El juez Alexandre de Moraes, que sigue el caso de las “milicias digitales”, le solicitó a X-Twitter adecuar los contenidos de la red a las leyes brasileñas, en particular en materia de mensajes de odio, así como bloquear cualquier usuario que promueva la violencia. La respuesta de Elon Musk fue que X-Twitter abandonó Brasil. Al no tener representante legal en Brasil, X-Twitter quedó como una empresa anómala para la jurisdicción local, por lo tanto incapacitada de ejercer cualquier tipo de actividad. Esto fue notificado a los proveedores de Internet. Como la compañía no pagaba las multas que debía por el desacato, el poder judicial primero congeló y luego intervino las cuentas de Starlink en Brasil, en una decisión unánime del Supremo Tribunal Federal. Es algo inédito: bien sabemos los argentinos que en general son las jurisdicciones extranjeras las que intervienen nuestras cuentas nacionales o embargan activos públicos para preservar intereses financieros privados. Recordemos la Fragata Libertad, por ejemplo. En ese caso, una vez que el Estado brasileño cobró lo debido, descongeló las cuentas. Muchos usuarios brasileños pasaron a otras mensajerías; los bolsonaristas protestaron por la supuesta persecución y consiguiente censura.

Elon Musk es el mismo que escribió “le daremos un golpe de Estado a quien queramos” cuando Evo Morales fue derrocado en 2019. Ahora dice que “Alexandre de Moraes es un malvado dictador que hace cosplay de juez” (¡qué fijación que tiene esa gente con el cosplay!); “es Darth Vader”; “no cumpliremos con las órdenes ilegales para censurar a opositores políticos”; “estamos comprometidos con la libertad de expresión”; “el juez de Moraes arroja personas a la cárcel de manera arbitraria sin juicio”; “a menos que el gobierno brasileño devuelva la propiedad confiscada ilegalmente de X y SpaceX, buscaremos también la confiscación recíproca de los activos del gobierno”; “los principios son más importantes que los beneficios”. Sí, claro.

Por supuesto, Elon Musk tiene partidarios de esos principios, que parecen ser superiores a la Constitución, como los beneficios. Uno de ellos es el treintañero Nikolas Ferreira, un youtuber devenido diputado bolsonarista, que además de denostar la agenda de género afirma que “los tiranos quieren que Brasil vuelva a ser otra dictadura comunista, pero no bajaremos los brazos. Repito: no voten por los que no respetan la libertad de expresión. Orwell tenía razón”, concluye, aunque 1984 parece hablar más de Musk que de Lula. Tampoco faltan otras voces que protestan por “otro golpe a nuestra libertad y seguridad jurídica” que “afecta la confianza de las compañías internacionales que operan en suelo brasileño, con impactos que van desde la seguridad nacional hasta la calidad de la información que reciben nuestros ciudadanos”. Con más del 40% del total de inversión extranjera directa en América Latina destinada al Brasil, no parece que las mañas de Musk sean significativas. Ah, y sin Tratados Bilaterales de Inversión, es decir sin CIADI (la Argentina sufre una cincuentena de esos).

Foto: Mauro Pimentel / AFP

Escuchemos a Lula. “Cualquier ciudadano, de cualquier parte del mundo, que tenga inversiones en Brasil está sujeto a la Constitución y a las leyes brasileñas. Por lo tanto, si la suprema Corte tomó una decisión para que algunos ciudadanos cumplan determinadas cosas, tienen que cumplir o tomar otro curso de acción”; y remata sobre Musk: “no es porque este tipo tiene un montón de plata que nos puede faltar el respeto”; «es un ciudadano estadounidense, no un ciudadano del mundo. No puede seguir ofendiendo presidentes, diputados, senadores, al Congreso o la Corte Suprema. ¿Quién se cree que es? Lo siguiente es que tiene que respetar la decisión del Tribunal Supremo de Brasil. Este no es un país con complejo de vagabundo”.

El Estado brasileño, en tanto representante jurídico de la sociedad civil, es depositario de la Soberanía nacional, que expresan los poderes ejecutivo, un gobierno que conduce; legislativo, que redacta leyes; judicial, a través del Tribunal Supremo Federal. A veces funciona mejor, a veces peor. Pero es lo que mantiene unida a una comunidad de destino, que eso es una Nación, como Brasil. El mayor empresario mundial pretende dar órdenes al Presidente, dictar leyes al Congreso, juzgar a los jueces. ¿La suma del poder público en manos de privados? Quién diría. Quizás Musk no leyó a Montesquieu, lo que es comprensible, ya que el Espíritu de las Leyes no cabe en un tweet. Eso sí, presenciamos aquí el combate de fondo entre la civilización política contra la barbarie de mercado, y este primer round lo ganó Lula. La pelea sigue.