Aunque las encuestas auguraban para hoy una posible derrota por cerca de 10 puntos, el último tramo de la campaña le dio un aire fresco al sector que apoya el «Apruebo” del texto propuesto para la nueva Constitución de Chile. Con un acto que convocó el jueves en Santiago a medio millón de manifestantes, según los organizadores, el cierre del «Apruebo» avivó las esperanzas de quienes esperan reemplazar la Carta Magna pinochetista por un texto vanguardista que consagra numerosos y nuevos derechos.
El optimismo fue circunstancialmente empañado por un episodio en las cercanías de la Universidad de Chile, donde estudiantes que se manifestaban por la educación agredieron a Simón Boric, el hermano del presidente, que ejerce funciones allí.
El cierre del «Rechazo», por su parte, congregó apenas unos cientos en una de las cumbres del céntrico Cerro San Cristóbal, sin la presencia de referentes de la derecha, acaso menos afecta a la movilización. A pesar de que ha intentado despegarse, el resultado puede impactar en la imagen del gobierno de Gabriel Boric, que ya se encargó de aclarar que el proceso constituyente no se detendrá, más allá del resultado y que el mandato popular de octubre de 2020 asumido con el 80% establece que el país debe llegar, de una u otra manera, a una nueva constitución. Para el presidente, las opciones son aprobar el texto propuesto y reformar lo necesario, o en caso de ser rechazado, convocar a elección de nuevos constituyentes para la redacción de un texto superador.
«El proceso político y social chileno marcó un cambio y hoy la sociedad tiene una agenda y una atención al contexto muy distinta a como era antes del estallido de 2019. En este sentido, la constitución actual no puede continuar, tanto por legitimidad como por contexto, además que políticamente existe consenso para cambiarla; el tema es la profundidad del cambio», señaló el analista chileno especializado en políticas públicas, Simón Rubiños Cea, ante la consulta de Tiempo. «No obstante, la disputa política tiene al gobierno con un capital reducido como para empujar un proceso de este tipo, pero tampoco tienen poder las otras fuerzas. Y si a esto sumamos la opinión pública, se tendrá que alcanzar un nuevo acuerdo político para empujar un nuevo proceso constituyente, porque la de Pinochet no va más. Y en este escenario, el borrador rechazado y la presión social marcarán la agenda», agregó.
Para Rubiños Cea que es además ingeniero, columnista de CELAG y exasesor de la constituyente Carolina Vilches, «la derecha quiere mantener la actual y reformarla, y la centro derecha y la exconcertación hablan de un proceso híbrido entre expertos, ejecutivo y legislativo, recogiendo el borrador actual y otros procesos anteriores. Sin embargo, ambas propuestas carecen de respaldo social, primero porque estos bloques políticos son responsables del descontento y la desigualdad, y segundo porque desconocen el componente social que empujó el proceso que vivimos». Desde el estallido de 2019, dice el analista, «no hubo proceso de cicatrización ni reformas que satisficieran las demandas. De rechazarse el borrador, las heridas seguirán abiertas».
En una extensa entrevista con la revista Time, Boric insistió en una idea que viene instalando. «Chile decidió en el plebiscito de octubre del 2020 tener una nueva constitución. El mandato sigue vigente». Incluso, le bajó el tono a la posibilidad de perder la elección de hoy y que eso se traduzca en una derrota de su gobierno e impacte en su imagen de gestión, que viene cayendo, aunque con fluctuaciones, desde su asunción en marzo: los últimos números de Cadem indican un 38% de aprobación ante un 58% de desaprobación.
«Yo estoy convencido de que vamos a llegar a buen término, independiente del resultado. Ahora nosotros como gobierno tenemos el deber de gobernar, independiente de lo que pase. Hay problemas que van más allá de la discusión constitucional. El alza del costo de la vida, la inflación, la seguridad, los derechos de la infancia, la educación, la reforma de salud, la reforma tributaria», explicitó el presidente.
La mención de esos temas no es casual. Algunos análisis consideran que la elección de hoy podría virar a una suerte de plebiscito de su gestión, con problemas en materia económica, sobre todo. Es la mirada del excandidato presidencial Marco Enríquez-Ominami (ver aparte). Rubiños Cea completa que «la victoria del ‘Apruebo’ puede restituir la hegemonía perdida y permitir la consolidación de las reformas del programa de gobierno y de la propia nueva constitución. En caso contrario, el gobierno quedará atado en una crisis política sin precedentes, sin llegar necesariamente a una destitución puesto que la derecha no cuenta con los votos para hacer algo así».
Esta nueva Constitución de 499 artículos que, a grandes rasgos, profundiza la presencia del Estado (para la derecha un «exceso de estatismo»), introduce el concepto de plurinacionalidad, establece la paridad en forma inédita, busca reparar las grandes desigualdades, sobre todo en salud y educación, sería para el país un salto en el tiempo, que dejaría atrás el legado del dictador Pinochet. Para el Grupo de Puebla, encuentro de referentes populares de Iberoamérica, «representa una ruptura con el pasado autoritario cuya aprobación honraría a todas las víctimas y familiares de la dictadura». En un padrón de más de 14 millones de personas, el Servel proyecta que votarán más de los ocho millones que lo hicieron en la segunda vuelta presidencial. «