A los 31 años, Emilce “Mimí” Sosa acaba de empezar su quinta temporada en el voley de Brasil, en una de las ligas más poderosas del mundo, con Brasília Vôlei, su cuarto club en ese país. Mimí fue un pilar en el proceso de construcción de Las Panteras, la selección argentina femenina de voley, la que logró clasificar por primera vez a un Juego Olímpico, a Río de Janeiro 2016. Criada en la comunidad wichí Lote 1, a 600 kilómetros de la capital de Formosa, y casada desde mayo con la voleibolista brasileña Milka Medeiros, Mimí vive el tiempo después del retiro de la selección argentina. “Siempre jodo con Milka -dice ya en su nueva vida- y le digo que vamos a tener hijos cuando ella crezca, porque tiene 24 años. Siempre le hago esa broma y se enoja”.
-Si seguías con el fútbol, ¿hubieras jugado en la selección?
-Jugué hasta los 16 en Belgrano de Córdoba. Era mi sueño jugar en la selección de fútbol. No sé cómo hubiera sido, pero obviamente me gusta ver ahora cómo crecieron las chicas, y más que clasificaron al Mundial. El deporte femenino lo necesitaba.
-¿Qué diferencias hay entre los ambientes?
-En esa época el voley era más profesional. Generaba más repercusión y se le daba más bola a los entrenamientos. El fútbol femenino estaba muy escondido. El voley estaba más a la par del masculino, que no es lo que pasa con el fútbol. Era y es mucha la diferencia. Tal vez porque era más “normal” que una mujer jugara al voley que al fútbol.
-¿Cuánto influyó en vos crecer en una comunidad wichí?
-Mis padres me formaron como persona. Eran maestros rurales. Cuando mi madre se fue a trabajar a la comunidad wichí yo tenía ocho años y tomé la decisión a esa edad de quedarme con ella. Se lo dije a mi papá, y me dejó. Con el tiempo nos juntamos y esa parte de la infancia repercute en lo que soy hoy. Fue una infancia perfecta. No tenía luz eléctrica para ver la tele, vivía en una casa de adobe, pero jugaba al fútbol todo el día con mis compañeros. Vivía todas las horas de sol en el monte, compartía mucho con mis hermanos y con los chicos de la comunidad, con los que hoy me mando mensajes.
-¿Detectaste en ese tiempo el olvido a los pueblos originarios?
-Siempre se vio la discriminación en Formosa. Se ve. Chicos que luchan para ir a la universidad y son discriminados por compañeros o docentes. Hay muchos hechos verídicos que se supieron por las redes sociales. Mi hermana y mi mamá trabajan con algunos de ellos que van a la universidad en Formosa y siempre tuve la oportunidad de saber muchas cosas. Se veía mucho el olvido, el no tener agua, por ejemplo. Los camiones de agua llegaban cada dos meses. Ahora, en algunas comunidades, hay luz eléctrica, y es un muy diferente a lo que viví. En la escuela en la que mi papá trabajaba está la primera directora wichí, hay profesores wichís. Eso es muy bueno.
-¿Cómo vivís la elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil?
-Hay mucha violencia. Se habla de la comunidad gay contra Bolsonaro. No miro tele, estoy muy enfocada entrenando para la Superliga, pero sí veo un poco más en las redes sociales. Hubo muchas manifestaciones y problemas. No sé si Brasil acepta tanto esta elección, pero fue la mayoría. Hay que ver lo que va a pasar.
-“Si veo a dos personas del mismo sexo besándose, les pego”, llegó a decir Bolsonaro.
-En general, en todo Brasil, sobre todo en las calles, hay muchas fiestas, es abierta la sociedad en ese sentido; hay ligas y equipos gay de voley, pero se ve el miedo que le tienen a Bolsonaro por todo lo que dijo. Nosotras con Milka nunca sufrimos discriminación ni acá ni en Argentina. Pero da un poco de miedo todo lo que se dijo. Si bien somos personas que no nos gusta exponernos en público, ese miedo está.
-¿Fuiste alguna vez a una Marcha del Orgullo?
-Lastimosamente, no. Siempre estaba en torneos. Me gustaría saber cómo es, conocer cómo se vive. Las sigo siempre por las redes sociales y nunca pude ir porque siempre estaba en algún torneo o con la selección. Nunca es tarde. Hasta los 35 seguiré en el alto nivel, y obviamente no es que se van a terminar.
-¿El voley es un ámbito conservador?
-Cuando llegué hace cinco años era mucho más. Pero hoy no. Hoy jugadoras y jugadores cuentan lo que quieran. Fue evolucionando. Vivir escondido siendo tan público se hace un poco difícil, porque acá el voley es muy importante, te conocen cuando estás comiendo por ahí. La Superliga brasileña, más la femenina que la masculina, es el segundo deporte en Brasil. Llenan todos los estadios, los fans conocen a todas las jugadoras, desde las que son campeonas hasta a mí.
-“Antes de contarle mi orientación sexual, tuve miedo de perder a mi familia”, dijiste. ¿Fue tan así?
-El miedo fue propio, no porque ellos me dijeran alguna vez algo. Salí de casa a los 16 años, y Formosa siempre fue una provincia muy conservadora, mi ciudad, Ibarreta, también; y entonces tenía ese miedo de que no lo acepten. Pero después hablé con ellos y vi la clase de familia que es. Mi problema era poder contarle a mi familia y me aceptaron. Mi vida siempre fue muy tranquila. O hasta ahora, que me casé.
-¿En Formosa nunca sentiste la homofobia?
-Nunca me sentí discriminada, porque cada vez que volvía a ver a mis viejos unos días, siempre estaba en casa. Tampoco soy tan abierta con todo el mundo. Pero después de mi casamiento no puedo pasar tan desapercibida con Milka, que mide 1,90m…
-¿Qué querés para tu futuro?
-Hace ocho años que no tengo vacaciones, y entonces hoy, a los 31 años, necesito estar más cerca de mi familia, estar un mes con ellos, por ejemplo, y quiero tener hijos, formar una familia, tengo el proyecto de escribir un libro, doy clases de finanzas a atletas. Son muchas cosas que no son compatibles con la selección. La selección son cuatro meses muy intensos en los que si no estás al 100%, no lo podés hacer bien.
-¿Cómo vas a ser como madre?
-Soy buena tía, la verdad. Tengo tres sobrinos hermosos y soy loca por ellos. Con mis hijos creo que voy a ser peor…