashanu la despatologización de la homosexualidad. Lo cierto es que cinco meses después, en una entrevista con The Sun, se convirtió en el primer futbolista profesional en actividad en declarar públicamente que era gay.
Fashanu vs Fashanu
Las reacciones no fueron de apoyo. Manifestó haber sido objeto de burlas y recibir insultos por parte de los hinchas. Su propia familia le dio la espalda. John, también futbolista profesional, declaró a The Voice: “Mi hermano es un paria”. Justin Fashanu comenzó a ser noticia menos por lo que hacía dentro de las canchas que fuera de ellas. Su carrera hizo una pendiente que lo llevó a jugar los años siguientes en equipos de poca relevancia en Suecia, Escocia, Estados Unidos y Oceanía. En 1997, tras casi dos décadas como futbolista profesional, anunció su retiro.
Unos meses después fue acusado de violación por un joven de 17 años en EE.UU. La policía interrogó a Fashanu, pero no lo detuvo. El ex futbolista volvió a Inglaterra. En septiembre de 1998 la investigación judicial se cerró por falta de pruebas. Justin Fashanu nunca se enteró. Cuatro meses antes se había ahorcado en un garaje. Tenía 37 años. Dejó una nota en la que decía: “Ya he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y mi familia”. Y agregaba: “Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y finalmente encuentre la paz”. En memoria de Justin Fashanu, cada 19 de febrero se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol.
Mientras tanto, en Argentina no hay futbolistas profesionales varones en actividad que hayan hecho pública su homosexualidad. No es un lastre local: alcanzan los dedos de las manos para enumerar a los que lo hicieron en las diferentes ligas del mundo desde que Fashanu rompió el tabú. Algunos (pocos) jugadores de nuestro medio se animaron a hablar del tema, como el Monito Martín Vargas. “¿Cuántos jugadores somos en el fútbol argentino? ¿Vos decís que no va haber uno que sea homosexual? Esa persona está sufriendo, el chiste está todo el tiempo”, lanzó en 2018 cuando era futbolista de Vélez. En el mismo sentido opinó Daniel Osvaldo en 2017, ya retirado: “Claro que hay homosexuales en el fútbol, pero tienen miedo de confesarlo. El fútbol es machista y no está preparado para admitirlo. Los jugadores gays serían destruidos por el medio”. Así sucedió en el caso más recordado en Argentina, que no fue el de un jugador, sino el de un árbitro, Fabián Madorrán. Señalado como homosexual por sus propios colegas, fue echado de la AFA en 2003, diez meses antes de que se quitara la vida de un disparo en la ciudad de Córdoba.
En este contexto, a partir del debate y la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010, comenzaron a proliferar en nuestro país espacios deportivos libres de discriminación y violencia. El fotógrafo y escritor francés Émilien Buffard, radicado desde 2014 en Rosario, retrató a más de mil jugadorxs de distintas disciplinas a lo largo del país. Las imágenes se publicaron en “Sport Friendly: la cancha de la diversidad” (2022), una suerte de álbum de figuritas de la disidencia sexual en el deporte. Lxs referentes de las agrupaciones que pueblan las páginas del libro-álbum coinciden en la necesidad de generar ambientes solidarios, sin discriminaciones por género, orientación sexual ni clase. Equipos mixtos en más de un sentido, la mayoría de sus integrantes combina el placer por el deporte con la lucha militante. Buffard, convencido, afirma: “Cuando un jugador de fútbol que es admirado por jóvenes diga “soy gay”, se va a dar un cambio. Va a ser necesario que sus compañeros digan alto y claro que esa preferencia no cambia nada para ellos, que lo aceptan, para imponer respeto en las tribunas. Pero hay que atreverse”.