«Con la emoción de que iba a ser mi primer voto, enseguida fui a buscarme en el padrón provisorio. Y ahí descubrimos, yo y mis compañeres, que éramos un montón los que no aparecíamos. Alrededor del 45% faltaba, según el relevamiento que hicimos en colegios de Capital. Un número demasiado grande». Tomás Cancela tiene 16 años, es secretario general del centro de estudiantes del Lenguas Vivas y fue a votar ayer, bien temprano, en un colegio de Almagro, privado, religioso, el Instituto Tierra Santa. De algún modo, él solo se ganó el acceso a ese territorio sagrado, el del derecho al sufragio, que un masivo y muy poco transparente yerro burocrático estuvo a punto de arrebatarle.
Tomás es uno de los estudiantes que se pusieron al hombro la tarea de subsanar las miles de ausencias de jóvenes de hasta 18 años cuyos nombres no figuraban, bien entrado mayo, en el registro de electores para participar de las elecciones presidenciales. Nunca quedó claro qué pasó: si el Registro Nacional de las Personas (Renaper), dependiente del Ministerio del Interior, no remitió en tiempo y forma las novedades registrales, o si la Cámara Nacional Electoral no incorporó correctamente esos datos al padrón.
Para sectores de la oposición, la «jugada» del macrismo apuntaba a dejar fuera de los comicios a electores jóvenes que no se inclinan por el voto al oficialismo. Entre otros candidatos, Ofelia Fernández, expresidenta del centro de estudiantes del Carlos Pellegrini, con un spot en redes y una recorrida por los colegios, se puso al frente del reclamo.
«Empezamos a movernos enseguida, con los partidos y agrupaciones políticas, y a través de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), porque hay colegios que tienen centros de estudiantes que podían llevar adelante toda esa movida, pero otros no –explica Tomás–. Se fue a cada escuela para ver en la computadora si les pibes estaban en el padrón, y si no estaban, organizarse para ir a hacer el trámite a la Cámara Electoral. La idea fue que todos los que pudieran votar, lo hicieran».
«Primero se dijo que eran casos aislados, pero resultó que el faltante era generalizado, y la repercusión que tuvo los obligó a reconocer que había sido un error, porque habían cambiado el sistema, entre otras excusas. La realidad es que hubo un bache muy grande por parte de quienes tienen la responsabilidad de confeccionar correctamente los padrones y garantizar el derecho al voto. Y que les trasladaron la responsabilidad a les pibes de ir ellos a reclamar, en un plazo muy corto, y en un contexto difícil, con diferentes realidades, donde muchos salen del colegio y se tienen que ir a laburar. Encima, en Capital no se podía hacer el trámite de manera virtual, algo incomprensible en una gestión que ha sostenido fuertemente el voto electrónico».
Después de votar en la mesa 2193, Tomás se muestra aliviado. «Yo desde chico discuto de política. Me encantaba acompañar a mi familia a votar, quizás cuando fui más grande y ya no pude entrar al cuarto oscuro perdió un poco la gracia, pero este es un año muy importante para votar, diría que es una obligación, tengas la edad que tengas. Cuando pasó lo del padrón, yo ni siquiera estaba en el sistema, y la respuesta oficial nunca fue muy convincente: ‘No estás en el provisorio pero vas a estar en el definitivo, y si no estás, lástima’. Por eso, ahora poder votar fue realmente emocionante». «