La noticia es conocida: el gobierno de Donald Trump tomó la decisión de que Cristina Fernández y sus hijos no podrán ingresar a los Estados Unidos. La excusa, también se sabe, son las causas por supuesta corrupción impulsadas por el Poder Judicial argentino. La misma medida se le aplicó al exministro Julio de Vido.

Para la derecha argentina y latinoamericana, que tiene una relación de sumisión cultural con Estados Unidos, que a una persona se le prohíba la entrada a la superpotencia en crisis es un castigo indecible. ¿Cómo vivir sin poder comprar ropa en los negocios de segunda mano de Miami? ¿Cómo no poder pasear en auto alquilado por las autopistas de Orlando?

La sumisión cultural establece una relación casi religiosa.

Los medios de comunicación tradicionales de la Argentina son una muestra de esto, por ideología y por interés. Es casi imposible encontrar artículos que cuestionen la política exterior de Washington. Volodímir Zelenski era el héroe que luchaba contra la tiranía del oso ruso hasta que Trump ganó las elecciones y cambió la política. Ahora, en las coberturas de los medios del establishment local, Zelenski pasó de ser un San Martín ucraniano a un presidente que está en guerra y al que muy bien no le va.

Por otra parte, el pintoresco Guillermo Moreno cuestionó que Cristina le haya contestado a Trump por Twitter. Le faltó decir que son desviaciones progres y que, por supuesto, en algo debe haber influido Axel Kicillof, que para Moreno tiene la culpa de que llueva, de que luego salga el sol, haga calor y vuelva a llover.

En el café de los patriotas
El secretario de Estado de los EE UU Marco Rubio.

Cristina recordó en el acto de este sábado en la Facultad de Ciencias Sociales el rol del embajador estadounidense Spruille Braden como organizador de la Unión Democrática para tratar de derrotar a Perón en las elecciones de 1946. Esa intervención en la política nacional le dio a un político excepcional como Perón una de las principales consignas de campaña: Braden o Perón. Fue un enfrentamiento abierto con el gobierno norteamericano y su intervención en asuntos internos. Quizás Perón era uno de esos progres que al Guillote le molestan tanto.
Son varios los líderes que lucharon por mayor independencia para sus países y bienestar para sus pueblos que fueron perseguidos por Estados Unidos. Nelson Mandela estuvo en la lista de terroristas del FBI hasta el año 2008, ayer nomás.

Sobre esto una digresión: el periodista Luis Majul, con esa superficialidad que mezcla la ignorancia del comunicador con la creencia de que se puede decir cualquier cosa, comparó a Mauricio Macri con Mandela. Comparó al hijo de un empresario multimillonario, que jamás supo lo que era el sacrificio, que cuando fue presidente endeudó al pueblo argentino por décadas, con un dirigente que pasó 27 años en la cárcel y liberó a Sudáfrica de una de las dictaduras racistas más crueles que conoció la humanidad.

Para los patriotas latinoamericanos y de otras latitudes que sufrieron distintas formas de imperialismo, estar en esa lista de los hostigados por EE UU es la confirmación de su trascendencia histórica. Omar Torrijos, Lázaro Cárdenas, Perón, Salvador Allende, Hugo Chávez, por mencionar algunos de los hostigados por el imperio.

CFK dijo que la decisión de Trump fue a pedido de Milei. Es probable. Es una operación política habitual de las derechas latinoamericanas. Fue además la luz verde para que el Poder Judicial Federal, que obedece a la embajada y a Héctor Magnetto, termine de proscribir a Cristina y la meta presa, quizás con domiciliaria.

Había trascendido meses atrás que Milei y Santiago Caputo no querían eso. El presidente había argumentado que los 18 años de proscripción de Perón sólo habían servido para que volviera al país y sacara el 63% de los votos. Era una interpretación inteligente, pero algo cambió. La estafa con la cripto moneda Libra, de la que el presidente parece ser parte, modificó el escenario. Hay que tapar el tema con todo lo que esté a mano.

El mileísmo se proponía construir una derecha popular, que no repitiera las praxis autoritarias clásicas de la derecha argentina: endeudar, ajustar, reprimir, encarcelar. Las últimas semanas muestran que ese proyecto fue abandonado. No hay nada nuevo debajo del pelo y las puteadas del presidente. Es sólo otro intento de restauración conservadora.