Todos los años electorales se utiliza la frase «la madre de todas las batallas» para referirse a la provincia de Buenos Aires. Domicilio del 38% de los votantes efectivos nacionales, suele considerarse que quien gana las elecciones bonaerenses es el ganador nacional.

Buenos Aires es clave en las elecciones presidenciales, que son directas y en distrito único, por ende quien gana en el distrito más populoso tiene las de ganar en la nacional por el arrastre aritmético. Y tal vez por eso, por lo que promete, se la considera igualmente determinante en las elecciones de diputados nacionales, que son en realidad 24 elecciones de distrito subnacional, y deberían medirse en cantidad de bancas obtenidas. «La Provincia» se lleva el peso simbólico de la política nacional. Así fue en 2009, hace 15 años: Unión PRO, la alianza que en Buenos Aires lideraba Francisco De Narváez, superó a la boleta del oficialismo encabezada por Néstor Kirchner y con eso dejó la imagen de ganador nacional, pese a que Unión PRO quedó tercera en votos y bancas en todo el país.

En 2025, la Provincia de Buenos Aires vuelve a ser una arena simbólica de la tendencia nacional. Es el distrito donde mandan Axel Kicillof y Cristina Kirchner, y por eso La Libertad Avanza y el bullrichismo –cada vez más adentro de LLA– quieren confrontar directamente con ellos, por las bancas y por los votos. Pero simultáneamente, Milei y Bullrich tienen otra batalla igualmente importante en la Ciudad de Buenos Aires, el territorio de los primos Macri.

Para Milei, y también para Patricia Bullrich, ganar la Ciudad tiene un significado político especial. Quizás más importante aún que el anterior. Ganar la Provincia es vencer a los líderes de la oposición, pero ganar la Ciudad es afianzarse sobre los propios pies. Nada menos.

«Lo que de tus padres has heredado, adquiérelo para que sea tuyo», dice el Fausto de Goethe. Tanto Milei como Bullrich son forjadores de su propio camino, pero deben mucho a Mauricio Macri. Sin lo que Macri inició, no habría Bullrich y tal vez tampoco hubiera habido Milei. Pero tanto Milei como Bullrich no sólo consideran que el tibio Macri fue un fracaso político y económico, de cuya sombra deben huir, sino que también es un obstáculo que deben remover para que La Libertad Avanza termine de nacer. Karina Milei recorre el país para crear La Libertad Avanza como partido nacional, y Patricia Bullrich prepara su lapicera para llenar la ficha de afiliación, pero ambas necesitan matar al PRO para completar el proceso. El nacimiento de La Libertad Avanza como partido, por acción u omisión, se hace sobre los escombros amarillos. El mileísmo absorbió mucho voto macrista, pero necesita más para afianzarse, y Bullrich, en tanto dueña del espíritu real del votante macrista –que el propio Macri traicionó con su «palomez»– necesita desplegar el estilete para completar el pase. Si Patricia se pasa al libertarianismo sin competir con Macri, ella se va del PRO; si se va después de vencer a Mauricio, se habrá llevado al PRO con ella.

Con las diferencias del caso, la elección de 2025 recuerda a la que tuvo lugar 20 años antes, en 2005, donde Kirchner necesitaba matar políticamente a Duhalde para terminar de nacer. En esa oportunidad, tanto Kirchner como Duhalde jugaron a la guerra fría con sus respectivas esposas. Y la victoria del kirchnerismo sobre el duhaldismo fue tan importante que la protagonista de la batalla decisiva, Cristina, adquirió una notoriedad que hasta entonces no tenía, y que la llevó a heredar aceleradamente la conquista del heredero. La Provincia de Buenos Aires como campo de batalla sintetizaba el doble rol de distrito electoral principal y de territorio duhaldista.

En 2025, ese plano se juega en la ciudad de los Macri, y aunque Milei no tiene esposa está dispuesto a jugar a sus dos damas principales, su hermana Karina y su socia política Patricia. La apuradita Villarruel se perdió la escena de su vida. Si Mauricio pensaba que María Eugenia Vidal podía pelear en su nombre, no está midiendo correctamente la importancia de la batalla: tiene que jugarse él, o perderá de la manera más indigna.

Asimismo, hay otra fuerza política que quiere nacer, y se juega su parto en la Ciudad. Es la nueva versión de la Tercera Vía centrista, donde confluirían el MAD de Horacio Rodríguez Larreta, los radicales opositores liderados por Martín Lousteau, y el neoperonismo federal de Juan Schiaretti, entre otros. Larreta senador -Lousteau diputado es una boleta posible de las viudas centro-progresistas de Cambiemos para competir con sus sombras, los Macri y los Milei-Bullrich. Aquí no sólo se juega el destino político de sus protagonistas, sino el nacimiento  mismo de la Tercera Vía. Si no logran terciar en la batalla, y si la elección se polariza entre los oficialismos porteño y nacional, la criatura nunca habrá visto la luz.

¿Dónde deja todo esto al kirchnerismo porteño? Alguna pista ya dio Cristina Kirchner con su discurso endurecido en la UMET del 11 de diciembre. Esa Cristina, a diferencia de la Cristina de las cartas y los papers de 2024, parecía girar a la izquierda como respuesta al afianzamiento de Milei. Si antes ella parecía decir «Milei algo de razón tiene, tratemos de adaptar algo de lo que dice a nuestro mensaje», esta vez se subió al tren FLACSO y afirmó que Milei es «otra cara del modelo de valorización financiera neoliberal de siempre». Pero en la Ciudad, el espacio Unión por la Patria estuvo durante años tratando de girar al centro con las candidaturas de Leandro Santoro, empeñado en comerle votos larretistas y radicales a Juntos por el Cambio, que ahora ya tendrá su versión centro-progresista constituida. Por lo tanto, la estrategia dominante del kirchnerismo porteño será afianzarse hacia la izquierda, para quedarse con el electorado minoritario pero homogéneo del progresismo porteño, y evitar que la izquierda clásica quiera crecer a sus expensas.